En una reciente reseña de una biografía sobre un predecesor suyo en la Casa Blanca, Bill Clinton cita una famosa frase de William Faulkner en Réquiem para una mujer: “El pasado nunca está muerto, ni siquiera es pasado.” Clinton lo hace para afirmar que varios de los punzantes problemas que influyeron la presidencia de Ulysses S. Grant en la segunda mitad del siglo diecinueve aún siguen irresueltos en los Estados Unidos. Aunque no se repita monótonamente, el pasado, “como un lagarto pesado y ponzoñoso mordisquea al presente”, como dice un personaje de Guillermo Arriaga en El Salvaje. Estas reflexiones sobre el pasado vienen al caso de los terceros Juegos Olímpicos de la Juventud (JJ.OO.J 2018) a realizarse en Buenos Aires en octubre del año próximo, y más precisamente a su costo.

El dossier de candidatura de Buenos Aires para los JJ.OO.J 2018 estableció un presupuesto operativo de 104.69 millones de dólares y uno de infraestructura de 126.36 millones de dólares. Por lo tanto, el costo sería de 231.05 millones de dólares. Presentado al Comité Olímpico Internacional (COI) en octubre de 2012, ese dossier basaba sus presupuestos en una inflación anual del 5.7% y en un dólar a 4.50 pesos. En su evaluación del mes siguiente, el COI remarcó que el presupuesto operativo era equilibrado, pero señaló que la inflación anual era mucho más alta que lo estipulado en el dosier y que eso presentaba un riesgo que el futuro Comité Organizador iba a tener que considerar.

Los responsables de la candidatura de Buenos Aires, liderados por Gerardo Werthein (foto), presidente del Comité Olímpico Argentino y miembro del COI, insistieron con los presupuestos del dossier de candidatura. Si bien reconocieron ante el COI que, históricamente, Argentina ha tenido una inflación alta, dijeron estar confiados en la capacidad de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires para solventar el proyecto. En este sentido, lograron que el gobierno porteño garantizara cubrir todo potencial déficit en los presupuestos de los JJ.OO.J 2018. En la evaluación de abril de 2013, el COI reiteró su preocupación por el riesgo que presentaba la alta inflación. A pesar de esta vacilación, tres meses más tarde el COI eligió a Buenos Aires como sede del evento.

Los presupuestos de los JJ.OO.J 2018 se han transformado radicalmente desde la elección de julio de 2013. Werthein informó en una conferencia de prensa realizada hace pocas semanas que el presupuesto operativo es de 190 millones de dólares y el de infraestructura de 260 millones de dólares. Esto representa un incremento del 81.48% y del 105.76% respecto de los presupuestos originales. El costo se incrementó, en dólares, el 93.62 por ciento. Si los cálculos se hacen al valor del dólar en octubre de 2012 (4.65 pesos) y al actual (17.30 pesos), el incremento del costo de la cita olímpica es de 724.60%. Leandro Larrosa, director ejecutivo del Comité Organizador de los JJ.OO.J 2018 (COJJ.OO.J 2018), justificó la modificación presupuestaria argumentando que “durante la campaña se construye un presupuesto teórico con muy poca información” y enfatizando que el actual “es un presupuesto lógico para el COI y barato”.

Lamentablemente, los JJ.OO.J 2018 no constituyen una excepción y se encuadran dentro de una defectuosa tendencia olímpica que lleva más de cincuenta años. Un estudio reciente realizado por investigadores de la Universidad de Oxford indica que desde 1960 hasta 2016, todos los Juegos, los de la Olimpíada y los de invierno, han incurrido en sobrecostos respecto de los presupuestos establecidos en los dosieres de candidaturas. El promedio de esos sobrecostos es de 156% (176% para los Juegos de la Olimpíada y 142% para los de invierno). 

En el caso de los presupuestos para los JJ.OO.J 2018, el sobrecosto, en dólares, es marcadamente menor que ese ominoso promedio. Quizá Larrosa haya tenido en cuenta este dato cuando proclamó sus entusiastas afirmaciones sobre el costo de los JJ.OO.J 2018. De todos modos, el entusiasmo se atempera al considerar que el sobrecosto de los Juegos Olímpicos de Invierno de Vancouver 2010 fue de 13% y el de Salt Lake City, ocho años antes, de 24%, ambos muy inferiores al 93.62% de los JJ.OO.J 2018. Los organizadores de aquellos eventos también desarrollaron, como diría Larrosa, presupuestos teóricos y con poca información, pero parecen haber sido más sagaces que muchos de sus colegas. Por otro lado, el entusiasmo desaparece al considerar el sobrecosto en pesos de los JJ.OO.J 2018, que coloca al evento al nivel de los Juegos Olímpicos de Montreal 1976, que tuvieron el peor sobrecosto a la fecha: 720%.

Larrosa enfatizó recientemente que el proyecto de los JJ.OO.J 2018 es “extremadamente profesional, serio y con sustento” y “está alineado con la Agenda 2020”, un programa de reformas aprobado por el COI a fines de 2014. Entre las reformas figuran la aspiración a reducir el costo de los Juegos Olímpicos y de hacerlos económicamente sustentables. El sobrecosto de los JJ.OO.J 2018, medido en dólares o en pesos, contradice el espíritu de las reformas y amenaza el legado del evento.

Quizá ya no haya tiempo para mejorar esta parte del legado de los JJ.OO.J 2018, pero aún es posible que el evento contribuya a materializar otro de los objetivos de la Agenda 2020: que todas las organizaciones del Movimiento Olímpico cumplan con los principios de la buena gobernanza, de los cuales forma parte la transparencia. Hasta el momento, el COJJ.OO.J 2018 no ha informado periódica y detalladamente a la ciudadanía sobre el costo del evento y su evolución. Larrosa ha revelado que “el presupuesto final fue madurando en base al conocimiento: una primera versión la entregamos a fines de 2015, otra en 2016 y a comienzos de año hicimos el definitivo”. Las entregas fueron al COI, pero, tratándose de fondos públicos, y en nombre de la buena gobernanza, sería conveniente que también se informara adecuadamente a la ciudadanía que indirectamente financia los JJ.OO.J 2018.

La organización de los JJ.OO.J 2018 nos recuerda que modificar los problemas irresueltos del pasado que no muere requiere tomarlos muy seriamente en el presente. La ambiciosa Agenda 2020 lo hace y, con ello, pretende que el pasado ilumine el presente y no lo oscurezca ni lo carcoma. Los JJ.OO.J 2018, enmarcados en complicadas tramas globales y locales, se encuentran en la encrucijada del pasado: que perdure lo noble como fuerza transformadora y perezca lo deleznable. Indudablemente tendrán puntos sobresalientes.  Serán, por ejemplo, los primeros Juegos Olímpicos en los que habrá equidad de género: competirá el mismo número de mujeres que de hombres. En su complejidad, ¿podrán los JJ.OO.J 2018 constituirse en un legado que modifique prósperamente el futuro presente que será su pasado? El veredicto es incierto.

* Doctor en filosofía e historia del deporte. Docente en la Universidad del Estado de Nueva York.