“Cuanto más duros son los tiempos en los que vivimos, más temas se nos brindan para escribir”. La frase la desliza un personaje de Espejismo 38 (Nórdica), magnífica novela del escritor finlandés en lengua sueca Kjell Westö con la que ganó el Premio de Literatura del Consejo Nórdico en 2014. Y la escucha el abogado Claes Thune, quien junto con otros caballeros de Helsinki participan del Club de los Miércoles, un grupo de viejos amigos que se reúnen para discutir de política y beber. Ellos parecen los protagonistas cuando polemizan sobre Adolf Hitler. Algunos encuentran sencillamente infame la promulgación de leyes racistas. Otros, en cambio, confían en que Alemania es un pueblo culto y que el futuro será mejor. Thune, un liberal conservador, tiene momentos en que el alcohol lo envalentona y lo impulsa a decir lo que piensa sin reservas: “¿Por qué no nos interesa cómo vive la gente normal? ¿Por qué no nos preocupan los pobres y actuamos como si no existieran?”. Las preguntas del 38 asedian al presente de los lectores del mundo. La auténtica protagonista es Matilda Wiik, la nueva secretaria de Thune, una víctima atormentada por los recuerdos de la guerra civil finlandesa y el campo de prisioneros donde fue violada. En sus ojos arde la llama de la necesidad de justicia.

Westö (Helsinki, 1961), que estuvo en Buenos Aires y en Montevideo invitado por el Filba, habla despacito en español. Antes de dedicarse a la literatura, trabajó como periodista en Hufvudstadsbladet y en la revista Ny Tid. “De joven me interesé por la literatura norteamericana y de América latina. Empecé a estudiar español para leer los cuentos de Cortázar y de Borges. Si tengo que elegir, me quedo con Cortázar. Sus novelas más vanguardistas no me gustan, pero los cuentos sí. Mi español está un poco oxidado. Esta vez, para practicar, volví a leer ‘La autopista del sur’”, cuenta el autor de Por donde una vez caminamos (2006) a PáginaI12.

–¿Qué implica escribir en sueco en Finlandia?

–Pertenezco a la minoría suecohablante en Finlandia; somos casi 300.000 mil personas, un 5,5 por ciento de la población finlandesa. Es una minoría que tiene una larga historia; no somos inmigrantes recientes, sino que mis ancestros llegaron en el siglo XVI a Finlandia desde Suecia para reconstruir barcos, y es una ironía porque yo no puedo construir nada con mis manos.

–Construye novelas, que quizá puedan ser como barcos, ¿no?

–Sí, puede ser... Si no eres preciso y exacto, el barco y la novela se hunden (risas).

–¿Puede hablar y escribir en finés?

–Sí, soy prácticamente bilingüe, pero prefiero escribir mis novelas en sueco porque tengo un registro más ancho, más largo y más profundo en sueco. Soy mejor escritor en sueco que en finés. Pero he escrito cuentos, ensayos y poemas en finés. Mi familia era ciento por ciento sueco hablante cuando era niño, pero aprendí finés por las calles desde pequeño y es el otro idioma de mi corazón. No es un idioma adquirido, como el inglés o el español.

–Hacia el final de Espejismo 38 se plantea que el mundo conocido “se había desintegrado en la nada”. ¿Por qué eligió el año 38?

–Yo había escrito otra novela, Por donde una vez caminamos, que también está traducida al español y que transcurre entre 1905 y 1934. Cuando la escribí, ya sabía que quería volver a escribir algo que se pareciera más a la música de cámara, más ancho y más profundo, hablando de la psicología de los protagonistas. Elegí el año ‘38 debido a los contrastes que existían en los países europeos: había una lucha entre la luz y la oscuridad con las dictaduras de Stalin en la Unión Soviética, los nazis en Alemania y la Guerra Civil en España que terminó con la victoria de Franco. Pero a la vez era una época de bonanza económica en muchos países como Finlandia y Suecia. Me parecía que el ‘38 era un buen año para una novela que trata de las heridas que tenía la gente de Finlandia a fines de los ‘30, cuando habían pasado veinte años de la Guerra Civil, que fue muy breve, pero muy cruel: entre enero y mayo de 1918. La que tiene las heridas más profundas es Matilda. Mucha gente piensa que hay dos protagonistas, el abogado y Matilda, pero tengo que admitir que la protagonista es ella. Las primeras imágenes de la novela las tuve en 2010, y eran imágenes de Matilda y su sufrimiento en el campo de prisioneros.

–¿Matilda podría ser vista como una heroína trágica?

–Me temo que sí... Es una mujer con mucha inteligencia que ha intentado olvidar lo que le ha pasado en el campo y con sus padres. Lo trágico es que oye una voz del pasado y después pasan muchas cosas. El sentimiento de Matilda es que tiene que vengarse, que no es posible vivir sin intentarlo. Ella siempre ha cuidado a su hermano menor, que también tiene heridas desde la infancia porque ha sido un niño de padres “rojos” en esa guerra.

–¿Qué sucede con el nazismo al interior del Club de los Miércoles? ¿No le dan la suficiente importancia?

–No le dan importancia. Una de las grandes tragedias de nuestras sociedades es que no vemos el mal de las ideologías en el tiempo presente. Hay personas del Club de los Miércoles que son liberales, como el abogado Claes Thune, un liberal muy clásico. Hay momentos en que las opiniones se polarizan en una extrema derecha y una extrema izquierda, y siempre ambos extremos odian a los liberales porque piensan que intentan no elegir. 

–¿Qué reflexión le merece el miedo como sentimiento en tiempos donde se intenta permanentemente inocular el miedo?

–Me han preguntado muchas veces si durante los años en que escribí la novela pensé que había semejanzas entre los años ‘30 y esta época. Al principio, cuando el libro apareció, decía que sí, que había semejanzas, pero sin exagerar. Ahora creo que hay más semejanzas: el odio, el miedo y la desconfianza crecen. El riesgo es que los populistas tomen el poder en Europa. Nunca podemos saber qué va a pasar y nunca comprendemos nuestra propia época, a pesar de estar educados y de ser más o menos inteligentes. Es una tragedia no comprender la propia época.