Mientras transcurría el Torneo Sur Centro de Beach Handball Playa –disputado en Paraguay, Asunción–, la cuenta oficial de Instagram de la delegación Argentina realizaba su trabajo de cobertura. Posteos informando resultados y logros cosechados por nuestro país (medalla de plata en la competencia masculina y femenina, y clasificación al Mundial de China, que se disputará a partir del 18 de junio), y fotos durante los partidos. Navegando entre esos posteos, aparece un rostro. Es el de Leticia Brunati, entrenadora del seleccionado argentino femenino o como son apodadas: Las Kamikazes.

Sus orígenes son relatados por ella durante la entrevista que le hizo Página/12. “Cuando era jugadora, tuve lesiones ligamentarias que me llegaron de muy joven. Elegí retirarme, porque no había podido recibirme de profe. Tenía 24 años y decidí que mi prioridad era recibirme y después volver a jugar. El tema es que cuando comienzo a ser entrenadora, rápidamente dirigí categorías de mujeres, donde jugábamos los sábados. Entonces sí dirigía no podía jugar”, comenta Brunati.

Su relato plasma una experiencia de migración pasional: cómo encontrar la pasión en otro lugar. Una pasión que se grabó a fuego en un año en particular: en el 2011, siendo entrenadora de Handball Indoor, acompañó al conjunto nacional de Handball Playa Femenino al Sudamericano de Ecuador, como rol de asistente.

Desde ese entonces, atravesó un camino de ascenso. Obtuvo la medalla de oro como entrenadora de Las Kamikazes en los Juegos Olímpicos de la Juventud de Buenos Aires 2018, y en el presente año marcó un hito histórico para el deporte argentino siendo la primera entrenadora argentina de la historia en ser invitada a un Juego Olímpico, con el propósito de participar de los Juegos de Exhibición o Showcase de París 2024, y exponer ante los ojos del Comité Olímpico el motivo por el cual el Beach Handball debe ser de manera definitiva un deporte olímpico en Los Ángeles 2028 o en Melbourne 2032.

–Creciste en un club como es Ferro. ¿Qué papel juegan los clubes sociales?

–Generan una pertenencia, que una cadena de gimnasio no. Yo me crie en Ferro, que es un club sumamente social, que en algún momento fue Sociedad Anónima y fue una época bastante dura. Para nosotros pagar la cuota social era un honor. Mis viejos hicieron la fiesta de casamiento en el club. Se vincula toda una familia. Inclusive nací deportivamente en Ferro. Más que deportivamente te diría: primero nací en el club y después me desarrollé como deportista. Es el amor de estar compartiendo con otras personas, que están en el mismo lugar que vos.

–Entrenabas en Indoor y luego pasaste a Beach Handball. ¿Cómo se dio esa migración de una disciplina a la otra?

–El Beach Handball me gusta mucho por la adrenalina, la velocidad a la que te lleva el juego y la creatividad a la hora de jugar. En el Indoor, tenés jugadoras creativas, pero en el Beach requerís jugadoras más creativas. Arranqué en el 2015 con la Selección juvenil –de chicas de 14 a 15 años–, que no lo habían practicado nunca. Esto es algo que cambió, porque estamos trabajando con la tercera generación de juveniles y todas vieron la disciplina o juegan en los Bonaerenses o en los Juegos Evita. A nosotros nos llevó dos años ganar un partido. Era importante aprender las reglas, la técnica, darle espacio para que se equivoquen y trabajen la percepción y toma de decisión. Pero lo que lleva más tiempo, es lograr que las jugadoras se enamoren y disfruten del deporte.

–¿Es difícil aprender el Beach Handball?

–La técnica es sofisticada y va ligada a la táctica. Pero lo más importante es aprender jugando lo máximo posible. Ir a la parte analítica, para trabajar la técnica pura. Luego volver a lo global, para trabajar la percepción y volcarlo al juego. Hay que intentar hacer un trabajo de ejecución, un trabajo de ejecución más percepción y llevarlo al juego. Ir de situaciones facilitadas a más complejas. No hay un solo método para enseñar. Lo que sí tenemos que hacer es darles a las chicas la mayor cantidad de experiencias variadas sobre las técnicas y las tácticas.

–Van a participar como deporte exhibición en los JJOO de París 2024. Los partidos del Beach Handball duran dos tiempos de diez minutos. ¿Por qué crees que se eligen deportes de corta duración?

–Tenemos la ventaja de que es un deporte que es fácil televisarlo. En 25 o 40 minutos terminaste un partido y es mucho más lindo mirar los flashes televisivos, porque en los Juegos Olímpicos, las transmisiones ponchean un deporte, pasan dos o tres minutos, y cambian a otro. Y en el Beach Handball, en esos dos o tres minutos vas a ver goles con Fly o con giro, y eso es divertido. Además, es mucho más fácil hacer una historia de Tik Tok con una jugada de Beach Handball. Es una época donde se busca consumir deportes muchos más veloces y con menos tiempo.

–Relacionás el Show con el jugar lindo. ¿Qué es jugar lindo?

–Jugar lindo también es ser pragmático. Es hacer una buena ejecución de pase y recepción. Si veo que el especialista (organizador de juego) lanza por la banda y nunca hay una acción diferente, se hace aburrido. También tenemos la defensa que lo hace divertido: al tener poco contacto físico por reglamento, buscamos interceptar o bloquear, que son desplazamientos espectaculares. Lo que pasa es que muchas veces pensamos que jugar bonito va en contra de lo eficiente. Uno tiene que ser eficiente y jugar para el Show. Lo que uno quiere es ir a la cancha y divertirse.

–¿Cómo fue lidiar con la exposición de los Juegos Olímpicos de la Juventud de 2018?

–No esperábamos tal magnitud, pero sí trabajamos en el mejor programa deportivo de juveniles por escándalo. El programa 2018, que arrancó en 2014, preparó a chicos y a chicas de todos los deportes, en todo lo que respecta a lo extra cancha. Las chicas ya estaban capacitadas en doping, nutrición, manejo de redes sociales y prensa, manejo dentro de la Villa Olímpica y cómo pertenecer al equipo argentino. Siempre busqué de que las chicas sean líderes. Eso se notó porque ellas podían dialogar con los medios, trabajar con sus redes sociales, concentrándose en realizar el torneo, sin que tenga que decirles “me quedo con sus celulares”.

–¿Qué concepto tenés de las redes sociales dentro del deporte?

–Una persona no se convierte en una foto de Instagram. Hay un lugar por fuera del dispositivo móvil. Es un proceso que hay que trabajarlo mucho, sobre todo con los más jóvenes, que sufren Cyberbulling. A las redes sociales no las podemos cambiar. Lo que debemos cambiar es nuestra forma de leer y seguir trabajando nuestro dialogo interno. Se relaciona el éxito con que tengas una cuenta de Instagram o de Tik Tok con tantos seguidores o si tenés tantos likes. La vida pasa por las relaciones interpersonales. El móvil debe ayudar a buscar patrocinadores o a contactarte con una persona que está muy lejos y que hace mucho no ves. Pero no debe convertirse en el único medio.

–¿Qué hay detrás de esa foto?

–Cuando se muestra la foto, se ven mensajes como: “con todo para la recuperación”. Y detrás hay momentos de angustia, de subidas y bajadas. Es el negocio de lo que las personas quieren ver: deportistas entrenando, comiendo bien, tomando bebidas aptas para el deporte, que estén en forma o que estén contentos y motivados. Lo más humanizante que vi fue al Dibu Martínez hablando sobre la ayuda que le brinda su psicólogo. Me parece buenísimo que se hablen de este tipo de cosas.