En el marco del Día de la Mujer y la Niña en la Ciencia que se conmemora cada 11 de febrero, docentes de las áreas de Ciencia de la Computación, Física y Matemática de la UNR participaron del Ciclo Atardeceres Científicos organizado por el Complejo Astronómico Municipal. "Cuando Matemática, Física y Computación se juntan a navegar el espacio" fue la temática de la propuesta de juegos y relatos sobre el papel crucial que desempeñaron las mujeres en el desarrollo de los viajes espaciales. El encuentro estuvo a cargo del equipo Femeneidades y Ciencia de la Facultad de Ciencias Exactas, Ingeniería y Agrimensura dirigido por Mariela Cirelli.
En esta oportunidad compartieron las vivencias profesionales y personales de científicas que realizaron valiosos aportes pero que también debieron atravesar numerosas barreras y que hoy resultan inspiradoras. “Conocer a las pioneras en las distintas disciplinas y recordar sus nombres es imprescindible para visibilizarlas, honrarlas y devolverles el lugar que merecen en nuestra historia”, afirmaron.
Las docentes expresaron que “nadie puede ser lo que no se imagina” y por eso promueven acciones de comunicación de la ciencia inclusivas. Intentan romper con los estereotipos de la imagen del científico como un varón con delantal y tubo de ensayo que trabaja solo encerrado en su laboratorio. “Por el contrario, se trata de una labor en equipo formado por hombres y mujeres que van construyendo el conocimiento de forma colectiva”, resaltaron.
Cabe destacar que en nuestro país, seis de cada diez investigadores son mujeres pero se dedican especialmente a las áreas sociales y humanísticas, mientras que en las ciencias exactas, ingenierías y tecnologías la participación femenina es baja. Por otra parte, los cargos superiores están ocupados en su mayoría por varones, lo que configura un “techo de cristal”.
Pioneras
Entre las científicas argentinas destacaron a la matemática Rebeca Cherep de Guber, una pionera de la Informática, creadora junto a Manuel Sadosky del Instituto del Cálculo de la UBA. En 1957 pusieron en marcha a “Clementina”, la primera computadora para investigación científica en América Latina, una gigantesca colección de módulos que contenían más de cinco mil válvulas. Esta se utilizó para el censo, la estimación de distribución de combustible de YPF, el análisis de datos de radiación cósmica y modelos econométricos, entre otras aplicaciones. Rebeca creó la primera empresa orientada al desarrollo de software y la tecnicatura en Computador Científico que fue la primera formación en Ciencias de la Computación. Renunció a su cargo en la Universidad de Buenos Aires tras el violento episodio de la Noche de los Bastones Largos y tuvo que exiliarse durante la dictadura de 1976. Cuando volvió al país, participó en los equipos que acompañaron la candidatura de Raúl Alfonsín quien, al asumir la presidencia, potenció la Secretaría de Ciencia y Tecnología que incluía una Subsecretaría de Informática, cuyo objetivo era impulsar el desarrollo de la disciplina en el país. Asimismo dirigió la Escuela Superior Latinoamericana de Informática, uno de los hitos más importantes de la Computación que impartía formación de excelencia y que debió cerrar en los 90 debido al desfinanciamiento del gobierno. Siguió trabajando en políticas públicas hasta sus 80 años y falleció en 2020.
Otra de las historias elegidas fue la de Miriani Pastoriza quien nació en Santiago del Estero en 1939. En las noches de verano, su madre ponía las camas en la galería de la casa por el calor y ella sentía que podía tocar el cielo. Eso despertó su curiosidad por las estrellas, memorizaba sus nombres y soñaba con estudiarlas. Se formó en el Instituto de Matemática, Astronomía y Física de la Universidad de Córdoba recientemente creado y fue la primera mujer en graduarse de esa Universidad y en esa disciplina superando todas las dificultades y prejuicios. También fue la segunda mujer en el país doctorada en Astronomía. Junto a su director de tesis, José Luis Sérsic, demostró que los centros galácticos eran “hornos estelares”, donde permanentemente nacían nuevos soles. Tan importante resultó este descubrimiento que marcó un antes y un después en la astronomía extragaláctica a tal punto que este tipo de galaxias pasaron a llamarse Sérsic-Pastoriza. Durante la dictadura le prohibieron trabajar en cualquier Universidad del país. Volvió a Santiago del Estero donde dio clases particulares a estudiantes de Ingeniería y en 1978 se exilió en Porto Alegre, Brasil. El entonces director del Instituto de Física de la Universidad Federal de Río Grande del Sur la invitó a liderar un grupo de investigación en astrofísica y ya no volvió a vivir en Argentina. Con el tiempo, Miriani se convirtió en una referencia en la formación de nuevas generaciones de astrónomos y astrónomas de Brasil y de todo el continente. Recién en 2018 recibió el doctorado honoris causa de la UNC donde había cursado sus estudios de grado y posgrado.
Las profesoras de las UNR también rescataron la historia de una brillante estudiante de Astronomía de la Universidad de La Plata, Ana Teresa Diego. A los 21 años fue secuestrada y desaparecida por la dictadura, a la salida de la Facultad. Una de sus compañeras de celda mientras estaban secuestradas contó que Ana, usando sus conocimientos de matemática y física, analizaba los ángulos de la proyección del sol que daba en un paredón y podía deducir la hora. En 2011 la Unión Astronómica Internacional colocó el nombre Anadiego al asteroide 11.441 que se encuentra entre Marte y Júpiter.
Otra de las científicas nombradas fue Ana Caumo, una ingeniera electrónica nacida en La Pampa que se formó en la Universidad Nacional de La Plata. Trabajó para la empresa INVAP que desarrolla proyectos tecnológicos en diferentes campos de la industria nuclear, espacial y de comunicaciones. Allí se unió a un equipo con una gran misión: construir un satélite que ofrezca servicios de telecomunicaciones, transmisión de datos y televisión digital, que permita conectar entre sí y con el resto del mundo a los más alejados pueblos argentinos. Ana fue líder del desarrollo de los satélites ARSAT 1, 2 y 3, tanto en la fabricación como en la prueba y la puesta en marcha. El ARSAT 1 es el primer satélite de comunicaciones geoestacionario argentino que se lanzó en 2014 y de esta forma nuestro país se convirtió en una de las ocho naciones en el mundo que desarrollan sus propios satélites. “Un proyecto muy importante que nos permite tener autonomía en términos de datos, observación, análisis y ser una referencia en el Cono Sur”, expresaron las investigadoras locales.
Por último resaltaron a la Doctora en Física Gabriela González quien estudió en la Facultad de Matemática, Astronomía y Física de la Universidad Nacional de Córdoba y se doctoró en 1995 la Universidad de Siracusa, en Nueva York. Desde el Instituto Tecnológico de Massachusetts trabajó en LIGO (sigla en inglés del Observatorio de Ondas Gravitatorias por Interferometría Láser). Este Observatorio se dedicó durante décadas, con la colaboración de más de mil investigadores distribuidos en veinte países, a encontrar una prueba empírica de la existencia de las ondas gravitacionales. Lo lograron en 2015, exactamente cien años después de las predicciones de Einstein. Gabriela trabajó en este proyecto junto a Thorne y Weiss, dos astrofísicos que recibieron el Premio Nobel de Física. En prácticamente todas sus charlas, hace hincapié en la importancia de que se visibilicen modelos femeninos en física, para desmitificar la figura estereotipada del científico viejo, blanco y loco.