Epílogo. Página 259. Cita: “El largo año transcurrido desde que comencé la escritura de este libro, estuvo atravesado por la obsesión de saber quién sería la figura política que iniciaría la nueva gestión presidencial, al cumplirse cuarenta años del restablecimiento de la democracia”. El libro en cuestión se llama De Alfonsín a Milei, una parábola inquietante (1983-2023). El año aludido, el corriente. Su autor, Eduardo Jozami. Y la obsesión que marca éste en la cita antedicha, mutó en pesadilla porque el presidente no solo fue el menos pensado, sino también el menos apegado a las formas y sustancias democráticas. “Cuando empecé a escribir este libro, Milei no era una figura importante. Era más bien una figura marginal, que aparecía en los medios con un discurso rupturista, pero a medida que avanzaba la escritura, fue transformándose en un protagonista principal”, señala el abogado, docente y dirigente político que sufrió prisión durante toda la dictadura, dada su militancia, durante la década del setenta. “Pienso que Milei ganó por ser vehículo de cuestionamiento de todo lo que se venía haciendo. No es arbitrario entonces vincular su ascenso con el `que se vayan todos`, de 2001”.

-Queda claro en la parte que le toca al ultraliberal en el libro, pero también hay otras causas que no desdeñás.

-Las carencias del peronismo, por supuesto, porque si se hubiese conservado la unidad, a Milei le hubiese costado mucho más ganar las elecciones. Después, claro, hay otras cosas que no se han analizado tanto. Por ejemplo, el aislamiento de los jóvenes durante la pandemia. Pocas veces en la historia argentina, estos se habrán sentido tan afuera del discurso oficial que, en líneas generales fue muy correcto porque había que proteger a las personas de riesgo, pero que a los chicos que se estaban abriendo al mundo de la política y demás, afectó. Y esto fue aprovechado por Milei.

Jozami escribió las últimas páginas de su décimo libro (publicado por EDUNTREF), en coincidencia con los primeros días del libertario en el poder. Hacia atrás, se leen con mayor perspectiva analítica y vivencial, hechos significativos de los 40 años de democracia como el derrotero auge-caída del alfonsinismo; la crisis de identidad sufrida por vastos sectores del peronismo, durante la época de Menem; auge y caída –también- de aquel Frepaso en que autor militó, y terminó desembocando en una alianza sin destino (De La Rúa, Cavallo & Company); el “que se vayan todos” y su reverso, a partir de la llegada al poder de Néstor Kirchner; la década ganada por Cristina - bemoles incluidos- y el otra vez sopa de Macri, que el tándem Alberto-Cristina no pudo revertir. “El libro tiene una carga subjetiva importante, porque aborda un período en el que yo participe activamente en política. Hay una línea que lo recorre y radica en la necesidad de insistir en una propuesta que impulse una profundización de la democracia”, sostiene Jozami, que a sus 84 años sigue dando clases y dirigiendo el Centro de Memoria e Historia del Tiempo Reciente, de la Universidad de Tres de Febrero.

-Una parábola inquietante. Sugestivo título el del libro, ¿por qué lo definiste así?

-Porque hoy, tras 40 años del retorno a la democracia, vivimos un presente que no puede menos que inquietarnos. No es que apareció un partido con políticas un poco más de derecha, sino algo que se presenta como una especie de contrarrevolución, cuyo objeto es cambiar de arriba hacia abajo el país, provocando una redistribución regresiva del ingreso, incluso mayor que la impulsada por Martínez De Hoz. ¿Cómo no inquietarse ante esto?

-Hay un pasaje fuerte en el libro. Y es cuando revisás la negativa de Alfonsín, de impulsar el Tercer Movimiento Histórico, con todo lo que ello podía haber implicado en su devenir, incluso en este presente.
-Lo que digo es que Alfonsín quería ampliar su espacio político, por lo que no era partidario del tercer movimiento histórico, porque sabía que en el radicalismo había muchas resistencias respecto de todo lo que sonara a acercamiento al peronismo. Pero por otro lado, durante los primeros años, había en su discurso intenciones que no eran solamente del radicalismo, sino del movimiento popular en general. De todas formas, creo que si se vuelve a dar algo similar a un Tercer Movimiento Histórico, que recoja plenamente la tradición peronista y la radical, esto se va a dar con un componente principal del peronismo.

-¿Estuvo cerca en el mejor momento del gobierno de Cristina, entonces?

-Cuando se ganó con el 54 por ciento de los votos, y recuperamos sectores medios que no habían sido peronistas, parecía, sí, que se conformaba una propuesta amplia que seguía teniendo al peronismo como su centro. Pero después se complicó, y ahora tenemos que ganarnos nuevamente el derecho a hacer esa convocatoria más amplia.

-Un nuevo buen comienzo pudo haber sido incluir la palabra Patria en el nombre del último frente electoral, habida cuenta de la utilización que hizo –y hace- una tradición política más emparentada con intereses ajenos que nacionales. Las banderas argentinas inundaban las marchas antipandemia, por caso.

-La palabra Patria es fundamental, y obviamente consustancial al peronismo, claro que vale.

-A lo largo del libro, hacés hincapié reiteradamente en el progresismo. Habida cuenta de que tal tradición ideológica fue contraria al peronismo original, ¿por qué te referís a ella por la positiva?

-Si bien son ciertos esos antecedentes respecto del peronismo, creo que el progresismo aparece con fuerza en los '80 con Alfonsín, y en los '90, con el Frepaso, y es razonable que sectores medios se hayan sentido atraídos por ese discurso, porque el peronismo había tenido una derrota importante en el '83 con un Alfonsín planteando una propuesta de democracia más profunda. Luego, yo fui militante del Frepaso, agrupación con la que tuvimos expectativas importantes que por supuesto terminaron en decepción, tras la alianza con De La Rúa. En fin, creo que el progresismo es una definición con la que se identifican muchos sectores de la sociedad, que son aliados necesarios del peronismo en esta etapa. No hablaría mal del progresismo, como lo están haciendo ciertos dirigentes justicialistas, porque esto es negar la importancia que tiene en este momento el hecho de avanzar con un frente que convoque a todos los que se sienten perjudicados por la política actual.

-¿Te identificás como progresista?

-No. Yo me identifico como peronista-kirchnerista, pero creo que el progresismo ha sido en la Argentina, desde el retorno a la democracia, algo que tenemos que recuperar por su sensibilidad democrática, aunque a la vez podamos tener una visión crítica por la dificultad de avanzar más decididamente con políticas necesarias. De todas formas, reitero, no me parece bueno instalar en nuestro espacio político, la discusión entre quiénes son peronistas y quiénes progresistas, porque ya no existe desde el progresismo la resistencia al peronismo que existía en otros tiempos. Esta discusión, creo, hoy debilita las posibilidades de recuperar el poder.

-¿Qué representó Néstor Kirchner en esta discusión?

-Alguien que generó esperanza, porque instaló la posibilidad de recuperar la mejor tradición del peronismo, y al mismo tiempo convocar a otros sectores, como los que acabo de referirme.

-Hay una frase de Néstor contundente: "Nos dicen kirchneristas para bajarnos el precio. Somos y seremos peronistas".

-De eso no cabe ninguna duda, por supuesto. Pero, por otro lado, esto no implica negar que haya sectores peronistas que no sean kirchneristas.

-Y viceversa...

-También. De todas formas, a futuro tenemos que afirmar un peronismo del siglo XXI, porque peronista fue Menem, también. Me encantaría decir que no, pero la mayoría del partido lo apoyó, por lo que existe una disputa dentro del movimiento vinculada a saber qué entendemos por peronismo.