El alquiler de un departamento de 50 mil pesos en Barracas pasó a 250 mil. Una casa de 115 mil en Villa del Parque pasó a costar 680 mil. El promedio de aumentos en la renovación de los contratos "es del 400 por ciento" denuncian las asociaciones de inquilinos sobre el nuevo esquema que, desregulación mediante, deja a las familias "en la calle". Las condiciones de la oferta hoy expulsa a los inquilinos de sus lugares habituales de residencia, los convierten en parias, sin lugar, sin un techo. Ante este escenario, muchos eligen mudarse a otra ciudad, otros vuelven con sus padres, o los padres van a vivir con sus hijos. "Cuando hay una familia, que sino, la calle", sentencia duramente una inquilina que tuvo que decidir dejar de vivir en la ciudad de Buenos Aires, aunque el cuadro de situación, y la angustia, se replica en todo el país. 

Desde que el DNU de Javier Milei eliminó la Ley de Alquileres se escuchan cada vez más a inquilinos que ya no pueden alquilar: lo que les piden para renovar contratos supera sus ingresos, o los deja en la desesperación de tener que elegir entre “comer o pagar el alquiler”. Los testimonios relevados por Página/12 muestran un cuadro de situación que se agrava. Y en la Ciudad de Buenos Aires crece la presencia de las personas que duermen en las calles.

Desregulado, flexibilizado, “en modo Milei”, el mercado dio un giro el 20 de diciembre cuando entró en vigencia el DNU 70/2024. “Mucha gente pasó de pagar 60 a 250 mil pesos, y muchas familias no pueden sostenerlo”, confirman las fuentes inmobiliarias. Algunos acceden a una “renovación temporaria”, por tres meses, hasta ver qué pasa. Además “no logran reunir el monto de dos meses de depósito y tres de adelanto”, que piden hoy sobre un nuevo contrato de 250 mil pesos. Otros van a vivir con los abuelos o los padres, o se van al interior. Incluso hay quien eligió “volver a vivir con mi ex”, encontrándole una vuelta creativa del asunto. El panorama es angustiante. 

Aun cuando la desregulación "aumentó un poco la oferta", los precios "aumentaron mucho más" reclaman los inquilinos. Y plantean: “No pueden hacernos esto”, mientras comienzan a embalar sus cosas para cambiar de locación. Los "abusos del mercado" --en relación a salario--, como la exigencia del pago en dólares, el aumento según inflación o contratos mensuales son moneda corriente. Para alguien que pagaba en diciembre "50 mil pesos por un 2 ambientes” en CABA, pasar a 300 mil “es imposible”.

Una postal apocalíptica

Una profesional de 60 años que tenía que renovar su contrato a fin de enero define: “Me dejan en la calle después de laburar toda la vida”. Una profe de dibujo explica: “Tengo que pagar 200 mil pesos, es muchísimo para mí, pero accedí para no quedar en la calle”. Una docente de jornada completa agrega: “Estoy viendo si dejo mis cosas en distintos lugares y empiezo a vivir un poco con mi pareja, y otro poco con mi hija”. La incertidumbre y la desesperación por no tener donde vivir erosionan la cotidianeidad. Y si bien la Ley 27.551 era considerada por algunos “perversa” porque “el aumento anual quedaba desfasado por la inflación”; el “todo está permitido” profundiza la desigualdad entre las partes y se expanden las desgracias sobre el locatario.

“En una familia que alquila, una sola economía no mantiene el hogar. El alquiler queda para familias con dos economías, la relación alquiler-sueldo cambió sustancialmente”, razona un profesional que encontró una solución creativa para salvar la situación: invitó a vivir a su casa a la ex, “la madre de mi hijo” señala. “El lema fue vení a rancherar a casa. Y vino, trajo sus cosas, y su cuarto es el que mejor quedó”, se ríe. 

Patagonia: el fin del mundo como destino habitacional

Una inquilina detalla que “aun cuando hay dos sueldos en un hogar y entre los dos arañan 900 lucas, si tenés tres pibes, con lo que cuesta mandarlos a la escuela, la ropa, que se alimenten y circulen, no podés pagar 500 de alquiler”, lo que piden por un tres ambientes. Ella es profesional y vive con su hijo. Alquila un departamento desde el 2018. O alquilaba: ahora embala sus cosas para dejarlo, no puede pagarlo. “En ese momento estaba a mi alcance, pero transformaron nuestras vidas en algo imposible y la única alternativa que me quedó, y cuando la descubrí dije: ¡estoy salvada! es irme a la casa de mi hermana que vive en Plottier”, la patagonia neuquina.

“¿Cuántos pueden pagar 300 lucas por dos ambientes? ¿O un tres ambientes en Flores a 500? Un dos ambientes en Palermo, de dos plantas: 400 lucas. Está regalado. Lástima no tener la guita”, lamenta esta inquilina. Absurdos los montos, indexar por inflación, aumentos cada tres meses. “Incluso si accedo --evalúa--, en dos meses vuelvo a comerme la cabeza para resolver el kilombo, y para estas animaladas de alquileres te piden dos garantías y a veces seguros de caución”. El seguro garantiza al dueño que va a cobrar, claro.

En medio del vendaval, algunas inmobiliarias empatizan con el inquilino y logran acuerdos. La “renovación temporaria” es uno, para tener un marco “lo más legal posible”, explica Silvia Cruces, asesora de Traditio Propiedades. “Aumentó la oferta de propiedades --confirma--, pero muchos piden aumentos mensuales, aunque suene increíble. Nosotros estamos aumentando cada cuatro meses, por el IPC. Me parece lo justo. Al propietario que no le gusta que vaya a otra inmobiliaria”.

“En mi historia de inquilina, de propietaria, de joven, de vieja --desgrana-- nunca vi una situación tan complicada. En familias donde se cuadriplica el alquiler se hace imposible. Para un inquilino nuevo, pagar 300 mil puede ser lógico por el costo de vida actual, pero no para el que tiene que triplicar lo que pagaba. Y algunos piensan en la alternativa temporaria”. No es buen negocio. Ni para los propietarios: “La fantasía de alquilar en dólares y temporario influyó muy mal en el mercado” asegura.

Eugenio alquilaba temporario en el microcentro porteño hasta que le exigieron aumentos mensuales. Consiguió alquilar en Constitución, dos ambientes luminosos, por 120 mil pesos, que a fin de año saltaron a 280. Eligió volver a su cabaña en El Bolsón, que estaba para alquilar este verano: “Tuvimos muchas consultas pero nadie concretó”. Y trabajará a distancia. “Vivo solo y puedo hacerlo, la mayoría de la gente no”, subraya.

Con montos y condiciones extremas, inmobiliarias como Traditio buscan “que sean dos los locatarios, para que puedan pagar”. Y destacan que “el paso de pagar 60, a 250 mil, en un alquiler convencional, aumentó de la oferta". Volvieron propiedades que estaban desocupadas o en temporarios. Pero la voracidad especulativa tardará en apaciguarse: “Bajar no van a bajar, pero creo que se van a estabilizar”, sostiene Cruces.

Vidas itinerantes

Carmen Zelarayan es docente. Trabaja en el Bernasconi y desde 2009 alquila. “En esta casa en Parque Patricios estoy desde 2012 y tenía buena relación con los dueños, hasta que falleció el propietario y se puso difícil con las hijas”. Es un PH y en un momento le cortan el gas, por una pérdida, cuenta. Las dueñas reusaron repararlo y empezó la disputa “entre mi alquiler barato y la falta de gas, hasta que ahora me piden la casa”. 

El mes que viene Carmen tiene que dejar la casa. “Busco, pero los precios son exorbitantes. Vivo sola, es un tres ambientes porque vienen mis hijos. Tengo dos hijos que alquilan con contratos de hace uno o dos años, por ahora están bien. Pero yo no llego. Veo anuncios que ni siquiera pregunto: 400, 500 mil pesos, no puedo pagarlos”.

Hasta ahora, Carmen pagaba 120 mil pesos al mes. Ahora le piden 500 mil. "Como gano 800 mil no llegaría a cubrir ni lo mínimo, ni la comida”. Espera a un conocido que quizá le alquile. “O tendré que salir a buscar cualquier cosa. Y si no consigo dejo mis cosas en distintos lugares y voy a quedarme un tiempo en Lomas de Zamora con mi compañero o en casa de mi hija, a la espera de conseguir algo accesible”.

Una casa en Villa Lynch

El caso de Mariela, profe de arte, es atípico. Ya tenía un acuerdo con formato trueque: en vez de pagar alquiler, ella y su novio fueron reparando la vieja casa en Villa Lynch que consiguieron por un conocido, hace tres años. La casa estuvo desocupada más de 15 años. “Me comprometí a arreglarla a cambio de vivir ahí, con un comodato que venció en enero, cuando me avisaron que quieren cobrar un alquiler”.

La casa ya está “superhabitable”, señala, pero ella y su novio, juntos, no ganan “lo que el mercado pide”. “Con suerte llegamos a 500 mil y un tres ambientes está en 350 o 400 mil. Les explicamos a los dueños que no tenemos esos ingresos y que no podemos irnos. Propusieron dejarlo en 250, yo dije 200, es barato para el mercado pero la casa vale más que antes. Y ya estamos por firmar un acuerdo temporario”. Le preocupa el índice de los aumentos, que será trimestral, pero concede: “Soy afortunada con este acuerdo, sino tendría que mudarme con mi mamá, y si estuviera separada no podría alquilar sola y con un hijo. Hoy elegís: comer o pagar el alquiler ¡Es una locura!”

Frente al apocalipsis: jugar la última carta

“Si es la última carta, jugala, me dijo una colega y la jugué, no quise esperar a que ellos estuvieran en la calle” explica el hombre sobre el motivo por el cual uno llevaría a su ex a ocupar una habitación que está libre en su casa. “El motivo es económico. Y quizá no es lo mejor, pero me pareció inteligente y estoy tranquilo, prefiero saber que la economía de la madre de mi hijo es estable”.

Todo empezó cuando vio que “se venía la liberación de todo”. Llamaban de la inmobiliaria “por el departamento que alquilaba mi ex” pidiendo aportes. "Como gestos del inquilino porque habían quedado muy atrás los alquileres”. No ayudaba saber que los índices anuales iban a duplicar o triplicar el contrato del año anterior, “cosa que con los sueldos hoy, no lo respaldás”, enfatiza.

“Me vi en un escenario apocalíptico y me pareció bien que mi ex ocupara un cuarto libre del departamento y se mudara acá", explica. Fue una estrategia “para capear la tormenta y sacar del medio la variable inmobiliaria”, razona sobre la estabilidad que les da la maniobra. “Después está lo cotidiano: ya no puedo dejar la puerta abierta del baño, tengo que tomar recaudos”, se ríe. “Pero es bueno encontrar llena la heladera. Salimos ganando en la relación costo-beneficio”.

“El índice de inflación hoy lleva a que todas las renovaciones sean conflictivas”, evalúa, sin chistes. “Si bien antes los propietarios decían que estaban ‘haciendo beneficencia’, se estiró mucho la cuerda". Actualización mensual o trimestral, o en divisas, y acuerdos que ya no son en base al sueldo, “porque no sabes qué porcentaje de tu sueldo representa el alquiler”, analiza. Y concluye: “Esto para un laburante es una regla tremendamente injusta”. 

Las nuevas reglas del mercado

“Un aumento de precios muy fuerte y el empobrecimiento de los inquilinos, por ahí va hoy la situación, y que eso va a derivar en una crisis habitacional enorme, en 3 o 6 meses, con desalojos por todos lados y tomas de tierras”, considera Gervasio Muñoz, referente de Inquilinos Agrupados. Sin la Ley de Alquileres, “resistida porque el mercado resiste la intervención del Estado en el precio”, las consultas a la agrupación remiten a los aumentos: “Todos rondan el 400 por ciento y la gente no sabe qué hacer, ni dónde vivir, vuelven con los viejos, o van con los hijos, y eso en los mejores casos”.

“La oferta crece pero con lugares de peores condiciones y cada vez hay que destinar mayor parte del salario al alquiler. Pero nunca se comprobó que la libre competencia equipare a sectores desiguales”, como los dueños de las casas y los inquilinos. Por eso considera que ante la inestabilidad económica “lo primero que va a expresarse es la crisis habitacional, con tomas, intervenciones, mucha violencia, mucho desalojo”.

Lo contrario al sueño de la vivienda, como lugar donde vivir, con vínculos alrededor como la escuela, lo barrial, el trabajo. “Hoy se niega esa valoración” señala. Y frente a los aumentos y a esta flexibilización, “el argumento es que los consumidores pueden elegir no consumir, y van a bajar los precios. No. Eso solo se traduce en mayor pobreza. Y quitaron el plazo mínimo --describe--, esto disciplina a los inquilinos que no pueden reclamar porque en tres meses tenés que volver a hablarle al propietario para ver si podes seguir viviendo o no, ahí”.