La motosierra de Javier Milei y sus paladines avanza. La madre de todas las batallas contra la cultura suma un nuevo capítulo: reducir brutalmente el Programa Sur de apoyo a las traducciones, una política pública implementada desde febrero de 2009 por la Dirección de Asuntos Culturales (DiCul), entonces a cargo de Magdalena Faillace, que sobrevivió a la grieta y que en catorce años subsidió más de 1.800 traducciones de libros de autoras y autores argentinos a más de cincuenta idiomas, desde clásicos como Jorge Luis Borges, Alfonsina Storni, Roberto Arlt, Julio Cortázar, Ernesto Sabato y Alejandra Pizarnik hasta la literatura contemporánea de César Aira, Daniel Guebel, Leila Guerriero, Claudia Piñeiro, Mariana Enriquez, Selva Almada, Ariana Harwicz y Camila Sosa Villada, entre muchos otros nombres.
Si en 2023 el programa tuvo un presupuesto anual en pesos que estuvo rondando los 320.000 dólares y alcanzó a subvencionar 123 traducciones, fuentes de la Cancillería informaron a Página/12 que para este año solo contará con menos de 20.000 dólares, una cifra que se puede licuar aún más por la inflación.
El Programa Sur -que surgió para promover los libros argentinos en el mundo cuando en 2010 Argentina fue invitada de honor de la Feria del Libro de Frankfurt, la vitrina mundial para la industria editorial- consiste en un aporte económico a editores extranjeros que publiquen obras de autores argentinos en cualquier idioma. El máximo es 3.200 dólares por cada libro traducido. Fogwill, Ricardo Piglia, Martín Kohan, Félix Luna, Tulio Halperin Donghi, María Rosa Lojo, Alan Pauls, Carlos Gamerro, Hebe Uhart, Samanta Schweblin, Tamara Kamenszain, Diana Bellessi, Cecilia Pavón, Alicia Plante y Gabriela Cabezón Cámara son algunos de los nombres que se beneficiaron con este subsidio que pronto devino una política del Estado argentino. No alcanzaría esta página para mencionar las escritoras y escritores que han sido traducidos al inglés, francés, italiano, portugués, alemán, ruso, hebreo, rumano, griego, japonés y chino, entre otros idiomas.
Un ejemplo ilustra la potencia de este programa que ha sido adoptado por otros países latinoamericanos como Chile, México y Colombia. El director Martin Scorsese leyó la novela de la argentina Ariana Harwicz Die, my love, la traducción al inglés de Matate, amor realizada por Sarah Moses y la argentina Carolina Orloff, publicada en el sello Charco Press, editorial independiente especializada en ficción latinoamericana contemporánea con sede en Edimburgo (Escocia). Después de la lectura de la novela decidió producir la película, que será dirigida por la escocesa Lynne Ramsay y protagonizada por Jennifer Lawrence.
Si una editora alemana o francesa se pone en contacto hoy con la DiCul para traducir a una escritora argentina, recibirá la siguiente respuesta: “No hay presupuesto en ejecución para el Programa Sur (es decir ‘no hay plata’); las novedades se publicarán en la página web”. Pero al momento del cierre de esta nota no se podía acceder a la página del programa. Fuentes de la Cancillería confirmaron que todo esto se da en “un contexto de parálisis de la administración pública”. El nombramiento de la directora de la DiCul, la diplomática de carrera María Alejandra Pecoraro, todavía no fue publicado en el Boletín Oficial.
Mariana Enriquez destaca la importancia que tuvo el Programa Sur en su proyección internacional. “Mi libro Los peligros de fumar en la cama, que terminó en la shortlist del Premio Booker, fue traducido por el Programa Sur; sin traducciones no hubiese llegado a esa lista. Que ya no es un logro mío, sino de la literatura argentina, de lo que se escribe en nuestro país”, explica la autora de Un lugar soleado para gente sombría, la nueva docena de cuentos que acaba de publicar por Anagrama.
La escritora advierte que la reducción del subsidio destinado a las traducciones va en sintonía con el ajuste de la cultura. “Chile, España, Colombia y México tienen programas similares y es normal; la literatura no puede quedar sólo en manos de la demanda porque no tiene ese tipo de mercado y es importante para dar a conocer la cultura de un país en el exterior. Gracias al Programa Sur, Scorsese leyó a Ariana Harwicz y creo que Camila Sosa Villada también pudo ser traducida; los ejemplos son infinitos”, plantea Enriquez y aclara que es posible que al gobierno de Milei “no le resulte importante o lo considere un gasto inútil al lado de otros más urgentes”, pero detalla que México, Colombia y Chile también tienen urgencias y sostienen sus programas. “Y Chile es un país ciento por ciento liberal”, subraya la autora de Nuestra parte de noche, novela con la que ganó el Premio Herralde. “La difusión de la cultura va mucho más allá del éxito o no. O sea: no hay que financiar cine argentino para el Oscar, sino porque la expresión artística no tiene las mismas reglas que otro bien de consumo”.
La comunidad de editores, traductores y escritores está conmocionada. La escritora, librera y gestora cultural Paula Vázquez, exdirectora de Asuntos Culturales, dice que “el único motivo para reducir una inversión que vuelve varias veces multiplicada es la ignorancia”. “Al gobierno de Milei la cultura le parece un curro y un gasto superfluo básicamente porque está integrado por funcionarios que no tienen consumos culturales en sus vidas personales y en sus vidas profesionales no conocen cómo funcionan las industrias culturales, la cantidad de trabajo y recursos que generan”.
El escritor y traductor Carlos Gamerro enumera sus libros traducidos: El secreto y las voces (francés, inglés, alemán), Las islas (inglés) y La aventura de los bustos de Eva (alemán). “Hay un desinterés absoluto, un desprecio, un miedo y una hostilidad manifiesta hacia la cultura, los escritores, los artistas, los intelectuales y los científicos. Lo más triste es que no lo hacen con pesar sino tomándolo como un motivo de orgullo; es coherente con lo que propone Milei como modelo de país: la Argentina de fines del siglo XIX, principios del siglo XX, cuando no había prácticamente producción cultural propia, cero ciencia y tecnología, se vendía vacas y trigo y se compraba todo hecho afuera. Parecería que nuevamente este va a ser el modelo de país”, concluye el escritor.