Mientras el gobierno argentino padece un llamativo inmovilismo y una notable falta de reacción, sólo entrecortada por gestos puntuales y breves llamados de atención, los cambios en el Atlántico Sur, incentivados por el Reino Unido, se están produciendo de manera cada vez más acelerada.

Ya no es solamente por la sorpresiva visita del canciller David Cameron a las Malvinas y por sus pronunciamientos a favor de la soberanía británica sobre las Islas, una condición que, según su propia épica nacionalista, de ningún modo se verá alterada en el futuro.

Tampoco se trata de la ampliación de la “zona de prohibición” de pesca y navegación en las Islas Georgias del Sur, una decisión adoptada por Londres de manera unilateral y que extiende el control británico sobre aproximadamente 170 mil km² adicionales del Mar Austral, afectando de ese modo las posibilidades concretas de Argentina de acceder a la riqueza ictícola de esa región.

Ahora se suma la construcción de una obra de infraestructura que podría situar en otro nivel la disputa por las Islas Malvinas y por la presencia argentina en el Atlántico Sur.

Según informaron recientemente las autoridades isleñas, el histórico astillero británico Harland & Wolff ganará la licitación para la construcción de un nuevo puerto que reemplazará las instalaciones existentes en PuertoArgentino, construidas por la misma empresa en 1984 y que desde hace ya varios años se encuentran obsoletas.

El nuevo puerto implicará la construcción de cuatro muelles flotantes de amplias dimensiones, que estarán conectados mediante una carretera y una calzada construidas por separado, todo lo cual requerirá de una inversión inicial de más de 150 millones de dólares.

Nacido en 1861 en Belfast, capital de Irlanda del Norte, Harland & Wolff fue uno de los principales astilleros en momentos en que Gran Bretaña consolidaba su papel protagónico en la segunda Revolución Industrial y definía su futuro inmediato como la principal potencia mundial sobre mares y océanos.

Harland & Wolff viviría su primer hito entre 1909 y 1912 con la construcción del malogrado transatlántico Titanic. Durante la Segunda Guerra Mundial entrelazaría su producción con las necesidades del alto mando militar y cumpliría un papel crucial para Gran Bretaña en el montaje de 140 buques de guerra, 123 barcos mercantes, y más de 500 tanques.

Posteriormente, el astillero se consolidó como una de las más importantes empresas vinculada a la industria de la defensa y a la geopolítica británica, condición que permitió salvarlo frente a varias amenazas de bancarrota por deficientes y fallidas operaciones comerciales.

En las últimas décadas, Harland & Wolff mantuvo una creciente intervención en la industria militar de la OTAN, ya sea apoyando a las autoridades británicas, como así también a otros gobiernos asociados a la alianza atlántica.

Recientemente, modernizó la estratégica base aérea de Kuçova, ubicada en Albania y considerada como uno de los principales emplazamientos castrenses en los Balcanes.

Por otro lado, la firma de un precontrato con la empresa Austal Australia, la principal empresa australiana en materia de defensa, posibilitará en el corto plazo la construcción de la próxima generación de lanchas patrulleras para el Reino Unido, varias de las cuales serán luego enviadas al Atlántico Sur para tareas de vigilancia y seguridad fronteriza.

En plena disputa con China, una potencia con una presencia cada vez más amplia en esta región, la futura obra de infraestructura en las Malvinas apunta a cumplir con varios objetivos al mismo tiempo.

Por un lado, pretende situar a Puerto Argentina como el principal polo portuario en el Atlántico Sur, en detrimento de los avances realizados desde Ushuaia con este mismo objetivo, y teniendo en cuenta el incentivo que podría brindar en áreas económicas y comerciales tan diversas como la pesca y el turismo.

De igual modo, apunta a convertirse en un acceso privilegiado a la Antártida, un continente rico en agua y en minerales de todo tipo y cuya explotación es incentivada por el Reino Unido, pese a las restricciones existentes en la materia.

Por sus amplias dimensiones y funcionalidad, el proyecto puerto podría albergar además a barcos petroleros, teniendo en cuenta la presencia de hidrocarburos en el yacimiento Sea Lion, al norte de las Malvinas, y cuya explotación por parte de la empresa británica Rockhopper Exploration y de la israelí Navitas comenzaría a producirse este mismo año.

La intervención de un actor global como Harland & Wolff a cargo de la construcción de un nuevo puerto con capacidad para albergar barcos de gran calado e incluso submarinos implicará, por último, una mayor intervención en la región no sólo de la OTAN sino también de la alianza militar AUKUS, conformada por Gran Bretaña, Estados Unidos y Australia.

 

No cabe duda de que, pese a sus actuales debilidades, el Reino Unido está tratando de fortalecer su presencia en el Atlántico Sur para, de ese modo, reinventar un imperio añejo, prácticamente oxidado. Al parecer, no estaría sólo en esa tarea.