“Dicen que ya no sabemos nada, que somos el atraso, que nos han de cambiar la cabeza por otra mejor. Dicen que nuestro corazón tampoco conviene a los tiempos, que está lleno de temores, de lágrimas, como el de la calandria, como el de un toro grande al que se degüella; que por eso es impertinente. Dicen que algunos doctores afirman eso de nosotros”

Arguedas, Llamado a algunos doctores

Fue en 1931 que Alphonse Capone fue sentenciado por un tribunal norteamericano y, después de pasar por una cómoda cárcel tipo hotel, fue llevado a la temible Alcatraz, donde pasó seis años y medio. Todos sabían que era el jefe de la mafia de Chicago y un asesino múltiple, que incluso con sus propias manos había eliminado a tres posibles traidores. Sin embargo, la justicia lo procesó y condenó por no pagar impuestos, es decir, por un delito de defraudación fiscal.

Muchos años más tarde, todos saben que Luis Almagro tuvo mucho que ver en el golpe boliviano contra Evo Morales, en particular por difundir la falsa noticia de fraude electoral. (En Europa se hablaba de “renuncia” de Evo hasta que dos parlamentarios de Bruselas reconocieron que no había sido tal, sino un golpe de Estado, que terminó con el presidente exiliado en nuestro país, el golpismo arrancaba la whipala -“mantel de chifa”- de los uniformes policiales, quemando esa bandera). Ese golpe costó la vida de varias decenas de personas, incluso mujeres, como resultado de la represión violenta llevada a cabo por la policía de la dictadora Áñez, con armas proporcionadas por la Argentina. Este mismo personaje, secretario General de la OEA, no pudo contenerse y propugnó verbalmente una guerra contra Venezuela, aunque después trató de desdecirse. Lo cierto es que estuvo jaqueado y pareció tambalearse en su puesto, pero no por efecto de todo lo anterior sino, paradójicamente, de tener o haber tenido (como Otárola) una novia dentro del organismo, quizá su único rasgo ponderable por lo humano. Estos rasgos de moral deforman con hipocresía lo primero que debe preservar el Derecho: la vida.

Ahora la Presidenta –por así decir- del Perú, la señora Dina Boluarte, está siendo investigada y se allanó su domicilio porque luce relojes de alta gama, uno de los cuales estaría valuado en 16.000 dólares, lo que indicaría que habría incurrido en un delito de enriquecimiento ilícito. Se trata de un verdadero escándalo, por cierto, pero no por su enriquecimiento ilícito ni por sus posibles “Rolex”, sino porque si esto es el motivo de su remoción, esta señora pasa a engrosar la lista de los Capone y Almagro.

En efecto: como todos pueden recordar, la señora Boluarte se hizo de la presidencia del Perú mediante la destitución arbitraria e irregular del Presidente Pedro Castillo, del que ella era vicepresidenta. Además del secuestro y prisión de Castillo, que aún se mantiene, esta señora ordenó la represión a los manifestantes que defendían al Presidente Castillo, provocando decenas de muertos, incluso niños.

En la gestión de esta señora se revalidó el indulto que el expresidente Kuczynski había negociado con Fujimori a cambio de su impunidad (hoy Kuczynski se halla en libertad condicional) y se le otorgó la libertad a Fujimori, condenado por crímenes contra la humanidad que, como es por demás sabido, no son indultables. Dado que este indulto será llevado al sistema interamericano de Derechos Humanos, el embajador ante la OEA nombrado por la señora Boluarte declaró que Perú debe abandonar el sistema, pues no reconoce ninguna autoridad a los siete sujetos que están en la Corte Interamericana en Costa Rica.

Pero, quizá por sobre todo esto –y para medir la magnitud del escándalo- nadie puede ignorar que el golpe contra el presidente Castillo tuvo por objeto abrir el camino para la renovación de las concesiones de explotación de las riquezas naturales del Perú, firmadas en su momento por el criminal Fujimori. Lo que está en juego, pues, son miles de millones de dólares que hacen al patrimonio del pueblo peruano.

En síntesis: el escándalo es que las riquezas naturales del Perú y la vida de decenas de ciudadanos asesinados por la represión ordenada por la señora Boluarte, la usurpación de la presidencia, la prisión de Castillo, el indulto a Fujimori y la proyectada salida del sistema interamericano de Derechos Humanos, para la mirada de la curiosa “justicia” peruana, parecen ser menos importantes que el supuesto “Rolex” de 16.000 dólares de esta elegante señora.

La vacancia contra Castillo, no hay que cansarse de repetirlo, es nula constitucionalmente. Las cuestiones procesales no son sencillas. No concitan gran atención. Pero la caída de Castillo no fue una “remoción” válida. No se respetó el procedimiento que fija la constitución para destituir legalmente a un presidente. Pero Castillo no tiene ningún rolex. No representa a ningún sector con poder. Representa sí al pueblo ninguneado de la Sierra. Si Castillo hubiera aceptado formar parte de los negocios espurios de la clase política peruana (el escándalo de Obededrecht mancha a todos, incluyendo a la izquierda, menos a él) Castillo sin duda seguiría siendo el presidente. No lo es porque no aceptó negociar nada ni recibir sobornos. No aceptó negociar con el congreso corrupto que desaprueba masivamente la sociedad. Si hubiera aceptado ser parte de los negocios, estaría cómodamente sentado en el Palacio. Pero no lo hizo. Sería millonario como los congresistas. Pero no lo es. No han encontrado una sola prueba en su contra. Nada. Es el menos cuestionable de todos los presidentes que han sido perseguidos en la región, que son muchos. Muchos no ven aún (sí Petro, sí AMLO, si Evo, sí Xiomara, pero no otros) que Castillo es una víctima. Es un docente cholo que llegó al poder y no se corrompió en ningún momento. Por eso fue eyectado.

Ayacucho es famoso por sus retablos. Allí es donde se desató con furia la represión asesina del gobierno de Boluarte. Allí una mujer, cuyo marido había sido asesinado, tomó de los pelos a Boluarte, ante la impotencia de ver que esta señora, impune en sus crímenes, viajaba hasta Ayacucho a lanzar caramelos y reirse en su cara. Otarola, renunciado por motivos similares a los de Almagro, luego de justificar la muerte de Rosalino Flores y el marido de Ruth Barcenas (papelón semejante al de Gustavo Ardiazen en la OEA), dijo que ellos “no defienden la violencia”. Es paradójico que como “recompensa” de sus crímenes haya sido el gobernador de Ayacucho el que “obsequia”, luego de la matanza, un reloj caro a la presidenta. Y es paradójico que Otárola haya sido destituido de su cargo por “arrecho”, como dicen en Perú. Pero no por sus delitos, que son graves. ¿Cuál es el mensaje? ¿Qué la vida de un indio vale menos que un reloj suizo? Históricamente los indios podían ser matados por sus dueños, sin consecuencias. Estaban obligados en Chiapas a caminar por caminos distintos de aquellos, a quienes debían cargar sobre sus hombros para cruzar. La doble moral se recuesta históricamente, no es de ahora, sobre la vida de los más humildes, que parecen, como el marido de Ruth Barcenas, no contar. Los indios y chuscos son invisibles. Los “soldados” (eran chicos que fueron a pelear, como en Malvinas muchos de ellos) de Bagua, del CENEPA, que dieron la vida por su país (en una guerra que contó con la infamia de armas contrabandeadas por Argentina a Ecuador, olvidando el lazo común de hermandad que nos une a los peruanos, cuya fuerza aérea quiso pelear en Malvinas y no solo trasladar aviones en tiempos de Belaunde) y hoy sobreviven ninguneados vendiendo sandalias (“es un mismo sentir”, dijo Castillo, “los ninguneados de siempre”) en las ferias, son invisibles. Rosalino Flores no se ve. La justicia peruana mira para otro lado. Guarda silencio. Mientras tanto el tribunal constitucional se apresura a mal interpretar a Birdat Campos. O a decir que una rebelión sin armas (de un pueblo harto de un congreso corrupto, que orilla el 90 % de desaprobación y es dominado por quienes han perdido elecciones) es un golpe de estado. Pero asesinar 70 manifestantes desarmados no es delito. Mandar tanques de guerra a la universidad tampoco. Es “preservar el orden”. Por eso Fujimori se erige, luego de abrir su cuenta de Tik Tok, (su indulto “humanitario” recuerda la detención de Pinochet en Londres, en 1998; Pinochet subió en camilla al avión, pero bajó caminando y sonriendo en Santiago) en “garante” de la “continuidad”.