La abuela Sofía le había dicho a Susana que ese año empezaba la escuela, el preescolar. Susana no sabía qué era el preescolar, ella quería que su mamá volviera a casa. Estaba muy triste desde que la internaron. La extrañaba y también a su papá cuando se iba a verla los fines de semana. 

A la abuela se le llenaban los ojos de lágrimas cada vez que ella le preguntaba por el hermanito o hermanita que esperaba. Mientras su hija estuviera internada, era Sofía la encargada de cuidarla. Cuando llegó marzo empezaron los preparativos para el inicio de las clases. Llevó a su nieta a la tienda a comprarle el delantal, tenía la canastita rosa y los zapatos blancos hacía una semana. A Susana le gustaban esos momentos con su abuela.

* * *

La señorita Orlando salió del aula y se acercó a Sofía: Usted no puede estar más aquí sentada, hace una semana y media que empezaron las clases. Además hace frío en la galería. Susana tiene que quedarse como los demás compañeritos. Si siempre la ve a usted sentada en el banco no va a adaptarse.

Susana las observa charlar desde su silla, su abuela se levanta, da vuelta la cabeza, la mira y se va lentamente. Le brilla, dorada, la corona de trenzas rubias al sol. Quisiera salir corriendo detrás de ella, un impulso la levanta de la silla, pero la maestra ya viene hacia el aula y se sienta, apenada. La señorita Orlando es muy suave y cariñosa, la tranquiliza.

De a poco se va adaptando, la escuela le gusta. Tiene un gran patio que hace de centro de muchas aulas, tantas que no alcanza a contarlas. En el salón reconoce a una de las nenas. Es la vecina que vive a la vuelta de su casa. Salen juntas al recreo. Se llama igual que ella, Susana, le dicen Guguy. La abuela la sigue llevando y se retira contenta cuando ella le da un beso y corre al aula. 

En ese tiempo, su mamá regresa a casa, pero se le nota la tristeza. Susana está contenta con la llegada de su mamá y para alegrarla le cuenta que ahora tiene amigas nuevas, que juegan mucho, que la señorita Orlando es muy buena, se atraganta de felicidad.

Pronto descubre la biblioteca de la escuela. Allí encuentra un tesoro. La bibliotecaria, que se alegra cada vez que la ve entrar, le pregunta: ¿Qué libro vas a llevar hoy?, ofreciéndole varios cuentos para que elija. Una tarde le pregunta a su maestra por el gran edificio que está en el boulevard y que tanto llamaba su atención. 

Todos los días al salir de la escuela se para a mirar la majestuosa fachada, con su frente marmolado que parece llamarla. Es la biblioteca pública del pueblo. Al día siguiente, antes de ir a su casa, se anima a entrar. Queda fascinada. ¡Tan imponente, con tantas mesas y ventanales que dan al jardín! Cada día saca un libro a partir de ese momento.

La ciencia ficción la atrapa. Fue sugerencia de la bibliotecaria que empezara por ahí. Comenzó con la Saga Fundación de Isaac Asimov. Y ya no pudo parar. Siguió con Viaje al centro de la Tierra de Jules Verne y La guerra de los mundos de Wells. Quedó enlazada a la magia de esas historias, de esos relatos, de esas fantasías. Su camino fue de libros, de escuela y de bibliotecas públicas.

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