Desde Londres

Una vez más la atención del público británico (y de otros países) se obsesionó con lo que parecía ser uno de esos culebrones monárquicos que terminan enredándose tanto que se quedan sin tinta. En este caso le ha tocado a la miembra más popular de la Monarquía, Kate, la princesa de Gales, esposa de William, el heredero del trono británico. Luego de su último compromiso oficial durante Navidad, en enero de este año, Kate se sometió a una operación abdominal. ¿Por qué la princesa perfecta decidió no dar detalles y declaró que su decisión era comunicar al público la razón de su operación cuando retomara sus tareas reales?

Ella misma se encargó de comunicar su situación en estos días. Desde la perspectiva de hoy, sabemos que tiene cáncer, y desde la perspectiva simplemente humana, podemos entender la reserva de cualquier persona en una situación similar. Pero “la princesa perfecta” no dejó de contar con la avidez morbosa de ciertos periódicos que a su vez piensan que sus ganancias dependen de explotar al máximo sus ventas. Kate se equivocó o fue mal aconsejada. Ella y toda la familia real pagan su vida de privilegios teniendo que estar permanente en una vidriera. 

La explosión de medios públicos generó sus propias conjeturas: "Perdió un bebé. No. Se ató las trompas. Que no, que ya con tres maternidades se hizo un retoque estético de su pancita. No, andará con depresión como la pobre Lady Di y después contará que se quitó un lunar…". Llega el día de la madre en Gran Bretaña y ella publica una foto con sus niños que, descubren, está editada. ¡Horror! ¡Qué nos quieren ocultar! Ella confiesa que, como todo el mundo, a veces le gusta experimentar con las fotos. ¡Imperdonable! La prensa comienza a especular cuántas fotos estarán retocadas. Se publica una de la hoy disfunta Reina Isabel con sus nietos y biznietos y descubren que retocaron una mancha en el posamanos del sofá. Y mucho peor, la falda de la reina también está retocada. ¿No sería acaso que la pobre anciana pecó de falta de decoro al sentarse y se le vería las enaguas o el calzón?

La situación se volvió intolerable cuando se descubrió que un empleado o empleada de la London Clinic, no aguantó la curiosidad y le dio una mirada a la historia médica de Kate. La London Clinic es un exclusivísimo establecimiento sanitario conocido por su absoluta discreción, lo cual sostiene su prestigio. Allí se han tratado presidentes, actrices, actores, miembros de la monarquía... Autoridades del hospital expresaron públicamente esta gravísima falta de protocolo y presentaron extensas excusas y la promesa de una revisión de sus sistemas de seguridad.

No sabemos si el riesgo de que una persona pudiera hacer público lo que leyó, forzara la estrategia del silencio real. El viernes 22 la princesa Kate publicó entonces un video donde revela su condición de una manera sencilla y poco ceremoniosa. Sentada en una banca de un parque cuenta que su prioridad era comunicárselo a su familia, y que contaba con el apoyo de William, su esposo, y agradecía los mensajes de apoyo y optimismo. Explicó que necesitó tiempo para procesar la noticia en intimidad, que tenía muchas esperanzas en el tratamiento que recibiría para volver a su trabajo que tanto la apasiona. La imagen era la de una mujer como tantas, vestida con sencillez y hablando con un tono intimista que seguro tocaría a gente viviendo la misma experiencia. Hasta aquí la saga. 

Es vox populi que existen vínculos fluidos entre los medios y la oficina de prensa de la monarquía. O sea que, en caso de que no se quisiera que se insista demasiado en una noticia real inconveniente, se la cubriría con otra historia menos controvertida. Hay una pregunta pertinente en relación al hecho de que el flamante monarca, nunca demasiado popular por sus desvaríos amorosos y su excentricidad, tenga cáncer y qué pasaría si las cosas no fueran tan bien. Pues no se ha elaborado mucho. Los antimonárticos hubieran preferido terminar con la monarquía británica, tan costosa para el pueblo, cerrar con el broche de oro de la Reina Isabel, con una conducta impecable y una devoción admirable por su reino. ¿Sería conveniente hablar hoy de un rey que podría quedar incapacitado o peor? Tal vez este sea un tema del que se prefiera no especular, cubriéndolo con la compasión que despierta la popular Kate, la princesa perfecta.