Javier Milei concedió sin que se le mueva un pelo la ampliación unilateral de la Zona de Exclusión en el mar argentino. Pero ahora habla del “inclaudicable reclamo de soberanía”. No parece que pensaba lo mismo cuando se reunió en Davos furtivamente con David Cameron, quien un mes después realizó la primera visita de un canciller británico a las islas, durante la cual formuló declaraciones humillantes para los argentinos y luego rapiñaron gran parte del mar. La reacción del gobierno de Milei fue tan mínima y tardía que cualquiera podría pensar que la movida estuvo arreglada en esa reunión de Davos.

Milei ha expresado su admiración por la criminal de guerra, Margaret Thatcher, quien mandó asesinar a 600 argentinos que se encontraban fuera del teatro de operaciones. Como la Thatcher, los conservadores británicos suelen aprovecharse de la estupidez de la derecha argentina. Cameron, con sus bravatas desde Malvinas y la usurpación del mar, trató de desviar la atención del pueblo inglés de la crisis que sufre ese país por el Brexit y por la guerra en Ucrania.

Por más discurso hipócrita que haga, Milei no defiende la soberanía argentina. Estados Unidos fue aliado de Gran Bretaña en la guerra de Malvinas y la acompañó aportando inteligencia y logística. Este presidente que habla de “inclaudicable reclamo de soberanía” alineó la política exterior del país con la de Estados Unidos. Las economía de Estados Unidos está en pleno repliegue. Milei expulsa inversiones chinas o rusas, pero no las puede reemplazar por norteamericanas.

Desde que asumió, Milei recibió la visita del secretario del Departamento de Estado (canciller), Anthony Blinken, del jefe de la CIA, William Burns, y dos veces de la jefa del Comando Sur del Ejército de los Estados Unidos, Laura Richardson. En ese tiempo, Milei entregó el control del Río Paraná al Ejército de la potencia del Norte, congeló la relación con China y con Rusia y despotricó contra los gobiernos de la región que respaldan el reclamo argentino por Malvinas.

Las declaraciones ofensivas contra los presidentes de Chile, Brasil, México y Colombia, más el conflicto diplomático con Venezuela constituyen una forma de obstaculizar el proceso de integración regional que se fue gestando, en parte por la fuerza de los hechos y en parte por los impulsos esporádicos de algunos gobiernos. A Argentina le conviene la integración regional. Pero a Estados Unidos no, porque trastoca su relación desigual con la región. Milei juega como alfil de los intereses norteamericanos en detrimento de los intereses argentinos.

El gobierno argentino rechazó la compra de 30 cazas chinos supersónicos cero kilómetro y de última generación para adquirir 24 aviones norteamericanos que tienen más de veinte años de vuelo, que no están totalmente equipados y que al comprarlos debe comprometerse a no usarlos contra Gran Bretaña. MIlei hizo todos los deberes y hasta ahora ni siquiera ha podido conseguir del FMI ni un dólar de los 15 mil millones por los que está rogando.

En su discurso en el Día de los derechos argentinos por las islas Malvinas, Milei criticó a la dirigencia política que “hizo hasta lo imposible para ensuciar el nombre de nuestras Fuerzas Armadas” y anunció una nueva era de “reconciliación”.

La sociedad no está indispuesta con las Fuerzas Armadas. Con los que no hay reconciliación es con los genocidas. No son los políticos solamente los que condenaron a los genocidas y a los responsables de la derrota en Malvinas. La comisión Rattenbach estaba conformada por dos generales, dos brigadieres y dos almirantes. La comisión calificó a la guerra de una “aventura militar” de la dictadura, una guerra para la que las Fuerzas Armadas argentinas no estaban preparadas. Destacó numerosos casos de heroísmo y la valentía de los soldados. Pero fue muy clara al criticar el motivo de la decisión de ir a la guerra: “Confundir un objetivo circunstancial de política interna (necesidad de revitalizar el proceso de reorganización nacional --la dictadura--) con una gesta de legítima reivindicación histórica y dar lugar a que se interpretara que pretendía capitalizar para sí el rédito político, en caso de una solución favorable”.

La única reconciliación imposible es con los genocidas. Con las Fuerzas Armadas, la sociedad no tiene encono, a menos que los defiendan y justifiquen los horrores que cometieron.