Es tema recurrente escuchar la problemática del dormir, personas que se aquejan por padecer insomnio, despertares sucesivos a lo largo de la noche o inconvenientes para conciliar el sueño. También, aquellos que no pueden dormir de noche y lo hacen durante el día, los llamados “noctámbulos” o personas que al despertar sienten que haber dormido no los ayudó a descansar: duermen, pero no descansan.

Es así como distintas preguntas comienzan a delinearse y producen la necesidad de realizar una transmisión acerca de la importancia que tiene para el cuerpo y el aparato psíquico el acto de dormir.

Comencemos diciendo que dormir es una necesidad. Que esté en el orden de la necesidad básica ya implica algo fundamental: solo es posible la supervivencia humana incorporando el dormir a nuestra cotidianeidad, ya que, así como comer es vital para el ser humano, dormir también lo es.

Dormimos para darnos la posibilidad de estar despiertos y como estamos despiertos es que necesitamos dormir. Las funciones del sueño son varias y continúan estudiándose, pero hace ya muchos años contamos con algunas certezas en este campo[1], como, por ejemplo, que el sueño tiene diferentes fases y funciones. Una de ellas es la de regulación de la temperatura corporal que facilita los procesos hormonales y metabólicos, entre otros. Este “termostato” es fundamental para estar vivos. A su vez, varios estudios han demostrado que cuanto menos se duerme (a menor calidad del sueño) más dificultades habrá en el procesamiento de las funciones psíquicas: concentración, memoria, capacidad de abstracción, razonamiento lógico, disminución de los reflejos y aumento de probabilidad de desarrollar ciertos trastornos (ansiedad, irritabilidad, etcétera) ya que produce alteraciones en el estado anímico por experimentar la “privación” del sueño.

De modo tal que la pregunta cae por su propio peso: ¿Qué es lo que conduce a las personas a la privación de una de las necesidades básicas humanas? Por supuesto, habrá que ver el caso por caso, sin embargo, podemos pensar algunas cuestiones al respecto.

Sabemos que Freud no fue el único que se interesó por la investigación y el análisis de los sueños, sin embargo, continúa siendo fundamental tener en cuenta al autor para poder pensar el padecimiento subjetivo que por añadidura traen los sujetos al análisis respecto a las problemáticas del sueño.

Para esto es importante diferenciar el dormir y el soñar, porque no son lo mismo. En el estado del dormir se produce un retraimiento libidinal y se inhibe la motricidad --entre otras cosas--, por eso es importante interrogar el despertar. El soñar intenta evitar esto y en ese sentido los estímulos que causan los sueños pueden causar el despertar: estímulos externos o internos, deseo, restos diurnos no tramitados, etcétera. De manera contraria a su función existen también los sueños de castigo, de angustia y traumáticos y estos suelen traer varias problemáticas entre el dormir y la vigilia.

Así es como podemos decir que una de las características psíquicas del dormir es poder cancelar el mundo exterior, eso a lo que llamamos introversión libidinal, esto es: la libido que en el estado de vigilia aparece depositada en el mundo exterior necesita regresar y producir un corte, por eso Freud decía que “Despertar por la mañana es como renacer” (Freud, 1915-16, p. 80).

Y entonces, si es tan importante el dormir para que se produzca este regreso libidinal, el mismo autor continúa y se interroga: “¿por qué la vida del alma no se duerme?” (Freud, 1915-16, p. 81). En este sentido, si “la vida del alma no se duerme”, ¿por qué soñamos? ¿para qué soñamos? ¿es necesario soñar para dormir?

Si bien el mundo exterior genera una “amenaza” al dormir (lo hace a través de estímulos) el aparato psíquico tendrá que emitir una reacción, el cual a su vez --y parece un contrasentido-- para mantener el sueño va a sostenerse “trabajando”.

¿A qué llamamos estímulos que “amenazan” el dormir?

El autor los divide en internos, por ejemplo, la sed, y externos, que son aquellos que ingresan por los sentidos. Un ejemplo de esto sería que si siento sed el sueño acude a satisfacerla cumpliéndolo de manera alucinatoria, así la persona continúa soñando y evita despertar y por este tipo de estímulos (y su vinculo al sueño) podemos pensar que existe, parafraseando a Freud, un “deseo universal del dormir” porque en lo más profundo del sueño se otorga existencia a su mismísima función: elaborar los estímulos que amenazan el despertar para quitarles realidad y que caigan en el olvido.

Sin embargo, además de estos estímulos se ubican también los estímulos anímicos, para Freud este estímulo es “el deseo que urge ser tramitado” (Freud, 1915-16, p. 119), en esta vertiente encontramos también a los restos diurnos que van a ser excitadores del sueño, son restos que hemos oído, visto durante el día o en días previos, que propician el soñar y que también pueden amenazar el despertar.

Entonces, por un lado, están los estímulos que amenazan el dormir que vienen del mundo exterior y el mundo interior, además también los deseos y los restos diurnos no tramitados. Por otro lado, está el trabajo del sueño que tramita estos estímulos y se sirve de los restos diurnos y del deseo inconsciente.

De este modo, mantener cierto nivel de atención permite la creación del sueño y a su vez esto propicia que se evite el despertar, “El sueño es el guardián del dormir”(Freud, 1900, p. 245; 556).

Pero, ¿qué sucede cuando el “guardián” falla? Su ausencia y/o falla afectará de manera directa el dormir ya que podemos soñar despiertos, pero a nivel del pensamiento (con la imaginación o las fantasías) pero de este modo no estaríamos durmiendo, reitero: necesidad básica del ser humano.

Si pensamos en el mundo actual donde desarrollamos nuestra vida cotidiana --y más que nada en la ciudad-- estamos rodeados, inmersos, llenos, por todos lados, de estímulos externos: ruidos, imágenes, olores, etcétera. Un ejemplo bastante común es el de acostarse mirando el celular. De manera tal que nos encontramos abarrotados de un exceso de estímulos que se disparan sucesivamente (generando además una gran contaminación sonora y lumínica --al menos--) y esta es la principal causa de la problemática del dormir. Me pregunto si en este contexto podría el aparato psíquico tramitar toda esa cantidad de estímulos excitatorios. ¿Podemos pretender que nuestro aparato psíquico tramite semejantes cantidades de estímulos para que el “guardián del dormir” realice su trabajo?¿Es posible, hoy en día, retirar la libido del mundo exterior para producir ese corte necesario que conduce al estado del dormir?

Además de estas preguntas, subrayo la necesidad de propiciar cada vez mas desde las distintas áreas de Salud la importancia de dar a conocer y realizar una higiene del sueño, no es posible para el sujeto “naturalizar” el hecho de “dormir mal” porque lo que pone en riesgo es su propia supervivencia, su vitalidad. Spinetta nos da un respiro al respecto cuando canta: “Tengo tiempo, para saber, si lo que sueño concluye en algo”.

Florencia González es psicoanalista. Autora de “Lo incierto” (Ed. Paco, 2021)

[1]¿Qué es el sueño? Instituto del sueño de Madrid.