“Yo a Santiago le quiero pedir perdón”, confiesa Sofía. Tiene veintipocos, rastas y los ojos hinchados. Dice que porque lloró anoche en la misma plaza en la que está hoy. “Le quiero pedir perdón a Santiago porque está muerto, mientras un montón de gente sigue dudando de él”, amplía el motivo de su nueva presencia en la Plaza de Mayo. “Estoy más triste en casa que acá”, sostiene. El “Santiago, perdón” del cartel que lleva colgado en el pecho lo extiende también a la familia Maldonado, que buscó a su integrante más joven durante 78 días y ahora, que por lo menos halló sus restos, busca y buscará Justicia. “Muchos los siguen maltratando, así que acá estoy para darles mi apoyo y para sumarme a su pedido de Justicia porque no quiero que la muerte de Santiago quede impune.” Sofía se multiplica en decenas de miles que en la tarde de ayer, con la Pirámide de Mayo como santuario y la Casa Rosada vallada de fondo, le exigieron la renuncia a la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, y reclamaron “juicio y castigo” a los responsables de la desaparición y la muerte del joven tatuador. 

Esa leyenda, “Juicio y castigo” es la que se lee inmensa en la bandera que las agrupaciones de derechos humanos, sociales y políticas que integran el Encuentro Memoria, Verdad y Justicia, portan en su avance sobre la Avenida de Mayo hacia la Plaza de Mayo, epicentro de la manifestación a la que convocaron el viernes tras escuchar de la boca de Sergio Maldonado que el cuerpo que medio centenar de peritos analizaba en la Morgue Judicial de esta ciudad era el de su hermano menor. Varios carteles más chicos la repiten en loop colgados con hilo de plástico de las rejas que rodean a la Pirámide de Mayo, y se combinan con otros mensajes de afecto, reclamos de renuncia de Bullrich y promesas de no olvido. 

Allí quedan, también, los restos de velas que ardieron durante la noche y flores que soportan el sol de la tarde a modo de altar para Santiago y su familia. “Se lo llevó el Estado. El Gobierno es responsable”, asegura una cartulina verde. Otra blanca, desde el piso, promete en crayones de colores: “La represión y la negligencia matan. Y no vamos a olvidar.” El santuario crece a lo largo de la tarde. Muchas personas pasan, recorren, saludan, regalan pensamientos, lloran y se abrazan. 

Ante la consulta sobre qué produce sentarse frente a los carteles y las velas, a Miguel le cuesta la respuesta: “No sé si puedo serte preciso… creo es la manera que encontré, que encontramos porque somos muchos, de estar cerca de la familia de Santiago”. Fernando, que llegó con él a la Plaza, lo ayuda a definir. “Yo no los conozco personalmente, pero me duele lo que les pasó como si me hubiera pasado a mí, a él (por Miguel, su amigo), a alguien de mi familia. Venir acá y dejarle en claro a quienes gobiernan que ellos debieron haber cuidado de Santiago –señala a la Rosada– y en lugar de eso hicieron todo lo contrario. Yo siento que es hacer algo”. 

Para cuando la columna del EMVJ ingresa a la Plaza de Mayo –liderada por dirigentes de la Asociación Ex Detenidos Desaparecidos (AEDD), de la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional (Correpi), del Centro de Profesionales por los Derechos Humanos y de las principales agrupaciones de izquierda–, la plaza ya está colmada. “Ahora, ahora resulta indispensable Justicia por Santiago y castigo a los culpables”, ingresan cantando la consigna reformulada tras el hallazgo de los restos de Maldonado. El efecto contagio entre los presentes es inmediato. 

A Gastón le lleva dos repeticiones aprenderse la nueva versión del canto  que en su versión original dice “aparición con vida”. “Me pongo en el lugar de sus hermanos, de sus papás, y pienso que es un alivio que lo hayan encontrado, pero no es suficiente porque no lo tienen más con ellos. A la vida de Santiago se la llevó un operativo de Gendarmería, que nadie pretenda que quienes reclamamos por su aparición con vida nos quedemos en casa. Ahora pedimos Justicia”, advierte el joven, beba en brazos, compañera a su lado. 

“Estamos en esta plaza porque la lucha recién empieza”, advierten desde el escenario las voces que leen el pronunciamiento del colectivo convocante. “Y porque sabemos que la Justicia solo se asegura con movilización”, completan. La plaza entera aplaude, pero no es la única reacción de quienes participan de la concentración. Cuando el documento consensuado denuncia que “Santiago fue desaparecido” y que el Presidente Mauricio Macri “y sus funcionarios han mentido para ocultar las consecuencias de sus políticas represivas”, abuchea. “Fuera, fuera, fuera Bullrich, fuera”, confirma su coincidencia con el pronunciamiento del EMVJ que exige que la ministra “renuncie”. 

Los convocantes sostienen que el acto es para “abrazar a la familia” del joven y “reclamar Justicia”, “a pesar de las campañas y las operaciones de prensa que mintieron sobre Santiago y demonizaron al pueblo mapuche” con el que se solidarizó. “Yo sabía, yo sabía, a Santiago lo mató Gendarmería”, responden las decenas de miles que asistieron a la convocatoria. En familia, con amigos, con novios o solos. “Sueltos” o con sus espacios de militancia. Se ven flamear banderas del Partido Obrero, del PTS, del MTS y del Nuevo Más; del comedor Los Pibes, algunas pecheras de ATE. 

Tres “Santiago Maldonado presente, ahora y siempre” cierran la manifestación, que hasta entonces se desarrolla en forma pacífica. Desde el escenario solicitan desconcentrar del mismo modo y los asistentes así lo hacen. Muchos se enojan cuando detectan un posible foco de conflicto. Desde la Avenida de Mayo, con el acto ya finalizado, ingresa un pequeño grupo de personas con las caras tapadas con remeras y pañuelos. Tiran bombas molotov hacia la Catedral de Buenos Aires, que está vallada. También tiran piedras. Un grupo del PTS se para delante de las vallas y los encapuchados se retiran por Avenida Rivadavia, donde rompen algunas vidrieras y autos estacionados, corridos por quienes hasta hace un rato reclamaron “juicio y castigo” para los responsables de la desaparición y la muerte de Santiago Maldonado.