No lloré ni esa vez [esta] ni las muchas otras en que las lágrimas me ponían un nudo en la garganta, dice Bernhard Schlink en uno de sus libros. Creo que así andamos muchos estos días: cuesta pensar la partida de un colega que era, sobre todo, un amigo maravillosamente humano. Las conversaciones/confesiones insisten en su bondad, sencillez y generosidad. Para el ingeniero, coleccionista y creador de Arteba Jacobo (Fito) Fiterman, “Alberto más que un profesional era un amigo que brillaba por su modestia. Tuvimos muchos proyectos, entre otros la magnífica exposición Carlos Alonso. Hay que Comer, en el IVAM de Valencia. Fue mi guía en el aprendizaje del arte argentino”.

Por mi parte, tuve el placer (no quiero decir el honor) de trabajar con él en diversas oportunidades. Perdíamos el tiempo, para la cabeza de algunos. En verdad lo ganábamos: cada frase, cada cita, cada hallazgo sobre el asunto en cuestión disparaba en Alberto conexiones, datos y relaciones enriquecedoras con mil aspectos otros de lo cultural o lo político, no solo de la Argentina. Era un hombre enormemente culto. No un erudito sino un tipo cálido que vivió la cultura y hacia aparecer el dato oportunamente, rodeado de reflexiones atrapantes y disparadoras de ideas que podíamos discutir hasta el cansancio. Me convocó para un trabajo al que renunciamos juntos porque la urgencia de los tiempos (del negocio) exigían la inmediatez, aunque el resultado fuera de una mediocridad y necedad supinas. La ética era una ruta de la que no se desviaba jamás.

Trabajador infatigable, como cineasta fue fundador del Grupo Cine Testimonio y participó en la creación del Comité de Cine de los Pueblos Indígenas (1985). Investigador, crítico de arte, curador, gestor cultural: hasta el presente fue curador de las salas de exhibición del Centro Cultural de la Cooperación. 

 Se ocupó de preservar y fue celoso guardián del archivo de su padre, el político Ernesto Giudici (1907-1992), un testigo y actor fundamental de la historia Argentina, consultado por muchos de nosotros y a cuyos pedidos de préstamos Alberto respondía con su habitual generosidad. Pero también, feminista avant la lettre, reponía permanentemente la figura de su madre, la escritora militante de izquierda y música Fina Warschaver (1910-1989): “Perteneció a la Argentina invisible, la que trabaja infatigable en la sombra, lejos del escenario, aferrada a la autenticidad y a lo profundo”, había dicho sobre ella el escritor Raúl Larra. De esta pareja nació Tito y sobre estos modelos construyo su vida: a los 13 años asiste al taller de la escultora Cecilia Marckovich (1894-1976) y el arte ingresa definitivamente en la vida de Alberto.

Dos de las realizaciones de Giudici son una suerte de retrato de sí mismo: la serie de videos sobre el ejercicio plástico de Siqueiros, realizados para Canal Encuentro, donde además de historiar la realización del mural de la quinta de Botana, se percibe su porte de investigador, su escucha atenta de los testimonios y su capacidad para dar cuenta de toda la dimensión de la época. La segunda, la exposición Arte y Política en los ’60 (2002) en el Palais de Glace, una muestra de referencia ineludible para el mundo del arte y por el cual Alberto ingresa en la Historia del Arte Argentino. 

En su vida, arte y política eran aspectos indisociables. Admirador incondicional de la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner, sus posteos en redes de los últimos meses muestran su inquietud frente al horrible rumbo a la derecha que estaba tomando la Argentina.

* Historiadora de arte, curadora. Directora artística de Arthaus.

Itinerario de Alberto Giudici

Nació en Buenos Aires, en 1941. Crítico de arte y curador. Autor del ensayo Todo Lino, el dolor de la creación, en Carlos Alonso - Autobiografía en imágenes, RO Ediciones, 2003; The Wound and the Knife, para Love romance, de Dolores Zorreguieta, Cobra Museum, Amstelveen, 2005; Enrique Policastro, una aproximación a su obra, Ediciones Alon, 2008; Eduardo Mac Entyre, Museo de Bellas Artes de Salta, 2015.

Curador, entre otras, de: Arte y Política en los 60, Palais de Glace, 2002, premio de la Asociación de Críticos de la Argentina a la Mejor Muestra Colectiva del Año y al Mejor Trabajo de Investigación; Hay que comer, de Carlos Alonso, Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM), Valencia, 2005; Franco Venturi-Homenaje. Primer artista detenido desaparecido, CCR, 2006. Director editorial de: Alonso ilustrador, Fundación Alon, 2007;

El Grupo Espartaco, Fundación Alon, 2016. Secretario general de la Asociación Argentina de Críticos de Arte (2007/2015). Curador del Premio de Pintura del BCRA (2010/2014). Curador de la sala Abraham Vigo, del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini, Buenos Aires. Falleció en Buenos Aires el 10 de enero de 2024.