No conozco a Hugo Solezio. Lo único que se de él, y que probablemente muchos hayan sabido en un determinado momento de 1978, es que estaba preocupado por el devenir de la música popular argentina, en general, y el rock en particular.

Desconozco qué edad tendría en los meses previos al mundial de fútbol que iba a terminar con la Argentina consagrándose en el estadio Monumental, y con los militares celebrando algo que, con el tiempo les iba a terminar jugando en contra. El mundo había escuchado lo que sucedía en el país, más allá de los goles de Mario Kempes y las atajadas del “Pato” Fillol.

Desde Avellaneda, Hugo escribió una carta que salió publicada en el número 96 de la Revista Pelo que, editada en mayo de ese año, da cuenta de un clima de época complejo para quienes encontraban un refugio en las novedades musicales. “Hace mucho tiempo que tenía ganas de escribirles. No me pierdo nunca un número de la revista: me parece genial toda la información y los reportajes, a pesar de que cada día nos estamos quedando con menos músicos en nuestro país. Me refiero a los más conocidos”, arranca diciendo la misiva que estira el lamento: “No encuentro ya grupos estables; será porque todavía vivo con los recuerdos de grupos como Sui Generis, Invisible, La Máquina de Hacer Pájaros, etcétera”. “No encuentro en la gran cantidad de formaciones nuevas la fuerza que tenían esos antiguos grupos”, cierra.

El diagnóstico surgido del otro lado del Puente Pueyrredón parece reflejarse solapadamente en la tapa de ese número de la revista, que dista de estar entre las más recordadas. Un recuadro inmortaliza la banda británica Status Quo, mientras que los títulos adelantan algunos de los contenidos que incluyen una nota al grupo Rayuela, contenidos relacionados con Mike Oldfield, Rick Wakeman, Jon Anderson y con los estadounidenses Television. En esa portada también hay algo que se anuncia con una palabra Mujeres, y que al hojear la revista una se da cuenta que se trata de una conversación con María Rosa Yorio, Mónica Campins y Liliana Vitale bajo el título Mujeres y Rock.

El número 96 de la Pelo es la edición que da cuenta del exilio de León Gieco, que se presenta como “un viaje que originalmente haría a Colombia pero se transformó en un largo viaje por varios países de América Latina, cuya culminación se producirá en Los Ángeles, Estados Unidos, después de casi un año”. 

Sin embargo, en el entrelíneas de las páginas que pasan, hay una referencia que da cuenta de la germinación de una etapa que ya empezaba a marcar el pulso de una etapa dentro del devenir histórico del rock en el país. Un cambio de piel, una nueva adaptación microclimática.  La revista da cuenta de la inauguración de “un local de jazz, Jazz & Pop, ubicado en la calle Chacabuco 508, dirigido por el contrabajista Jorge González y el baterista Néstor Astarita”. La editorial pone el ojo sobre la visita a la argentina de Hermeto Pascoal y entre las noticias se anuncian actuaciones, con formación renovada, de Generación 0, la banda de Rodolfo Mederos.

Ya en marzo de 1977, más de un año antes, la revista Expreso Imaginario había dedicado una tapa al jazz rock y lo había nombrado como “el fenómeno musical de la década”. En la Argentina militar, los grandes conciertos eran cosa del pasado. Salvo honrosas excepciones el circuito volvió a concentrarse en pequeños espacios que, independientemente de su capacidad, sufrían la persecución represiva de modo constante.

Aunque el primer disco solista de Luis Alberto Spinetta, "A 18’ del sol" de 1977, había sido recibido con el ceño fruncido por parte de una buena parte de la escasa prensa especializada y con distancia por parte del público que seguía pidiendo a gritos las canciones que formaban parte de un destacado listado de grandes éxitos, el sonido de ese material no hacía otra cosa que profundizar gestos estéticos que ya se habían experimentado en "El Jardín de los Presentes", el último disco de Invisible, y que en menor medida, latían en algunos pasajes de las bandas abocadas a las corrientes del denominado rock sinfónico que comenzaba a quedar “antiguo” en el panorama musical argentino.

Hay un fragmento de un diálogo de Spinetta con el público que lo fue a ver junto a la entonces banda que completaban Diego Rapoport y Machi Rufino que es paradigmático en ese sentido. Fue en el Colegio Lasalle el 17 de junio de 1977, meses antes incluso que la salida del primer disco al que le puso su nombre. “Yo quiero que este sea un concierto que pueda, de alguna manera, abrir una nueva pauta en cuanto a la música que se está ejecutando en Buenos Aires. Una de las características de esta pauta es comprender que en un viejo enemigo mío llamado jazz, encontré con el tiempo, un gran aliado, un gran amigo. De alguna manera, yo quiero rendir una especie de homenaje a todos los músicos de jazz, porque todo lo que nos gusta hoy, Stanley Clarke, un montón de tipos, tienen su origen en muchos músicos de jazz que nosotros ignoramos, o por prejuicio no les queremos dar bolilla, pero que esos tipo tocan, sabes cómo”, advirtió Spinetta en esos tiempos en los que la música popular argentina se había rendido a los pies de Astor Piazzolla.

Vuelvo a la revista, en la que también aparece una reseña de los conciertos de la Banda Spinetta en el Teatro Astral y un anuncio anticipa la actuación de un cuarteto de nóveles artistas encabezados por Pomo, que venía de tocar en Invisible y ya había ensayado su paso por Seleste, la banda liderada por David Lebón. El concierto estaba pautado para el 22 y el 25 de mayo en el Teatro Estrellas, de Riobamba 280. A partir de las 20, el baterista se iba a subir al escenario acompañado de Frank Ojstersek, Juan Del Barrio y Lito Epumer. La banda se llamaba Sr. Zutano.

“La forma en que se gestó Sr. Zutano no tiene ninguna diferencia con la formación de cualquier grupo de principiantes”, iba a decir Del Barrio en la edición 99 de la Pelo. “Cuando me quedé sólo y empecé a buscar gente para tocar no sabía con quién me iba a encontrar. Y jamás, jamás, hubiese pensado en tocar con gente como ellos. Por ahí, si tenés todos los instrumentos del mundo y doscientos mil dólares en el banco, no te sale un grupo así”, contestaba Pomo apoyando solapadamente la idea que se expresaba en la pregunta por la condición de "supergrupo" con la que se empezaba a identificar a la formación.

Asentados en la impronta de los tiempos, el cuarteto desarrollaba una fina propuesta en la que la fusión y el jazz rock eran elementos característicos. Los temas era en su gran mayoría instrumentales y los que tenían letra surgían de la lírica de Pomo y se expresaban en la voz de Ojstersek, que ya tenía antecedentes como vocalista. Aunque el debut de la banda tuvo una buena acogida por parte de la prensa, apenas si volvieron a presentarse en vivo en medio de un clima en que la música de rock en Argentina vivía una de sus crisis más importantes en materia de espacios para tocar y las posibilidades concretas de grabación.

Para su actuación en el Teatro Lasalle, la crítica de Pelo destacó su rápida “personalidad musical cercana a la madurez”. A la vez, se destacaba que “la razón” de su “potencia y sensibilidad” estaba asentada en “la trabazón armónica de los temas” que sirvió para “consolidar un basamento firme para que los solos adquieran un vuelo y una flexibilidad sin estereotipos ni clisés”. Esa fue la última vez que tocaron en vivo.

“Para mí fue un grupo muy importante. En el momento en que estuvimos juntos mató. En esa época, ni la gente ni nosotros nos dimos cuenta de lo que era, pero, después de lo que ocurrió en el movimiento desde entonces hasta ahora, me parece algo que mató. No digo que fue impresionante, pero por lo menos tenia composiciones buenas y varias de ellas eran originales”, supo decir Pomo años después, en las puertas del proyecto que Spinetta Jade.

Cuando Luis Alberto convidó a Pomo a formar parte del proyecto con el que arrancaría la década de los ochenta, el baterista ofreció sumar a Juan del Barrio. Sólo que Spinetta lo quería para que se haga cargo de los bajos desde el sintetizador. Las teclas eran originalmente para Lito Vitale pero una serie de eventos desafortunados imposibilitaron su participación que generó un inconveniente rápidamente resulta con la llegada de Diego Rapoport. El ex Almendra también lo quería a Pedro Aznar, que estaba en Serú Girán, la banda posiblemente más taquillera del momento. Su lugar fue ocupado por el uruguayo Beto Satragni.

Rápidamente, Satragni abandonó el grupo para dedicarse a sus proyectos y su lugar fue ocupado por Ojstersek, quien participó oficialmente de la formación que grabó "Los niños que escriben en el cielo", de 1981. Si bien en ese álbum los teclados estuvieron a cargo de Leo Sujatovich, hubo un tiempo en el que tres cuartas partes de Sr. Zutano fueron la base de Spinetta Jade. El tiempo de Lito Epumer iba a llegar sobre el final de la vida de ese proyecto, marcado con el disco "Madre en años luz", editado en 1984.

“Busco meterme en una cosa sin tregua, que ni siquiera me de tregua a mí”, decía Pomo en la génesis de Sr. Zutano. Quería “empezar desde cero y ofrecer a toda la gente que está conmigo la posibilidad de hacer lo mismo. Porque soy un músico y pienso que es la necesidad del músico poder hacer todo, y además comprometerse. Si no te comprometes un poco más allá, no crecés. El tipo que no avanza, no está parado: retrocede”, aseguraba.