La gobernabilidad anarcolibertaria se sostiene ensuciando de pringosa inhumanidad sus acciones, omisiones y discriminaciones. “La crueldad está de moda -dice Martín Cohan- Milei se regodea con la crueldad”, agrega.

¿Y qué decir del vocero presidencial?, ¿esa reencarnación de un sádico romano metalizado disfrutando y defendiendo al raído león que destroza a sus víctimas en el viscoso circo de una política contra mujeres, gente desposeída, no binarias, trabajadora, jubilades y niñeces? Al placer de lo políticamente perverso se le agrega el sentirse superior maltratando. Las caras y los gestos de Adorni -monocorde, deshumanizado y cínicamente monótono, un robot libertario- representa el paradigma del odio vano, aunque tiene como finalidad recordarnos que ha llegado la hora del látigo.

¿Y la sexagenaria canciller -de la que se esperaría diplomacia- retando a les jubilades, frente a Mirta Legrand que tiene 97, por obtener créditos si saben que se van a morir? Vulgar, negadora y carente de sutilezas; tiene edad de jubilarse, nació en 1958. Pero se cree más allá del tiempo y sus urgencias, ¿qué puede temer una banquera al servicio de un gobierno mata pobres y antipatria? Sin embargo, ¿Por qué aceptó ese cargo si sabe que va a morir?

Pero la cónsul -honor que el incestuoso Calígula (se acostaba con su hermana) le otorgó a su caballo- cual diosa olímpica, sabe tirar flechas para humillar a una diputada proveniente del trabajo informal, entre otros objetivos aporofóbicos. La sibilina señora, tan tosca como elegante, compara gay con piojoso y adultos mayores con moribundos (menos ella). Pero está determinada por su nombre: Diana. La rústica diosa de la cacería y la naturaleza salvaje.

¿Y el mismísimo presidente -otra deidad agreste- que cuando un niño se desmaya a su lado, en lugar de asistirlo, se burla públicamente del caído? Goces de estas clases poderosas (por ahora), egoístas y pornográficas en sus imposturas sádicas.

Los dedos están al borde de una tostadora al rojo vivo. Obligan a una persona a meter la mano. La fuerzan. Cuatro veces sufre la tortura. Se retuerce de dolor, suplica piedad. ¿Su falta?, haberse masturbado. Las reglas de su mundo distópico prohíben el autoerotismo y el castigo es el tormento. Se trata de una escena de La langosta (2015), de Giorgos Lánthimos. Película que se puede interpretar como una alegoría estereotipada del infierno de la crueldad y la ausencia de compasión con el sufrimiento humano ostentado por las ultraderechas. ¿Y en nuestro país? La ministra de seguridad se copia de Nayib Bukele y mortifica prisioneros.

La crueldad, la frivolidad y culpar a otres de sus yerros también está de moda. Lo llamativo de este gobierno desangelado, cruel y fellinesco es el baboso disfrute del dolor ajeno. En la extraña sociedad de La langosta, si la pena hubiese sido moralizadora con una vez bastaba (no con cuatro). Pero los seres despiadados disfrutan al ver sufrir a otras personas.

El humano es el único animal que tortura. ¿Por qué? Porque posee conciencia, tiene racionalidad. Pero, ¿cómo se gestó la conciencia?, algo que proyecta, resuelve, problematiza y recuerda. La memoria es el punto áureo de la conciencia. Según lo analiza Friedrich Nietzsche, en la Genealogía de la moral, sólo lo que no cesa de doler permanece en la memoria. A partir de esta premisa desarrolla su génesis de la crueldad.

La ignominia institucional suele ser la antesala de las dictaduras debido a la incompetente soberbia de los poderes inseguros de sí mismos, tan obsesionadas por rapiñar y declamar obscenidades del lenguaje como impotentes en otro nivel. La falta de solidaridad y el morboso disfrute del dolor ajeno se transformó milenariamente en la aplicación de penas sobre las personas más necesitadas y coaccionadas, sin mencionar siquiera la rastreramente evidente misoginia y homofobia de las libertarias masoquistas y los libertarios inseguros de su masculinidad. Especímenes decadentes que por poseer dudosas fortunas creen que no entraron (o están entrando) en la vejez, que no morirán.

Algunas de los objetivos de la pena según Nietzsche: 1) Neutralizar presuntos peligros (contra el poder) de las personas sometidas. 2) Inspirar temor, perturbar. 3) Compensar con dolor supuestas fiestas disfrutadas por las víctimas. 4) Segregar las diferencias como exclusión. 5) Regodearse con el sufrimiento ajeno. 6) Imprimir en los cuerpos las arbitrarias normativas de la perversidad. 7) Vengarse de supuestas ofensas presentes o pasadas. 8) Por puro placer sádico. 9) Por impotencia e inseguridad de quienes detentan un poder totalitario e injusto. 10) Por diversión.

Detrás del desarrollo de la consciencia existe una larga historia que, en eras de crueldad como la presente, se reitera. En el segundo libro de la Genealogía, se explicita que esta fijación de la memoria nunca se realizó sin sangre, martirios, sacrificios y los empeños más espantosos como vender o asesinar niños y niñas o mutilaciones extremas como la castración. Las más crueles formas rituales religiosas y políticas tienen su origen en el impulso originario sabedor de que el dolor es el más poderoso medio auxiliar de la mnemónica, para cumplir reglas, pero ¡ojo! así mismo para la rebelión.

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Pedagogía de la crueldad” denomina Rita Segato a las prácticas sociales que van transformando a las personas en cosas. Una pedagogía que traspasa el mero matar. Se trata de una didáctica que enseña a des-ritualizar las muertes que ni le preocupan al poder despótico, más bien las alientan con su despectivo privilegiar al mercado antes que la vida (de les demás). La explotación de todo tipo: territorial, laboral, ecológica, social y sexual, en especial, son ejemplos y analogías del anhelo extractivista que mueve tanta crueldad. ¿Cómo puede ser que la movida anarcolibertaria que nos empoderaría se haya convertido en el mínimo quiosquito hipermillonario del círculo rojo a costa del empobrecimiento generalizado? De una jubilación mínima a un sueldo del Poder Ejecutivo median más de dos millones y medios de pesos. ¿De qué tiene miedo la casta?, ¿de volverse más rica? Pero saben que en última instancia dependen del sostén democrático y, ¿no da la impresión de que quienes querían un cambio sin medir las consecuencias están comenzando a ver las plataformas mendaces y sádicas de los “héroes” liberaloides?