Catamarca es una provincia que los argentinos están “descubriendo” como destino turístico. Para quienes viajen hacia el norte grande de Catamarca, no pasará desapercibido el edificio con torre-mirador, realizado con materiales de la zona, que está a la entrada del pueblo de Barranca Larga, sobre la ruta provincial 43 en el departamento de Belén. Allí está el Museo Rural Comunitario, un espacio que se desarrolló fruto de una virtuosa colaboración entre el pueblo del valle (a través de los Gestores Culturales), el municipio de Villa Vil (personal y mantenimiento) y un grupo de investigación de seis universidades nacionales, entre ellas la de Catamarca (gestión de proyectos y asesoramiento académico). El museo tiene características únicas en la región y en el país, pero lamentablemente, quienes hoy tengan interés de conocerlo no podrán hacerlo ya que un cartel manuscrito en la puerta dice “Señores Visitantes Se comunica que el Museo Permanesera cerrado Por Falta de Personal GRACIAS”.

La exposición actual ha sido realizada junto a la gente del lugar durante un proyecto internacional, IBEMUSEOS, que les permitió trabajar aquellos contenidos que querían mostrar al público y preservar como memoria de la identidad local. 

Desde su inauguración en 2010, se exponen los distintos temas que la comunidad quiso mostrar en torno a la forma de hacer sus casas; los tintes y telares con que hacían sus tejidos, y las formas de cocinar sus alimentos. En cada sala, además se van mostrando profundos videos, también realizados en una capacitación audiovisual a la gente del lugar, sobre cómo se realizaban esas prácticas. Además de “la vida cotidiana de antes”, la gestora cultural local (con su típica acentuación esdrújula catamarqueña), también habla de las plantas medicinales del lugar y de cómo desde el museo habían logrado llevarlas a productos de botiquín y belleza en “La Yuyería”, una experiencia concentrada en las mujeres que preparan ungüentos medicinales tradicionales, perfumes y cremas para la piel producidas a partir de las plantas autóctonas y gracias a la tradición oral. Todo un relato fresco y lleno de localismos que son parte de ese patrimonio cultural que se busca cuidar y acrecentar.

El museo tiene como anexo una biblioteca comunitaria y una radio comunitaria donde los habitantes realizaban sus propios programas.

En un principio, se pensó que el cierre del museo iba a ser temporal. Así lo reconoce la coordinadora académica, la doctora en Arqueología Alejandra Korstanje. Es más, pensaba que era parte del tiempo que le llevaría al nuevo intendente acomodarse en la gestión. Ahora Korstanje reconoce que hay preocupación porque ya pasaron cuatro meses y tenían proyectos con la comunidad en curso que necesitaban continuar. Por ejemplo, un proyecto en ejecución para la mejora y ampliación de la muestra museográfica, a partir de lo que la gente del lugar y los turistas solicitaban. Este proyecto, con financiamiento privado que debe terminarse este año, incluye cartelería nueva, una disposición diferente de la muestra para mostrar lo arqueológico y el paisaje, pero también un jardín botánico a cielo abierto que nutrirá a La Yuyería. Todo esto, dice, no puede realizarse con el museo cerrado y tampoco sin el personal idóneo y preparado para tal efecto.

Korstanje --que trabaja en la zona hace más de 30 años-- sostiene que entre los aspectos que siempre son ponderados como positivos sobre el museo está su original rotación de gestores culturales entre la gente del pueblo. Cada dos años se sortea entre nuevos pobladores (ya capacitados en cursos dictados por el equipo académico y los gestores salientes) las becas que provee la municipalidad para cumplir con esas funciones. “Este sistema se ha ido acordando entre las tres partes del museo, para que toda la gente del valle tenga la oportunidad de aprender a manejar una institución que es importante no sólo para la historia y la cultura local, sino también para la ideación y realización de nuevas actividades”, dice la arqueóloga. 

A diferencia de otros museos donde se digitan esos cargos, aquí se aplicó un sistema democrático, donde todos tienen las mismas oportunidades no solo de apoyar a su comunidad, sino tener un aprendizaje con un pequeño salario por dos años. “Siempre emociona ver como gente a la que le costaba hasta hablar en público, luego puede gestionar una institución. Es un aprendizaje que mejora la calidad de vida de la gente a largo plazo, por eso el museo es del pueblo y para el pueblo”, agrega Korstanje.

La Yuyería, la Biblioteca popular, la Radio FM Ecos del Chango Real, el grupo de Músicas y coplas y ahora el Eco-Laboratorio, son parte de este proceso. El museo tiene buena reputación en redes, paginas ruteras, Wikipedia y otras webs de turismo, y unas de las primeras consultas de los visitantes es cómo se financian. “Depende de los tiempos y posibilidades de cada parte del museo, a veces ha sido el municipio el que ha aportado fondos para algún proyecto, o nuestros mismos subsidios de investigación nacionales e internacionales, o fundaciones privadas, pero hasta una rifa hemos realizado”. 

Por caso, hace poco han aplicado a un subsidio en Alemania para el cuidado del patrimonio y la promoción del Eco-Laboratorio Comunitario. "Es la primera vez que una fundación nos busca para ofrecer ayuda", dice Korstanje. “Todo lo que hacemos y con lo que colaboramos proviene de pedidos y demandas de la gente del lugar. No hacemos nada que nos parezca una buena idea a nosotros, si no parte de la iniciativa del pueblo”. El rol del equipo universitario es facilitar con sus conocimientos, contactos y posibilidades esas ideas para que puedan ser financiadas y llevadas adelante. Coincide en que el novedoso “Eco-Laboratorio Comunitario” es una apuesta esperanzadora, en tanto sintetiza los pedidos y necesidades de empezar a gestionar el territorio con conocimientos propios y científicos. Es acercar las ciencias ambientales, de farmacopea local y comunicación popular con participación de la propia gente del lugar. Les preocupaba el tema de la potabilidad y escasez de agua; las crecientes cada vez más furiosas; el problema de la basura y del trafico en una ruta cada vez mas transitada. Existía ya “La Yuyería” como primera envión del mismo, ya que es un espacio que se nutre de saberes locales, pero también científicos (asesorado por la ingeniera Guadalupe Romero). Tienen la capacidad técnica e inquietud por lo audiovisual y la comunicación popular, a partir de muchas capacitaciones. “Juntamos todo eso en el Eco-lab y estamos dándole manija para realizar en el campo esto que en general se piensa en los centros universitarios de las ciudades”, afirma la arqueóloga.

El museo, entonces, es una puerta a muchos otros proyectos y desarrollos. Como parte de las actividades que están realizando con la comunidad nos comenta de los II° Reencuentros Caminados, tres días de caminar y compartir con la gente de Barranca Larga, de la comunidad india de Los Morteritos - Las Cuevas y las familias de El Alto El Bolsón y Los Nacimientos de San Antonio. Este evento, que se realiza cada dos años en abril, busca incentivar el desarrollo turístico sustentable y organizado por la misma gente, a la vez que se realizan actividades culturales, que cierran con una gran peña-festival en el Museo. En esta reedición dicen que habrá una sorpresa: se proyectará en estreno el documental sobre la arqueología de la zona que ha realizado uno de los exgestores del museo. "Hoy, el dialogo es intercultural y en el propio territorio de ellos, sin que tengan que migrar, y ojalá, ¿por qué no?, ir creando nuevas fuentes genuinas de trabajo para la juventud", afirma Korstanje. Pero para eso es preciso que se reabra el museo y allí reside la importancia del apoyo de la municipalidad de Villa Vil.