Gonzalo Giles tenía diecisiete años cuando su nombre comenzó a circular en los medios nacionales. En Dolores, su ciudad natal, había comenzado a conducir un programa de la emisora local Radio City, que salía los domingos, y no duraba más que una hora. Ese programa le permitió demostrar algo: los mudos también pueden hacer radio. Era el primero del mundo, y así lo empezaron a reconocer. Durante siete años condujo con su celular, a través de una aplicación que le dió voz a sus palabras. Hasta que en 2023, con veinticinco años, decidió dejar.

“Yo soy mucho más que el mudo que hace radio. Soy escritor, orador de charlas, periodista y según algunos… influencer”, anunció Gonzalo en un posteo que publicó en sus redes sociales y que acompañó, como no podía ser de otra forma, con su característico sentido del humor. “Aprender a reírme de mí mismo me ayudó un montón. Me hizo aceptarme y también me ayudó a que los otros me acepten, que no me vean como un pobrecito”, dice Gonzalo a Buenos Aires 12.

Hoy, el periodista y escritor hizo de su decisión una oportunidad para profundizar en otras facetas de su vida, todas ellas atravesadas por el deseo de inspirar a los más jóvenes y de representar a las personas con discapacidad. Da charlas, presenta los espectáculos que ofrece el programa “Puentes Culturales” del Instituto Cultural, actúa y escribe. Publicó los libros “Sangre, locura y amor”, "Totalmente Gonzalo" y "El cuerpo que me prestaron".

- ¿Cómo te diste cuenta que ya no querías hacer radio?

- En un estudio siempre soy feliz y la paso bien. Lo que pasó es que sentía cierta presión en hacerlo. Si googleás mi nombre, tres de cada cuatro notas hablan del “mudo que hace radio". Llegó un momento que dije: yo soy mucho más que solamente eso. Me encuentro cómodo en otros lugares, en la actuación, en la escritura, me encantaría meterme en política. No estaba del todo seguro de querer atarme a un día y horario. Si viajo a dar charlas todo el tiempo, a hacer mi obra de teatro, no puedo tomar el compromiso de hacer un programa radial como corresponde, o por lo menos de la calidad que yo quisiera.

- ¿Cómo llegaste a la radio?

- Yo participaba de una ONG. Un día, su presidente nos propuso poner una radio online. La verdad es que me sentí bastante incómodo. ¿Qué iba a hacer yo en una radio? Era mudo. Pero seguí la corriente, no iba a ser yo el cortamambo. Así que dije que sí muy contento, como el resto. Él empezó a asignar roles: “vos Robertito vas a hacer un programa de política conmigo, vos Manuelita, vas a hacer un programa de deportes, vos Alfredito vas a hacer uno de música”. Al llegar a mí se hizo un silencio. Yo creo que hasta ese momento nadie se acordaba que había un mudo en el grupo. Para cortar el momento incómodo dije “yo paso música”, y volvieron a respirar todos. El presidente me dijo “y si no hablas, mucho más no vas a poder hacer”. Eso me molestó un poco. Una cosa era que yo lo dijera. Otra distinta, que lo diga otro. Así, ví lo que había estado frente a mis ojos los últimos cuatro años: un celular que reproducía lo que yo escribía. Esa era mi voz, con eso yo podía hacer un programa. Una vez que se me pone algo en la cabeza, no me lo saca ni Dios. Como pude, armé un programa de muestra y se lo llevé a Radio City, una radio de la ciudad de Dolores, donde crecí. El dueño, Sergio, me abrió las puertas, me prestó atención y decidió darme una hora los domingos. Así empezó todo, queriendo demostrar que se habían equivocado conmigo. Estuve del 2015 al 2018, y era un programa exclusivamente de rock nacional. Después, del 2018 a 2022, hice “Silencio en la sala”, de interés general. En el medio, estuve trabajando en Radio 10 y otras emisoras.

- En una entrevista reconociste que la vida te había puesto a “hacer radio para inspirar”. ¿Cómo te llevás hoy con esta idea?

- Sigo pensando más o menos lo mismo. Con el tiempo de hacer radio me di cuenta que era una fuente de inspiración. Empezaron a pedirme que vaya a dar charlas, y ví que llegaba mucho a los adolescentes. Sigo creyendo que mi primera misión es inspirar, hacer reflexionar. En este momento, estoy escribiendo un libro que quizás vea la luz algún día. Es una carta extensa del Gonzalo actual, con 25 años, que vive solo, que es independiente, con aspiraciones de formar una familia, que tiene un título, que sigue estudiando, que se maneja solo, a ese Gonzalo de nueve o diez años, qué recién estaba dándose cuenta de que era diferente. Este libro estaría dirigido a niños y adolescentes con discapacidad y sus familias, a pesar de que también sería un libro muy interesante para que lo leyera cualquier persona. Quiero que se sientan inspirados, motivados, y que se den cuenta de que si son acompañados con amor, pueden ser capaces de muchas cosas.

- Nombraste a la política. ¿Cuándo nace este interés?

- No soy de una familia politizada, mucho menos peronista. Una familia bastante gorilona me tocó... Pero mi viejo sí era peronista. La política me llamó la atención desde chico. Cuando tenía trece años me quedaba mirando las cadenas de Cristina, leía libros de política, veía programas políticos. Un día le dije a mi viejo que quería militar y ahí empecé, en el PJ de Dolores. Ahí arrancó mi carrera militante, tanto peronista como por los derechos de las personas con discapacidad, que es algo que me convoca. Mi deseo es poder llegar a ocupar una banca en una de las cámaras, para representar a las personas con discapacidad, que siento que hoy estamos muy poco representadas. Hablan de nosotros, pero sin nosotros. Creo que eso debería cambiar.

- ¿En esa época ya escribías?

- Desde muy chiquito quise ser escritor. Ya antes de aprender a escribir, les inventaba y contaba a mis papás historias con señas. Después, empecé a hacer historietas, crecí leyendo la revista Fierro y así quedé… De grande, empecé a hacer cuentos. Una tarde, a mis 17 años, escribí un cuento qué se llama "Dante, el ángel". Ese fue el primer cuento que escribí que hizo llorar de emoción a la gente, a mis papás, a mi tío, a unos vecinos. Fue ahí cuando dije, bueno, acá tengo algo, llegó el momento de publicar un libro. Hablé con mis viejos, conseguimos una editorial, junté otros cuentos y surgió “Sangre, locura y amor”, un libro que algunos lo catalogan como terror, pero que yo lo pensé como humor negro.

- Hasta ahora publicaste de forma independiente. ¿Te gustaría seguir así?

- Me encanta esta forma porque me permite publicar lo que yo quiero, cuando quiero, cómo quiero. Pero también me gustaría pasar por la experiencia de publicar en una editorial. Mi primer libro lo pude hacer gracias a que renuncié a mi viaje de egresados y a que mi viejo confió en mí. De ahí, todos fueron autofinanciados.

- Este año comenzaste a actuar en la obra “Egocéntricos” de Puentes Culturales. ¿Cómo te ves en la actuación?

- Me estoy divirtiendo un montón haciendo "Egocéntricos" con Melisa Granados, pero creo que solo es un paréntesis en mi vida. No me siento actor y no creo tener la madera para desarrollarme como tal. Estoy experimentando, me río, lo disfruto y espero que dure un tiempo más. Pero no voy a convertirme en "El mudo que actúa". Me encantaría seguir experimentando en otras áreas y que el mundo me recuerde como Gonzalo Giles, un artista. Por eso, intento reinventarme todo el tiempo. Está en mí poder demostrar que soy más que el mudo que hace radio, o que actúa. Por eso Puentes Culturales es tan importante en mi caso. Me da la libertad para hacer lo que yo quiera: conducir, contar historias, ser escritor, stripper…

- ¿Cómo te llevás con la discapacidad?

- Por suerte hace bastante que me acepté como soy. Soy feliz con eso. Obvio, hay días que caigo en un pozo, no la aguanto, la quiero echar de casa y la muy perra no se va... Creo que aprender a reírme de mí mismo me ayudó un montón. El mismo "el mudo que hace radio" es medio un chiste. Yo me río mucho de mí y eso me salvó. Me hizo aceptarme y también me ayudó a que los otros me acepten, que no me vean como un "pobrecito". Desde que empecé a reírme de mí mismo me siento más aceptado, porque de esa forma me saqué una especie de manto de compasión que muchos tenían sobre mí o que tienen cuando apenas me conocen.