Como es sabido, hace un par de semanas el presidente Milei autorizó a su par uruguayo, Lacalle Pou, a disponer el inicio de obras para dotar de más profundidad al puerto de Montevideo. Habilitó así a la República Oriental del Uruguay a dragar el Canal Punta Indio, en el Río de la Plata y hasta catorce metros de profundidad, con lo que de hecho se reemplazará la soberanía hídrica argentina por la uruguaya.

Decisión absurda y antinacional que se encuadra en el modo abstruso e inexplicable de las decisiones del Sr. Milei.

Acto cipayo ejemplar, además, esta entrega de soberanía implica la cancelación prácticamente definitiva de la postergada obra de habilitación del Canal Magdalena, vía natural argentina que es más profunda y más ancha y permite el paso de buques de mayor calado, volumen y peso, y además en ambos sentidos, lo que es de hecho una maravilla natural porque corre paralela a la costa argentina y bonaerense y es la mejor ruta para nuestro comercio exterior.

Resulta entonces difícil imaginar decisión más perversa y estúpida que la adoptada, especialmente si se recuerda que hasta ahora todos los gobiernos argentinos de cualquier signo resguardaron la soberanía nacional –con matices, demoras o yerros– coincidiendo al menos en que no se entregara a ningún país del mundo semejante llave comercial. Cuya importancia nunca fue retórica ya que permitía, según estudios y análisis de expertos en comercio exterior, una acumulación anual de divisas tan importante como para pagar la totalidad de la deuda externa argentina en menos de una década. Nada menos.

Está claro que desde hace años este país sobrelleva esa especie de absurda condena, que es imprescindible y urgente terminar pero que, con esta decisión injustificable del Sr. Milei, se consolida, en contra de la Argentina repentinamente condenada a un rol minúsculo, pasivo y económicamente disparatado por la desequilibrada decisión de un Presidente que sin explicación alguna, sin pasar por el Congreso y a cambio de nada, resigna tontamente la soberanía y condena al país a pagar más millones de dólares de ahora en adelante.

Igual de cierto es que la información, los estudios y las licitaciones respecto del Canal Magdalena fueron pésimamente manejados los últimos años por todos los gobiernos anteriores, y en especial los de Mauricio Macri y de Alberto Fernández, quienes impidieron sistemáticamente la puesta en operaciones de este canal hasta ahora considerado poco menos que una gracia de Dios por estar dotado con el mejor calado natural, la posibilidad de doble vía de circulación y el mantenimiento más económico. Además de que su operatoria crearía entre 40 y 50 mil empleos bonaerenses. Gracia que ahora queda exterminada.

Ya durante el último cuatrienio la puesta en funcionamiento del Magdalena fue sucesivamente postergada por los varios ministros de Transporte que reportaban políticamente al Sr. Sergio Massa, jefe político de hecho del Ministerio de Transporte en el que se firmó y congeló el decreto 949/20 que fue el instrumento por el cual se demoró primero, y luego se canceló, la iniciación de la obra. Que ya durante la gestión kirchnerista había impulsado el senador y luego ministro Jorge Taiana. Lo cierto es que nunca se avanzó a pesar de innumerables reclamos y gestiones, incluidos los de esta columna a lo largo de más de cien artículos publicados en este diario durante los últimos cinco años.

Lo que ahora queda definitivamente claro es que la gravedad del regalo de Milei a Lacalle Pou radica en que de ahora en adelante toda carga que baje por el río Paraná saldrá al Océano Atlántico a través del Puerto de Montevideo, mientras que los puertos argentinos –La Plata, Ensenada, Necochea, Mar del Plata, Quequén y Bahía Blanca, por lo menos– obviamente disminuirán sus operaciones con enormes perjuicios, ya que es previsible que la casi totalidad de los grandes buques operen en la costa uruguaya. Lo que además significará que todo el comercio internacional argentino, desde y hacia el Atlántico, será controlado y digitado por las autoridades del puerto de Montevideo, que ha sido concesionado por 80 años a un conjunto de multinacionales encabezadas por la belga Katoen Naty. Y cuyo enorme derrame económico perderán los puertos argentinos, de mejor y mayor capacidad operativa que los uruguayos.

Un contexto lamentable, como se sabe, en el que se confirman todas las advertencias y riesgos señalados por diferentes especialistas que a la par de esta columna advirtieron durante años acerca de la inconsistencia de las políticas hídricas nacionales erráticas y no soberanistas. Así se descuidó el río Paraná al no ponerle límites a la mayor concesionaria, la poderosa multinacional belga Jan De Nul, que desde hace décadas concentra las tareas de dragado y profundización del sistema fluvial formado por los ríos Paraná y de la Plata. Y concentración que parece haberse quebrado en las últimas semanas porque esa compañía sacó de servicio las tres más grandes dragas operativas y así es que ahora están encallando en el Paraná gigantescos buques de altísimo tonelaje.

Por lo que se sabe, además, la Jan de Nul en enero sacó del país algunas grandes dragas, como la "Pitot", llevada a Georgetown, capital de la Guyana, o como la "Alvar Núñez Cabeza de Vaca" que hoy opera en Trinidad y Tobago. Y también la "Taccola" que fue enviada a un astillero en Portugal y ahora se encuentra amarrada sin operar. Y hay informes que aseguran que la Jan De Nul decidió devolverle al Estado argentino la más grande y noble draga de este país, la "Capitán Núñez", ahora al parecer destinada a seguro desguace. Y no escasean temores de retiro de otras dragas que pueden incluso poner en jaque cualquier plan económico del gobierno de Javier Milei. Y además la renuncia de hecho al Canal Magdalena, paradójicamente, ni siquiera favorecerá al pueblo uruguayo sino sólo a las multinacionales europeas. Porque desde ahora todo lo que exporte la Argentina por mar (cereales, granos, lácteos, minerales y tecnologías argentinas) pasará a depender de un consorcio internacional mayoritariamente belga que operará desde Montevideo y ya nunca más desde puertos argentinos. Será Montevideo el mayor puerto del Cono Sur, en claro desmedro del sistema de puertos marítimos argentinos.

Claro que hay quienes piensan que estas decisiones se originaron durante el gobierno de Mauricio Macri (2015-2019) como imposición del FMI. Y también hay quienes no descartan que similares presiones y condicionamientos se hayan impuesto durante la gestión de Alberto Fernández (2019-2023), cuando se anunciaron licitaciones nunca concretadas. Como sea, el Magdalena como centro y eje de las exportaciones argentinas parece condenado a ser puro y doloroso olvido.

Y así la Argentina dejará incluso hasta de soñar con tener una salida directa y autónoma al mar. Todo el comercio exterior transportado por el río Paraná quedará definitivamente en manos de compañías extranjeras que exportarán ­–por el canal de Montevideo– todo lo que la Argentina apenas mirará pasar. Que no es una mera expresión romántica, sino una tremenda y dolorosa realidad: cálculos de economistas serios y académicos notables aseguran que la Argentina hubiera podido pagar la deuda externa argentina completa en menos de diez años.

Ahí ha de estar la explicación completa y veraz del desastre que empieza a ser, ahora, el regalo de Milei a su colega uruguayo.