¿Por qué es tan difícil combatir el narcotráfico?, ¿por qué los países han fracasado una y otra vez en su combate?, ¿por qué el flagelo va en aumento?, ¿por qué toda guerra contra el narcotráfico está perdida de antemano? Simplemente porque el narcotráfico es estructural, consustancial y armónico a la fase actual del discurso capitalista. Es decir, el narcotráfico constituye una de las patas estructurales sobre las que se asientan las condiciones de posibilidad del neoliberalismo. 

No hay neoliberalismo sin narcotráfico, sin fuga de capitales, sin lavado de dinero, sin paraísos fiscales, sin evasiones impositivas, sin delito, sin corrupciones. Más aun, no hay neoliberalismo sin grandes mafias financieras especulativas, sin abolición de los límites y, fundamentalmente, sin el mandato de ir hacia el exceso, hacia el goce irrestricto y sin condicionamientos. En definitiva, no hay ultra-neoliberalismo sin "más allá del principio del placer" y prevalencia de la pulsión de muerte.

La corrupción estructural al sistema

La corrupción y el delito definen la fase actual del discurso capitalista, son inherentes a las lógicas neoliberales, partes de un engranaje puesto a andar que no se reduce a lo económico, sino que atañe inclusive a una determinada subjetividad y concepción de las cosas, una posición en donde el ideal no está en referencia a los valores éticos, sino a la ganancia absoluta, sin reparación en los daños y estragos en el “todo vale” de la época.

Por consiguiente, no hay que confundir lo contingente con lo estructural. Los ciudadanos en general creen que las corrupciones constituyen hechos ligados a funcionarios o empresarios corruptos, ovejas descarriadas que realizan negociados con el Estado, pero no advierten que más allá de los personajes, la corrupción y el delito están insertos a nivel de la organización misma del sistema financiero-económico global. 

La revelación de un archivo con once millones de datos en lo que constituyó el “Panamá Papers”, sobre empresas offshore, así lo indica. Y ya ni siquiera es necesaria la ilegalidad para la existencia del delito. Muchas veces, las operaciones más nocivas para los países, se ponen en marcha cuando un simple empleado de un banco aprieta un botón. Es decir, para combatir el delito y el narcotráfico no es condición suficiente encarcelar a sus actores.

Diferenciación de los planos de un problema

En otros términos, debemos diferenciar los gobiernos con focos de corrupción de aquellos otros intrínsecamente corruptos donde el delito y la corruptela no son circunstanciales, sino la razón misma de un acontecer puesto al servicio de la apropiación ilimitada e irrestricta de los recursos y riquezas por parte de unos pocos. 

Es decir, no hay que equiparar las administraciones con corruptelas, con aquellas otras, las decididamente neoliberales, que aun en el extraño caso de que no tuvieran en sus filas funcionarios corruptos, no por ello dejarían de ser por definición corruptas, por pertenencia a un sistema de concentración económica sin condicionamientos de índole alguna, en un mundo donde, a ciertos niveles del poder, las leyes están al servicio de hacer del delito económico algo legal y corriente. El ciudadano se horroriza de las ocasionales corruptelas domésticas, pero no de esa otra gran corrupción estructural, a veces inadvertida, inherente al sistema, de la cual las primeras no son más que sus derivaciones y efectos.

Pero a los grandes grupos económicos del neoliberalismo, no les caben las generales de la ley vigente para el resto de los mortales. Lo que para el ciudadano común es delito, no lo es a nivel de las corporaciones. Lo que para el vecino es evasión impositiva, puede ser libertad de empresa, libre mercado o promoción del desarrollo cuando se trata de los grandes grupos económicos. O, mejor dicho, no hay ley que someta al sistema financiero global, porque él es actualmente la ley y la medida de las cosas, capaz de poner y sacar gobiernos, nombrar a los jueces, manejar el poder mediático, torcer las voluntades y manipular las conciencias. La tiranía del mercado se realiza en nombre de la democracia, así como la apropiación y los saqueos se llevan a cabo en nombre de la libertad económica, una concepción que incluye la libertad para saquear y adueñarse del planeta. Es que, en el oscuro Olimpo de nuestro tiempo, los dioses no tienen leyes.

La proyección de la culpa como método

El poder económico-financiero y sus gerentes políticos y mediáticos, en su estrategia de desculpabilización, pretenden hacer creer que la proliferación de las calamidades del narcotráfico, así como el aumento exponencial de la pobreza, el crecimiento de la marginalidad y la exclusión, la inseguridad, son producto de las políticas establecidas por los gobiernos populistas, cuando en realidad no son más que el resultado inevitable de las políticas neoliberales que han ocasionado y siguen ocasionando grandes estragos en el mundo. No hay narcotráfico sin marginalidad y caída de las referencias simbólicas. La marginalidad y la descomposición social, que las políticas del neoliberalismo promueven, son el terreno fértil y necesario para la expansión de la droga y la consecución de mano de obra para su distribución.

La proyección de la culpa requiere de la construcción de un enemigo externo al conjunto, a quien poder asignarle la suma de la responsabilidad por todos los padecimientos sufridos, un “enemigo” que es intencionalmente situado en el punto de confluencia de todos los males que aquejan a los ciudadanos: la inseguridad, la marginalidad, la pobreza e inclusive, exagerando un poco, la angustia existencial, la frustración, los sentimientos de fracaso, el devenir, la declinación del cuerpo y hasta el ser para la muerte heideggeriano. Esa construcción, esa demonización, perdón por la ironía, pretende hacer creer a los individuos que hasta la falta constitutiva del sujeto y el vacío estructural en la condición humana son culpa de los gobiernos populares anti-neoliberales.

El daño simbólico

El daño ocasionado por la fase actual del discurso capitalista, en su versión neoliberal, no es sólo económico, sino fundamentalmente simbólico: la desaparición de los límites, la pérdida de las referencias universales, la devaluación del consenso de la lengua, la ausencia de parámetros éticos, la falta de un lugar de alojamiento en el Otro, condiciones necesarias todas éstas para la proliferación del delito del narcotráfico y otras calamidades.

Es el neoliberalismo la gran maquinaria productora de la exclusión, fundamentalmente simbólica, que atraviesa el tejido social, un aparato de transformación y colonización subjetiva, generador de individuos erráticos, deshistorizados, desculturizados, sin conciencia de clase, sin una inscripción en el gran Otro de la cultura, salvo como desechos, como restos de la operación capitalista. Por ello, no se pueden analizar los problemas de la Argentina desde miradas de domesticidad de entrecasa, de cotidianidad inmediata, sin levantar la vista y considerar las condiciones de la fase actual del discurso capitalista, que no está referida a la producción y al trabajo sino fundamentalmente a la especulación y al delito, y, sobre todo, a la desaparición de los límites. 

*Escritor y psicoanalista