Rafael Nadal atraviesa un momento muy especial que suele aquejar a las grandes leyendas. Todavía no nació el hombre que pueda ponerle un freno al reloj. Ni siquiera lo puede hacer un superhéroe del deporte como él.
Pero lo intenta, claro: este martes el español de 37 años reaparecerá en el circuito, en el torneo de Barcelona, aquel que lo vio campeón nada menos que doce veces entre 2005 y 2021. Volverá, ante el italiano Flavio Cobolli (62°), luego de una inactividad de tres meses: no juega desde el certamen de Brisbane, en enero, cuando alcanzó los cuartos de final -cayó ante el australiano Jordan Thompson-, días antes de bajarse del Abierto de Australia por un microdesgarro muscular.
"A nivel personal es un regalo estar en Barcelona y me lo tomo como mi último año. Quiero disfrutar de cada momento. En esta vida hay un principio y un final. A nivel deportivo es lo que hay. La tomo como mi última participación. Voy a intentar ser competitivo. No voy a salir a dar un homenaje: saldré por todo y veremos qué pasa", explicó Nadal, quien tampoco pudo retornar a las canchas en las últimas semanas por una lesión abdominal que le impide sacar con normalidad.
El ex número uno del mundo, como acostumbra, no tenía pensado hablar en detalle de sus lesiones, pero su tío-formador y ex entrenador Toni Nadal había disparado semanas atrás el problema que mantenía a su sobrino alejado de las canchas: "Todavía no está recuperado y tiene problemas, sobre todo, a la hora de sacar, porque para todo lo demás no tiene ningún inconveniente cuando se entrena”.
El ganador de 22 torneos de Grand Slam se vio obligado, entonces, a referirse a su problema abdominal, que le impidió competir desde mediados de febrero, aunque decidió no profundizar al respecto: "Sabemos lo que hay y los problemas que tuvimos. Lo hablé porque mi tío lo comentó. Cuando me bajé de Montecarlo dije que no podía jugar; no me gusta decir que tengo un problema acá o allá. Me cansa hablar de mis penurias. Lo peor que puede pasar es que no pueda jugar otra vez".
¿Podrá sacar con naturalidad Nadal en su debut en Real Club de Tenis Barcelona? Si bien se siente mejor que la semana pasada, cuando debió desestimar el torneo del Principado de Mónaco, es cierto que no existen certezas hasta tanto pueda pisar el polvo de ladrillo. Después de entrenarse con cierta normalidad junto con el boliviano Hugo Dellien (178°), ante la atenta mirada de sus tres entrenadores -Carlos Moyá, Marc López y el argentino Gustavo Marcaccio-, soltó: "He sacado muy poco los últimos meses; hay que asumir las cargas de manera progresiva. Uno tiene que vivir con la incertidumbre de no saber lo que puede pasar. Tengo que ser capaz de competir. Aquí estoy".
El presente de Nadal avizora, sin espacio para dudas, el ocaso de su carrera. La pregunta es qué tan lejos aparece el final en el horizonte. Para dimensionar la actualidad apenas alcanza con recapitular la cantidad de partidos que pudo jugar en los últimos años: sólo completó siete compromisos oficiales en los últimos 16 meses.
El inicio del ¿último? calvario está enmarcado en enero de la temporada pasada, cuando decidió poner un freno tras el Abierto de Australia por un daño de grado 2 en el psoas ilíaco de la pierna izquierda. El músculo propulsor de la cadera, primordial para los movimientos en el tenis, ya no lo dejó en paz y lo empujó a dar un doble anuncio rimbombante que rebotó en cada rincón del planeta: se bajó de Roland Garros y, como si fuera poco, contó que 2024 sería su último año como tenista profesional. "Estaré varios meses afuera. Intentaré regenerar mi cuerpo, pero necesito poner un punto en mi carrera. La idea es parar para poder encarar el próximo año y despedirme en los torneos que me marcaron. Quiero darme esa oportunidad".
El próximo año llegó y, lejos del ideal, por el momento no apareció la anhelada continuidad. El partido de este martes en Barcelona será un punto de inflexión para el futuro inmediato. ¿Alguien cree que una leyenda como Nadal podría jugar en Roland Garros sólo para despedirse? Los dioses no claudican: compiten para ganar o no compiten. El dilema de Nadal, el último Nadal, resulta existencial: qué tan lejos está el final.