“Mi madre: la ocupación más ferviente y más dañina de mi vida. Nunca amaré a nadie como a ella. Nunca sabré por qué mi vida no es mi vida sino un contrapunto de la suya, por qué nada de lo que hago le alcanza”. La voz y el cuerpo de Marilú Marini vibran en El corazón del daño, adaptación teatral de la extraordinaria novela de María Negroni, que se estrenará este miércoles en el Teatro Picadero con dirección de Alejandro Tantanian. Este acontecimiento cultural para la cartelera de verano se podrá ver de miércoles a domingo durante ocho semanas. En el libro, publicado en 2021, la escritora explora la relación con “la capilla ardiente del lenguaje”, el descubrimiento de sí misma a través de la escritura y el complejo vínculo materno-filial.

La adaptación teatral de la novela homónima de Negroni, que se estrenó en el Teatro Español de Madrid en septiembre del 2023, fue un trabajo en el que participaron la propia autora con la colaboración de la escenógrafa y vestuarista Oria Puppo y Tantanian, un dramaturgo y director con experiencia en adaptar literatura al escenario. Entre las obras que dirigió se destacan textos de Santiago Loza, Nicanor Parra, Margo Glantz, Carlos Gamerro y clásicos de la literatura como Franz Kafka y Fiodor Dostoievski. El exdirector del teatro Cervantes, que ha participado en más de 100 espectáculos de teatro, teatro musical, ópera y eventos especiales en Argentina y en varias capitales teatrales del mundo, dirigió a Marini en Sagrado bosque de monstruos y Todas las canciones de amor.

Durante la pandemia Negroni y Tantanian se reunían con frecuencia porque estaban con un proyecto que todavía no concretaron. El vínculo se fue afianzando porque la escritora, que vivió veinte años en Nueva York y regresó a Buenos Aires en 2013, lo convocó para dar clases de dramaturgia en la Maestría en Escritura Creativa de la Untref, que ella misma dirige. Cuando salió El corazón del daño, el director de teatro la leyó. “No me suele pasar que un libro me interpele todo el tiempo por esa forma que tiene, esa suerte de artefacto raro construido con distintas capas o niveles de escritura, con lo autobiográfico, la reflexión literaria, lo ensayístico, la forma del diario. Y me pasaba también algo del orden de lo emocional, pese a que es un libro que marca una distancia. Me acuerdo que lo subrayaba todo el tiempo y me di cuenta de que tenía que hacer algo con eso y le escribí a María para pedirle que me reservara el libro porque quería hacer algo. Me siento muy cercano al universo de María y sus obsesiones”, admite el autor de Sagrado bosque de monstruos, Un cuento alemán y Los sensuales, entre otras obras que escribió.

La obra protagonizada por Marilú Marini se podrá ver de miércoles a domingo durante ocho semanas

Entonces, mientras releía fascinando los subrayados de la novela, no sabía bien qué tipo de espectáculo teatral haría con El corazón del daño, pero Marilú Marini surgió como la única actriz que podría atravesar ese texto que tiene “un alto grado de literatura”, subraya el director. “Yo defiendo mucho el carácter literario de la dramaturgia”, afirma Tantanian. “Hay unas teorías que para mí están un poco perimidas respecto al carácter no literario del texto teatral, que sería una suerte de partitura para que los actores la encarnen o que es parecido a un guion cinematográfico. El teatro forma parte de la gran familia de la literatura”, asegura el fundador de la Compañía U, una plataforma de reflexión e investigación sobre las artes escénicas.

Nueva creación

“No te vamos a tocar una coma, te vamos a respetar el texto”. Negroni repite lo primero que le dijo Tantanian, una frase que resonó en la escritora porque para ella El corazón del daño como novela es “un artefacto verbal” y no quería que la adaptación teatral modificara la naturaleza de ese dispositivo literario abierto y complejo que se propone, en palabras de su autora, ser “un censo de escenas ilegibles”. Por situaciones prácticas de la vida cotidiana no pudo ver los ensayos y aterrizó en Madrid, en septiembre del año pasado, justo para asistir al estreno. “La vi cinco veces seguidas -confiesa y sonríe intentando neutralizar un residuo de vergüenza-. Un libro es silencio y palabras en una página. Lo primero que vi es que se había respetado muchísimo el texto; pero recién la quinta vez pude soltar, relajarme y ver la obra como otra cosa. La obra es una nueva creación y esa otra cosa en que se transformó me gustó; pero al principio me costaba reconocerla, a pesar de que no hay ni una coma cambiada”.

Negroni revela que el epígrafe de la escritora Clarice Lispector va da la página de la novela a la voz de Marini: “Voy a crear lo que me sucedió”. Obra y libro comienzan de la misma manera: “En la casa de la infancia no hay libros”. “Lo que se construye en el espectáculo, que también creo que es una clave de entendimiento del libro y que María defiende mucho también, es la alteridad respecto de su yo en términos de lo autobiográfico”, plantea Tantanian y aclara que Marilú no es una actriz que hace de la narradora. “Marilú entra como Marilú, habla con la gente y dice cosas como las que se dice en el teatro: apague los teléfonos y ‘voy a crear lo que me sucedió’, sin decir el nombre de la autora. Ahí empieza el campo de la ficción, que está muy trabajado en el espectáculo porque hay un marco, un gran cuadro. Ella entra por delante del cuadro, dice voy a crear lo que me sucedió y se mete al otro lado del cuadro”.

La dueña del lenguaje

“Mi madre siempre fue la dueña del lenguaje. La guardiana de la joyería verbal, con todas sus prosodias, sus locuciones, sus formas adverbiales, adjetivas, nominales y, sobre todo, adversativas. Un aula entera de retórica adentro de la niña que yo era”, describe la narradora esa relación tan tensa con una madre desesperada y desesperante. La escritora advierte que no quería que la adaptación teatral, la primera de una novela de su autoría, quedara reducida a la relación madre e hija porque El corazón del daño es mucho más que eso: “hay reflexiones sobre cómo llego a ser la escritora que soy y también sobre cómo se constituye una escritora mujer. Hay una especie de arqueología de la escritura que empieza desde la infancia, desde los primeros vínculos”, precisa la autora de Ciudad gótica, Museo negro y Galería fantástica, entre otros textos inclasificables. “El libro tiene una columna vertebral que es esa relación con la madre, una relación que es muy teatral también en términos de empatía con el espectador respecto a que se va a sentir interpelado porque tiene una madre parecida o totalmente distinta, porque tiene una madre o no tuvo una madre”, analiza Tantanian y comenta que otra cuestión muy atractiva tiene que ver con que una señora mayor problematice la relación con su madre.

¿Por qué es tan compleja la relación madre-hija? “¡Inagotable el fondo materno!”, escribió Marina Tsvietáieva. “La madre es el origen y la escritura tiene muchísimo que ver con ese fondo común. Todos venimos de ahí, de ese espacio protegido que es nuestro universo privado”, explica Negroni. Tantanian comenta que revisó el vínculo con su propia madre a partir de la lectura de la novela. “La madre tiene que ver con el origen, como dice María; ¿Quién es uno? ¿Cómo se conforma como sujeto? ¿Cuáles son las decisiones que toma en la vida? Uno es el que es centralmente por la relación con la madre. En lo artístico uno lo entiende perfectamente. Más allá de la rama del arte a la que te dediques, hay una conciencia de ese misterio. Hay una explicación posible, pero tiene que ver también con ese lugar mistérico de poder crear de la nada algo”. La propia Marini también tuvo que hacer una suerte de ajuste de cuentas con su progenitora: “Mi madre era de origen prusiano. Era bella, dulce y muy distante y tenía un nivel de exigencia enorme. Nunca nada era suficiente, siempre quedaba algo por lograr. Es una persona fundamental, es una estupidez decirlo, pero para mí era una figura conflictiva, lo fue, y llena de amor”.

La escritora, cuya obra ha sido traducida al inglés, francés, italiano, sueco y portugués, se involucró en la adaptación y trabajó en la condensación y reordenamiento del texto. Después llegó el laboratorio de los ensayos que Tantanian define como “meter al texto en el barro”, una experiencia en la que a veces aquello que se creía que funcionaría no resulta y lo que parecía poco interesante o menor reverbera en la escena. “Lo difícil de llevar a escena el libro era la escena. O sea qué escena tiene; no escena en términos de qué se juega en la escena, sino cómo es lo escénico porque tengo una señora que habla todo el tiempo. Había que encontrar un sustrato, una suerte de partitura silenciosa que vertebrase el estado de la actriz. Y (Samuel) Beckett vino a ayudarnos claramente, primero porque es compañero de viaje de María. Y le permitió a Marilú entender cómo estar en escena, como si estuviera adentro de una obra de Beckett con el texto de María. Esa fue la operación; sería el teatro dentro de la literatura”, postula el director y precisa que la actriz en un momento se transforma en Winnie, la protagonista de Los días felices, obra de Beckett que Marini interpretó en 2004.

La poesía es la continuación de la infancia por otros medios para Negroni, una escritora que descree de los géneros literarios porque, como ella misma lo señaló, escribió “poemas que son prosas, ensayos que no creen en nada, biografías apócrifas, y hasta dos engendros de novelas que proliferan hacia adentro como una fuga musical”. No se incuba un libro así nomás; el trabajo con el lenguaje es lo único que la desvela al punto de la obsesión. En esa cita intempestiva con la escritura ella rehuye de la “planificación en cuotas” para entregarse a la intemperie misma y “tirar del hilo de la madeja de lo que no se sabe, para hilar con eso un pensamiento ciego”.

“La escritura es una epistemología del no saber -expresa Negroni-. Si sabés lo que querés decir y lo tenés clarísimo, ahí no hay promesa de texto. La promesa de texto viene con la pregunta, con la duda, con la incertidumbre. Lo que uno hace es un camino a ciegas, en el que tampoco llegás a ningún lado, pero por momentos, como si estuvieras en un escenario a oscuras, se ilumina una zona. Ese es el efecto estético, el momento en que como lectora –porque los escritores también somos lectores de nosotros mismos- se produce una especie de asombro porque eso no lo había pensado o sentido. Eso que se iluminó se va a volver a apagar; no es que ya está para siempre, es un ratito, pero eso vale todo. La escritura está muy relacionada con la pérdida. En la escritura hay un intento de volver a otorgar vida a eso muerto o perdido”.

Una fuerza de la naturaleza

El espacio escénico se despliega como si fuera un portarretrato deconstruido. “Lo primero que tenés es el vidrio, la foto, el papel que está detrás de la foto, el cartón, la tapa y el tabique que permite que el portarretrato se vea. Hay un fondo que se pinta de colores muy distintos todo el tiempo, que genera una espacialidad cambiante en un espacio disputable; una idea de deconstrucción que es como la obra de María, que puede ser leída como una autobiografía, una novela, un ensayo, un poema en prosa o un libro de citas”, compara Tantanian. La escritora destaca que es “conmovedor” lo que logra Marini porque ella hace un nuevo camino con el texto y consigue que esa nueva creación conecte con los espectadores, como sucedió durante las funciones en el Teatro Español de Madrid. El director sugiere que la obra busca también que la gente “salga corriendo a leer” la novela de María. “El espectáculo no tiene la voluntad de ser una publicidad del libro, pero sí pretende que haya una suerte de sinergia entre el libro y la obra”.

Una actriz como Marini, que ha interpretado textos de Beckett, Copi, Jean Genet, Robert White y Rene de Ceccatt, añade un plus diferencial sobre el escenario. “Ver actuar a Marilú es una experiencia transformadora; es una gran artista, no es una actriz común y corriente. Para mí siempre es un honor que ella me vuelva a elegir y sea nuestro tercer trabajo juntos”, reconoce Tantanian a esta intérprete que ha trabajado con directores como Alfredo Arias, Arthur Nauzyciel, Jean Michel Ribes y Peter Brook. “No podés morirte sin haber visto actuar a Marilú Marini porque es una fuerza de la naturaleza y una actriz muy singular para un texto tan complejo en términos de poder decirlo y sobre todo poder hacerlo verdad. Marilú hace que el texto viva, que tenga un latido, y es muy conmovedor ver eso”. Para el director la presencia de la actriz argentina, que vive en Francia desde 1975, fue fundamental porque El corazón del daño es un artefacto verbal complejo de habitar. “Marilú trabaja al interior de los textos, entiende lo que hay en ellos y a partir de ahí genera una manera asombrosa de escuchar eso que está escrito”, reflexiona y recuerda a Elena Tasisto (1948-2013), una actriz de la misma estirpe de Marini con la que tuvo la suerte de poder trabajar como director que “encontraba todo dentro del texto y no tenía que salir a buscar nada afuera”.

* El corazón del daño se puede ver de miércoles a domingo en el Teatro Picadero (pasaje Enrique Santos Discépolo 1857).