De los creadores de “Si no tienen pan, que coman tortas”, llega una nueva novela romántica del mileismo que combina la emoción y la pasión de una historia digna de ser protagonizada por Sebastián Estevanéz y Carla Zampini pero no, esta vez las figuras del elenco de Dulce Amor son Luis Petri y Cristina Pérez. 

Menos mal; quienes apostábamos por la pareja de Milei y Fátima Florez necesitábamos urgentemente una nueva fantasía hecha a la medida del romance neoliberal de los tiempos que corren, y esta vez sus actores estelares nos están deleitando con tanto material, que sin dudas en el futuro será estudiado por investigadores del CONICET, sumándose a los papers sobre el ano de Batman.

Desde su concepción primigenia, el peronismo nos ofreció parejas icónicas que labraron su historia a fuego; empezando, obviamente, por Perón y Evita, o Evita y Perón. No fue magia. El peronismo históricamente le dio a las mujeres un espacio de relevancia que no le otorgaban otros partidos. Las mujeres fueron protagonistas y no solamente “la esposa de” y ahí mucho del encanto de Cristina y Nestor, que sublimaron nuestra necesidad post 2001 de ternura, compañerismo, romance, dulzura y etiqueta. Un vínculo que se plasmó en fotos icónicas de abrazos y miradas en el momento justo que fueron inmortalizadas en pósters y tatuajes.

No pasa así con otros partidos. Observemos el modelo PRO, que es fascinante. El modelo PRO parece salido de las entrañas del Mapache Country Club o de una estancia en San Ignacio y representa el epítome de la familia CON VALORES, con valores cristianos, rubios, tradicionales, polistas; patria familia y religión. En el amor PRO ellas saben bien cuál es su lugar y aunque hayan hecho un MBA en Harvard, antes que nada son mamás de varones. Detrás de todo gran hombre PRO hay una mujer con el blayage recién hecho en Cerini, una huerta orgánica y una bambula de Rapsodia. Pensemos en Horacio y Milagros Mayin, él todo macho proveedor estadista, ella toda divine hecha con IA, pero de vez en cuando se saca fotos con algún pobre, porque es bien terrenal. El mismo aura espejan Juliana y Mauricio, y Jorge Macri y su esposa. Imperdible el video donde el flamante Jefe de Gobierno Porteño regaña a SU MUJER porque ella, re tonta re distraída, le compró dulce de batata y no de membrillo, (su favorit), tratando de hacer de ese “reto” un paso de comedia con olor a repasador húmedo.

Pero el amor libertario, ese sí, va por un carril del orden de la intriga. La familia de Milei está conformada por una jauría de perros fantasmas y quien oficia de su pareja romántica es su hermana. Su única novia conocida fue Fátima Florez, que se sumó recientemente a la lista de trabajadores despedidos, tras haber hecho un breve pero inolvidable papel como cuasi primera dama. Nunca olvidaremos cómo le olió el pelo a Villacruel en la jornada de asunción del presidente, ni sus chapes de matiné de séptimo grado junto a él en las tablas de MDQ, para dejar en claro que ella es su novia y no la empleada del mes. Villarruel y Petovello, ambas divorciadas, tampoco tienen hijos. Y el aura INCEL del partido tampoco ayuda para crear grandes historias de amor que le den a este espacio una dimensión de ¿humanidad?, con la que sus votantes puedan representarse.

Pero aquí tenemos a Luis Petri y la ex conductora de TELEFÉ, Cris Pérez, que encontró en el ministro de Seguridad a su media granada. Esta novela romántica parece escrita por Cris Morena tras haberse dado un saque de ricarda en un baño de Retiro, y combina el amor Disney con violencia de un Estado cada vez más militarizado. “A mis 50 años, permití jugármela por amor”, reveló Cris en una nota para GENTE, donde da detalles de “Tiempo de Renacer”, su nueva novela y su vínculo con su nuevo marido.

En sus redes sociales, ese match hace gala de su romance como si estuviesen posando para un reportaje de la revista ¡HOLA! (edición Infierno). “Duermo con tu nombre besando mi boca”, escribió la soñadora escritora en un posteo donde mostró que ella y él se habían hecho un tatuaje con sus respectivas iniciales. “Viernes a la noche, al fin solos”, escriben en un post compartido, con un emoji de corazón flechado, como dos universitarios en el pasillo de la UADE. “Te pedí con mi fuerza al universo”, “Can’t take my eyes off you”, “Domingo juntos”, “Nosotros. Siempre”, “Hay fotos que lo dicen todo. Te amo”: así titulan sus posteos compartidos, donde la voz de ella y la de él se funden en la misma foto, donde se los ve siempre abrazados, risueños, en primeros planos.

Muy lejos del glam PRO o del aura compañera peronista, ellos se asemejan a las fotos de parejas genéricas que vienen cuando uno compra un portarretratos. Un mix curioso para el correligionario, donde sus fotos estilo rambo enfundado con uniforme militar, anteojos aviador tipo top-gun, botas cargo, vocación exterminadora impiadosa y elementos para librar una guerra invisible, se funden con este tipo de postales.

Pero el momento cúlmine de este amor llegó con su casorio. “Yo creo que había una parte de mi alma que yo no sabía que estaba en otra parte y cuando nos abrazamos con Luis por primera vez, en ese instante, supimos que era el destino”, relata Cris en un plano donde un dron sobrevuela las montañas mendocinas. Como su fuese una campaña publicitaria de La Dolfina, ambos caminan por la tierra árida de un viñedo con botas de cuero y un look casual mientras muestran sus anillos de casamiento. 

Luego, bailan en familia, se dan besos, se abrazan en cámara lenta como si fuese un videoclip. De fondo suena “Bittersweet symphony” porque sí, la vida es una sinfonía agridulce y el amor romántico y aspiracional volvió CON TODO. Porque LLA nos está dejando sin litio, sin universidad pública, sin medicamentos, sin mercadería para comedores, sin libros para las escuelas, sin trabajo y sin un mango, pero no nos iba a dejar sin una hermosa novela de amor.

Es curioso que mientras el gobierno sugirió, como política pública contra el dengue, usar mangas largas y repelentes que se consiguen a 20 mil pesos en Mercado Libre, y que no haya plata para nada, solo para comprar aviones vintage daneses, ellos hayan hecho este despliegue rústico tope de gama, que podría empatar, en otra dimensión, al yate de Insaurralde. Un gesto que, si lo hubiesen hecho “los K”, sería imperdonable, pero como viene de otra administración, la vara que juzga, evidentemente, es otra. Y si para algunos es una vara, para otros es el bastón de policía pegándole a un jubilado desocupado. Coherencia, por favor.