Los mercados volvieron a dar una muestra de la velocidad extraordinaria con la que pueden pasar de la euforia al pesimismo. La semana pasada volvió la volatilidad a la city porteña, con una importante fluctuación en el precio de los dólares paralelos, las acciones y los bonos soberanos. Se esparcieron rumores de todo tipo, se pusieron en duda cargos de ministros y se habría intervenido en los tipos de cambio financieros para apaciguar las presiones.

Desde la consultora 1816 intentaron dar una respuesta sobre por qué volvió a subir la brecha cambiaria en los últimos días. Sin embargo, al igual que a gran parte del mercado, le costó ofrecer una conclusión directa. Se inclinaron por una combinación de elementos políticos y de tasa de interés.

El peso atravesó su semana de mayor debilidad desde principios de enero de este año. El brusco movimiento de los tipos de cambio, el cual llevó a la brecha a su nivel más alto desde mediados de febrero tras meses de estabilidad, no tuvo un catalizador evidente”, aseguraron.

Factores

“Nos inclinamos a pensar que se trató de una reacción del mercado al último recorte de tasas del Central (seguido de una caída de la Badlar al 32 por ciento) y a la dilación del trámite de la Ley Bases y de Medidas Fiscales en el Senado (todavía no está emitido el dictamen que modificaría el proyecto aprobado en Diputados)”, consideraron en la consultora. El Ejecutivo tiene serias dificultades para conseguir el visto bueno de los gobernadores.

Más allá de los elementos que puedan plantearse para explicar el cambio de humor repentino del mercado, el punto para insistir una y otra vez es que los inversores operan con comportamientos irracionales. La última semana no hubo una alteración abrupta para poder entender el salto del dólar de un 15 por ciento en 4 días, el desplome de algunas acciones de hasta 10 por ciento en el día o el riesgo país superando de nuevo los 1400 puntos.

Esta volatilidad no parece el inicio de una crisis financiera imparable ni una réplica de lo que pasó durante abril y mayo de 2018, cuando el desarme de las Lebac marcó un punto de no retorno. Se trata de una señal de alerta sobre las inconsistencias que viene acumulando la política económica y la forma más sencilla de imaginar los problemas a futuro.

Por el momento, los controles cambiarios funcionan como un dique de contención y permiten que el equipo económico tenga margen de maniobra para evitar que escalen las presiones en el frente externo (y se repliquen con una baja sostenida del precio de los activos bursátiles). Pero la pregunta del millón es qué ocurrirá cuando se intenten abrir las regulaciones.

El Gobierno asegura que liberar los controles cambiarios es un paso innegociable y necesario del programa que apunta a una modificación del régimen monetario a esquema de competencia de monedas. Se trata de un plan que buscaría principalmente eliminar la posibilidad de emitir pesos, permitir que el dólar sea una moneda de curso legal (transaccional) y conseguir que la remonetización de la economía ocurra con los dólares del colchón.

El punto es que la forma en que parece estar planteándose este nuevo esquema provoca enormes interrogantes. Desde la consultora 1816 lo resumieron en pocas palabras. “El régimen tal cual lo describe Milei no tiene precedentes en el mundo, lo cual hace incierta su implementación y los resultados. Se trata de un plan que se juega a todo o nada”.

Al mismo tiempo, agregaron que “si sale bien se elimina por completo la inflación y si sale mal no puede descartarse una fuerte aceleración de los precios en moneda local, en el caso que con el dólar como moneda de curso legal se derrumba la demanda de pesos y el mercado desconfía que la eliminación de la impresión sea para siempre”.