En la jornada del martes, las plazas y las calles de diversas latitudes del país estuvieron desbordadas de manifestantes defendiendo la educación pública, el estallido de una subjetividades variopintas.

Como planteó Elias Canetti en su libro Masa y Poder, la multitud iba creciendo a cada minuto autopotenciándose para rechazar en alta voz los arteros ataques gubernamentales contra la salud y la educación, en medio de la orgía de especulación financiera, las suspensiones y despidos perpetrados por gobernantes y capitalistas.

La obsesión por aniquilar conquistas históricas de la clase proletaria persiste.

Una de las coartadas es el llamado trabajo remoto que de hecho altera la jornada laboral.

En el Manifiesto Liminar de la Reforma Universitaria de 1918 se proclama: "Los dolores que quedan son las libertades que faltan".

En efecto, este enunciado mantiene plena vigencia en la región Argentina y latinoamericana.

El país más austral del continente sigue con sus venas abiertas como nunca, como lo afirmó en los 70 Eduardo Galeano.

Si, de esas venas brotan petróleo, gas, litio, cereales y oleaginosas que provienen de países con altos índices de pobreza e indigencia. En algunos casos esa situación de indignidad llega a porcentajes de más del 50% de población.

Crecimiento económico y desarrollo no son sinónimos de reducción de la pobreza y de la indigencia.

Las nuevas tecnologías van al ritmo del capital y por lo tanto su ideología es, al decir del filósofo Eric Sadin, un perverso proyecto que pretende ponernos de rodillas robotizando nuestras vidas y tornándolas cada vez más precarias y miserables.

Es por eso que la expresión contundente de miles seres humanos en las calles en el día de la fecha podría ser el germen de una revuelta mayor que nos brindaría el indicio de que alguna manera esta sociedad y quienes padecemos el escarnio vamos emergiendo colectivamente para romper con la pasividad, la obediencia indebida y el anestesiamiento de las subjetividades desmanteladas.

Solo la lucha social podrá emanciparnos.

Carlos A. Solero