Desde hace un tiempo el ultraderechista que gobierna suscita en muchos foros la pregunta por la gota que pueda colmar el vaso. Lo que hay implícito en esta cuestión es el supuesto de que en un momento el dolor y las injusticias serán tan insoportables que la sociedad despertará de su inercia y lo hará recuperando su conciencia crítica.

Sin embargo, si examinamos aquellas encrucijadas sociales que cambian el rumbo de la historia, no podemos asegurar que exista una ley "objetiva" donde se produzca, a través de lo insoportable, necesariamente un cambio. El cambio, la transformación política, no viene solo porque se ha llegado la gota que colme el vaso. Por muchos agravios a la memoria que se hayan producido, por excesivas que sean las diversas formas de destrucción del tejido social, por sádico que sea el ejercicio ilimitado de un poder desmesurado, es necesario que exista algo diferente a defenderse y resistir a la ultraderecha.

Eso diferente, dado que es muy difícil de nombrar, lo designamos por ahora con el nombre de Deseo.

Es el deseo de otra vida distinta a la propuesta por el orden de dominación neoliberal lo que constituye el paso auténtico a no seguir aceptando sus condiciones. De otro modo, para que haya un paso a otra realidad política y social, no basta con estar hambreado, humillado, precarizado, se requiere también desear no estarlo.

Se puede reclamar a los gritos volver a la "verdadera doctrina", o a sus "grandes verdades". Sin embargo, lo que da lugar a un sujeto político es, en primer lugar, que el denominado pueblo tome la palabra en una conversación de actores diversos y múltiples que deseen otra cosa distinta que la repetición siniestra de un gobierno que se mira en un espejo distorsionado y triste.

No hay gota que colme el vaso; es decir, no llegará el momento en que la situación sea tan horrible que la indignación gane todas las almas. Sin embargo, ahora mismo, en este instante, un deseo, que aún no se puede reconocer, de un modo subterráneo pero decidido, podría abrirse paso.