En el medio de Villa Elvira, La Plata, barrio de casas cuadradas y bajas y comercios tranquilos, hay un castillo antiguo rodeado de un jardín. Si uno bate las palmas, llama, y espera unos minutos en la pequeña reja de la avenida 7 por donde se entra, lo viene a saludar un burro.

"Es Octavia. ¿Te da miedo? No hace nada, pero nos va a seguir hasta la puerta", dice Emilia R. Pena, fundadora, directora y gestora de Osmiórnica Biblioteca, espacio íntimo y nómade que hoy se encuentra dentro del Centro de Artes y Ocios, el castillo de "terapia artística" que lo alberga desde 2022. Emilia no se equivoca: como un perro manso, Octavia olvida completamente su tamaño y un poco empujona sigue a los visitantes hasta las escalinatas de mármol, donde encuentra su límite. Parece triste cuando se la deja sola.

Adentro, el hogar está prendido, y alrededor de él y de estufas eléctricas esperan Mariana "Margo" Russo Zamora y Julia Montecchia, las otras dos caras visibles de "la biblio", como le dicen cariñosamente al emprendimiento que desde 2018 surgió como espacio de intercambio no solo de libros sino de pensamiento, primero de manera nómade, y hoy asentado en el viejo edificio. 

Emilia siempre tuvo muchos libros, y cuando coordinó una librería junto con una amiga, muchos más. Frente al avance de la crisis, conseguir libros se volvió cada vez más difícil. Así se le ocurrió la idea de que "los libros circulen, aunque sea entre amigos". Cuando la librería se terminó, el caudal de libros aumentó. Pero había otra necesidad: la de encontrarse con otros. 

Margo, Emilia y Julia, las responsables de "la biblio".

"Cuando hablamos de una biblioteca, la gente no entiende bien. Piensa que es una librería", afirma Emilia. "Creo que lamentablemente estamos todos acostumbrados a un lugar que te vende algo", ríe Margo. Pero Emilia es más diplomática. "Primero porque hay mucha gente que no acostumbra a ir a bibliotecas. Y también porque es una biblioteca particular. Tiene un espíritu de plataforma, desde el lado del pensamiento y de generar encuentros", afirma.

Por esos años, buscaba que estudiar no esté relacionado solamente a espacios institucionales, como la universidad, sino que vuelva a ser parte de la vida cotidiana. Con ese objetivo nació la biblioteca, al principio de manera etérea, simplemente prestándose libros entre amigos. Pero los espacios no tardaron en llegar, y les permitieron desarrollar la otra pata importante de la biblio: los cursos y talleres.

"Creo que lo nuestro va más allá del espacio físico de una biblioteca. Es un proyecto de pensamiento, de intercambio, además de los libros. De encuentro, en definitiva", afirma Emilia. Estuvieron en Taller del Caleidoscopio y Laberinto Casa Club, entre otros espacios independientes que los albergaron. Durante la pandemia, se volvieron virtuales, volviendo online las oportunidades de encuentro. Hasta que en 2022 se mudaron al castillo donde hoy residen, donde, de manera romántica, cualquiera puede acercarse los sábados cada 15 días, a leer o a charlar. 

"Acá viene gente que ha estudiado muchas carreras, o no ha estudiado, que tiene intereses particulares o que da talleres. La red se arma sola, no tan de manera prefabricada como a veces ocurre en otros espacios más institucionales", afirma Emilia. Sin decirlo, hay algo de la potencia perdida de las bibliotecas de barrio: la posibilidad de nuclear gente heterogénea.

Uno de los rincones de la biblio.
Si hay un espíritu del espacio, es la rareza. De allí su nombre complicado, que significa "pulpo" en polaco. "Del pulpo no se sabe muy bien el origen, entonces se dice que son aliens", afirma Emilia. Aquel espíritu de rareza lo aplican tanto a la tendencia nomadista como a los libros que poseen. 

Catalogados tienen más de 800 libros, cuidadosamente seleccionados. ¿El criterio? El que se vaya construyendo con el diálogo único del paso del tiempo. "Hay filosofía, poesía, ensayo, pensamiento contemporáneo. Pero también hay clásicos, novelas. Ponemos el enfoque en Latinoamérica", afirma Margo. Entre risas, admiten que hay mucho de distintas corrientes de izquierda latinoamericanas.

Por el módico precio de 1200 pesos al mes, se pueden retirar los libros. Los préstamos duran dos semanas, pero es posible y muy probable extender los plazos. Hay joyas teóricas inconseguibles, pero también conseguibles, aunque hoy en día impagables para un estudiante promedio. Pero también libros discontinuados, que ya no se reeditan, viejos clásicos, autores olvidados. También tienen un generoso apartado de fanzines, en su mayoría platenses, como es la tradición de la ciudad.

"La Plata es una ciudad donde estas cosas, de alguna manera, pasan. Es una ciudad ideal para la biblioteca. Quizás inmerso en eso uno no se da cuenta, pero es una ciudad con una impronta cultural independiente muy grande", afirma Margo sobre la tradición cultural de la capital de la provincia, llena de gente que, según ella, está "dispuesta a que las cosas pasen". 

El cuerpo de la biblioteca, en ese sentido platense, parece ser aquella misma gente. "Una vez que ya te acercas, sos parte de la comunidad en la que estamos", afirma Emilia. Los talleres y cursos se van discutiendo a demanda de quienes asistan. Los hubo de todo tipo, de seguridad en internet, de música electrónica, de cuentos de terror. Tuvieron importantes colaboraciones, con platenses y con no platenses. Hasta con espacios internacionales. Hablaron de Mark Fisher, de las anarquistas de principios de siglo y de Harry Potter. 

"Los temas se van dando orgánicamente. Alguien de algún taller nos trae algo copado y sale la idea de hacer otro. Y así se abre. Nunca tenemos algo planificado. A veces pensamos, estaría bueno hacer algo así, pero se va abriendo solo", afirma Julia sobre la espontaneidad de la biblioteca.

"La biblio no deja de ser un experimento. A veces uno cuando dice experimento piensa en algo acotado en el tiempo. Esto es como un experimento extendido en el tiempo. El ejercicio de estar todo el tiempo armando en relación al diálogo con otros es un ejercicio constante", afirma Margo.

Al preguntales cuál es la gente que les gustaría que frecuente la biblioteca, o que conozca el proyecto, Julia responde: "que vengan los curiosos". "Me parece que el espíritu que tiene un poco el proyecto es eso, ¿no? Estudiar o aprender o buscar o indagar. Más que con un público específico, yo creo que la curiosidad es una forma de vivir. A esa gente buscamos para la biblioteca", sentencia.

Dicen que la curiosidad es algo contagioso. Parecería que alrededor del hogar del castillo donde hoy, por ahora, se aloja Osmiórnica Biblioteca, ese dicho se transformó en ley.