Marzo es un mes cargado de malos momentos. El que creía sería el más triste, con el tiempo resultó en apenas la evocación del fin de una adolescencia tímida: mi noviecito se mudaba a otra ciudad. En cambio, la madrugada del miércoles 24 de 1976 irrumpió, más tarde, como el peor de los recuerdos de mi juventud.

Conducido por Rodolfo, el novio de Lidia, que le cebaba mate para mantenerlo alerta, el Citroën 3CV cabalgaba sobre la ruta nacional 9. En el asiento trasero nos apretábamos Julia, otra compañera de facultad de la que olvidé el nombre, y yo. Habíamos salido de Rosario a la medianoche, previendo llegar al Centro Atómico Constituyentes a primera hora de la mañana. Nos reuniríamos allí con dos investigadores para charlar sobre nuestros posibles proyectos de tesis de licenciatura: el de Lidia y el mío. Julia y la de nombre olvidado ya estaban recibidas y eran los contactos con nuestros futuros directores de tesis.

La radio se complementaba con el mate, aunque no era necesaria para mantenernos despiertos: la música era la cortina de fondo de la charla animada sobre nuestros futuros como físicas. Julia había defendido su tesis sobre física atómica unos días antes y comentaba con cierta timidez cómo la habían cargado por la ropa que había usado en esa ocasión. A diferencia de lo que se veía en las facultades de derecho y de ciencias económicas, era distintivo que los docentes y estudiantes de ciencias e ingeniería, nos vistiéramos de manera menos formal, por no decir crotos, como se señalaba en ese tiempo. Julia se mostraba animada por la posibilidad de hacer una estadía en París. Los proyectos de trabajo, las próximas investigaciones, las anécdotas de aula como auxiliares de docencia. Los sueños de los veintipico. El futuro nos pertenecía. Al menos, eso creíamos.

A la altura de Campana, decidimos parar en la estación de servicio para tomar algo caliente. Ese año marzo había arrancado fresco y el amucharnos no era suficiente para entrar en calor, en ese auto sin calefacción. En ese momento en que la noche desaparece y las luces tenues de un amanecer nuevo le ganan, la transmisión de la radio se cortó y todos escuchamos la marcha militar. Bajamos y entramos en la estación, donde el único empleado y un camionero dejaban lo que estaban haciendo para escuchar las noticias. Comunicado Número 1…

Nadie dijo una palabra. Sin acordarlo, nos volvimos todos al auto. Nos sentamos en silencio. Julia fue la primera en hablar: Esto es muy grave, dijo. Los otros comentarios y lo que siguió no lo recuerdo en detalle. Analizamos si seguir hasta Buenos Aires, o volver a Rosario. Prevaleció la sensatez e iniciamos el regreso.

En la ruta, casi en la entrada a la ciudad, nos detuvo un control militar. Nos hicieron bajar y controlaron nuestros documentos y los del auto. Los uniformes verdes y los cascos empezaron a intimidar. Las órdenes sonaban firmes, autoritarias. Pero eran tibias y amables frente a lo que vino después. Nos permitieron seguir. El entusiasmo del viaje de ida quedó sepultado entre las voces calladas que se multiplicarían después. Llegamos a Rosario y Rodolfo nos dejó a cada una en su casa, cuando la ciudad amanecía con un sol apático. La noche más oscura cubriría a la Argentina por muchos años.

Las siguientes semanas fueron de consternación para algunos y de beneplácito para muchos: Isabel y el brujo ya no joderían. A los pocos días, volvía Martínez de Hoz aplicando las mismas políticas de su paso por la Revolución Libertadora y por el gobierno del ’63. Pronto, un endeudamiento con el Fondo Monetario Internacional por 110 millones de dólares iniciaría el camino “libertario” que hoy vuelve teñido de validez democrática.

Para quienes podemos recordarlo, los meses y años que siguieron al 24 de marzo de 1976, nos cambió la vida. Para Julia, y para otros estudiantes y docentes de la facultad, algunos de los 30.000, la vida que recién prometía, terminó.

Julia Huarque fue secuestrada el sábado 8 de junio de 1976 de su domicilio de Av. Pellegrini 652 piso 12, Dto. 3 de Rosario. La noche siguiente, Eduardo Pasquini, docente de la licenciatura y su esposa Liliana Mizraji fueron secuestrados de su departamento. Los tres están desaparecidos.

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