Si hay una de las obras teatrales más emblemáticas del teatro rosarino de los últimos años y una de las más representadas fuera de la ciudad, esa es Litófagas, escrita y dirigida por Aldo El Jatib, e interpretada por su grupo, El Rayo Misterioso.

Con el correr del tiempo, el grupo volvió a reponer en varias oportunidades esta obra que lo identifica, más allá de los diferentes elencos que le pusieron el cuerpo a la dramaturgia de El Jatib.

Hasta que, a mediados de los '90, uno de los grandes formadores de actores de esta ciudad, el actor y director Oscar Medina, decide hacer su propia versión a partir del inolvidable despliegue actoral de dos de sus alumnos: Pablo Palavecino y Pablo Razuk.

--¿ Cómo se produce este nuevo re‑encuentro con la obra de El‑Jatib?, preguntó Rosario/12.

--Las Litófagas vuelven a mí, me buscan empecinadamente y las visualizo, las oigo, las presiento; vuelvo a indagar en el maravilloso texto de Aldo El‑Jatib por todo lo que tiene de sorprendente, de oscuro, y misterioso -‑dice Medina.

El responsable de una reciente versión de Bodas de Sangre, eminentemente lorqueana, cita a otros de sus autores preferidos para referirse a la obra que estrenará hoy en una única función que comenzará a las 21 en el Teatro La Comedia (Mitre 958).

--Este texto es una noche de tormenta ‑-comenta Medina-‑, me gustan las noches de tormenta, Hoy el mundo está iluminado por un relámpago dice el autor norteamericano, Tennessee Williams.

En mayo de este año, los actores Leandro Doti y Mauro Lemaire le propusieron hacer Litófagas; después de algunas dudas, aceptó dirigirlos y así estrenan esta noche, después de 6 meses de intenso trabajo.

La obra trata sobre el Universo cerrado poético y patético de la Señora 1 y la Señora 2, ellas no miran a ninguna parte, como en toda obra absurda, absurdo de la existencia.

EL término litófagas refiere a animales que roen las piedras, las dos señoras parecen gallinas que picotean un texto que lastima y socava la piedra dura de la indiferencia.

 

"Ellas parecen gallinas que picotean un texto que lastima y socava la piedra dura de la indiferencia".

 

--¿Los fantasmas de tus primeras Litófagas se colaron en este nueva versión? 

--Por supuesto que me vuelven imágenes de aquellas Litófagas del año 93 al 98, años consecutivos en tantos teatros, y acepto esas imágenes del pasado, algunas ya no están, otras se ponen al servicio de la nueva puesta -‑evocó el director.

Para este notable maestro de actores, la obra de El‑Jatib exige rigor físico, ritmo exacerbado, y vértigo de las almas; que son los puntos en común entre ambas Litófagas.

--Pasaron más de 20 años, entonces extraigo del texto todo el grotesco desesperado, la angustia existencial de la gran tragedia humana; todo esto está intensificado, poetizado y es lo que el público descubrirá ‑-adelantó el director.

--¿ Qué implica para vos, volver a hacer esta obra, en esta época?

--Volver a hacer Litófagas es hablar con dignidad de lo humano, del hombre y sus hambres, de la estatura ética del hombre; es amar lo profundo de las sombras (sólo allí habita "lo verdadero"), es convivir con el absurdo bufón que en todos nosotros aflora: en la lágrima física y en la risa física de los cuerpos, es lograr un ritmo infernal, un vértigo del alma que al fin destruya todas las palabras, hasta hacer nacer «la palabra amada» -‑dijo Medina, con esa forma poética que lo habita en todos sus trabajos.

Acompañan a Leandro Doti y Mauro Lemaire un equipo técnico integrado por Cecilia Rial en diseño de maquillaje, Nahuel Portero en sonido, Leandro Ferraro en utilería, Marina Gryciuk en diseño de vestuario, Alejandro Ghirlanda en diseño y operación de luces, y Agustina Ruiz y Pedro López como asistentes en escenario. Medina, en tanto, oficia como responsable de la puesta en escena y la dirección general.

--Litófagas es para mí un territorio fuertemente ideológico donde confluyen la desolación y la búsqueda de la libertad: grotesco que deviene de la profunda incomunicación de los seres humanos, grotesco que deviene del hastío, del vacío existencial que todos llevamos a cuestas, hoy siglo XXI, donde todos somos Litófagas y comemos piedras -‑insiste Medina.

El director alude a un territorio tragicómico; risible, repentinamente sombrío, macabro, que busca según sus palabras un acercamiento a un Dios que nos ignora, o que quizás no exista, o que premeditadamente calla para siempre; se trata de un territorio donde gana el más fuerte, el que arroja los dados tramposamente siempre.

--Y en todos estos territorios, dos pequeñas Litófagas con escobas ¿Qué barren? -‑se pregunta el director‑- ¿Cuándo comenzó ese barrer? ¿Qué dicen, qué callan cuando barren? ¿Comen piedras? ¿Las mastican? ¿Las tragan? Ellas seguirán barriendo y barriendo hasta que surja la primera pregunta verdadera bajo este cielo y esta tierra.

Volver a Litófagas es ‑según Medina‑ "amar el silencio de nuestra tierra argentina dolorida que nos habla bajo las sangrantes estrellas de la noche, el silencio necesario para escuchar la nobleza de la vida.

El silencio como pregunta honda sobre la dignidad, la libertad y el sentido de nuestra existencia".