No es una opinión, es un hecho. Transfuguismo (Real Academia Española): actitud y comportamiento del tránsfuga. Tránsfuga: persona que abandona una organización política, empresarial o de otro género, para pasarse a otra generalmente contraria”.
No hay que tenerle miedo a las palabras, hay que tenerle respeto a los hechos. Daniel Scioli es el nuevo secretario de Deportes, Turismo y Ambiente del Gobierno de extrema derecha de Javier Milei. Así de claro. Nos vino a decir que aquí cada uno va a lo suyo, menos yo, que voy a lo mío. No lo ha detenido nada. Ni siquiera la memoria de un país desmembrado, herido, lleno de ausencias, producto de un genocidio que el gobierno que integra niega con agresiva ferocidad. Es que en algunos espacios políticos primero se habla de cargos y luego de ideología. Uno se pregunta si no hay algo de patológico en ese enfermizo deseo de arañar un sillón de mando sea como sea, venga de donde venga.
Dicen que no es tiempo de señalar a nadie. No hace falta. Se señalan solos. ¿Quién lo iba a decir? Daniel Scioli, el sepulturero privatizador del deporte y del fútbol argentino. Esa imagen de excentricidad kafkiana que lo lleva a analizarse y explicarse ante los demás. La ley está sobre la mesa. Algunos manifiestos, también. “Reconocemos el deporte como herramienta de transformación social, el esfuerzo de la lucha de las mujeres, de las diversidades sexuales, entendiendo el rol inalienable del Estado como garante, responsable de promover la igualdad de oportunidades, para que el pueblo argentino, sin distinción de género o condición económica, pueda acceder, formarse y disfrutar del deporte (...) incorporando atletas y entrenadores/as al régimen laboral y jubilatorio, y que el 100% de los clubes accedan a tarifas sociales de servicios y beneficios para el ingreso al deporte de infancias y jubilados”, un documento firmado por cientos de deportistas argentinos. Jon Uriarte, medallista olímpico, añade: “Los clubes son el lugar físico donde construimos lo más hermoso de la argentinidad. Donde se organiza la comunidad, la desarrollamos privilegiando vínculos sociales y afectivos, y sería devastador pasar a ser conducidos por meros criterios comerciales y de negocios”.
Sobre el sufrimiento de millones de personas y su destrucción social (DNU y Ley Ómnibus) se va sostener el bienestar del nuevo secretario de Deportes. Sabemos que la capacidad humana por humanizarse es trastocada por intereses económicos que tienen a su servicio las mejores herramientas de persuasión. Andamos muy cortos de esperanza últimamente. Hay muchos ojos en blanco en muchos cuerpos oscuros. A Daniel Scioli le calza como un guante aquel chiste del político que arengaba a las masas: “Somos nosotros o el caos”. De repente la gente se puso a gritar, “el caos, el caos”. A lo que de inmediato el político respondió. “No se preocupen, también somos nosotros”.
(*) Periodista, ex jugador de Vélez, clubes de España y campeón mundial 1979.