En las dos últimas décadas el teatro marplatense independiente ha crecido enormemente. Complejos teatrales, salas, obras, actores y público propio, no solo durante el verano.

Uno de sus principales representantes fue Guillermo Yanícola, quien no fue un malogrado sino un muy bien logrado que partió tempranamente, y que en poco tiempo trazó un sendero. Porque en menos de veinte años, Yanícola escribió, puso en escena y muchas veces actuó, más de treinta obras de teatro. Entre ellas Floresta, Los que están sentados, La Bella dispersione, Los cinco grandes del malhumor, ¿Por qué las casas se enfrían?, Los fines, las adaptaciones de Ubú, del Fausto y de Shakespeare, y muchas otras más.

Pero antes de entrar de lleno en el teatro, Guillermo fue músico. En esa faceta lo conocí durante los ´90. Junto con Benjamín “Benya” Gassé habían conformado un dúo instrumental, al que se sumaban colaboradores, que se llamaba Alma das Pampas. Los fui a ver varias veces, incluso compartimos bares al terminar algún show.

Benya cuenta que “Guillermo establecía vínculos muy profundos, se abría, se apasionaba. Apenas terminó el colegio industrial, trabajó en los supermercados Toledo, pero enseguida se puso a buscar el revés de la trama. Estudió música con Mario Corradini, y también dibujaba, pero solo para él. Éramos muy atrevidos, teníamos ganas de romper lo establecido, intentábamos deconstruir la música, nada más y nada menos. Hizo la puesta musical para una par de obras y se zambulló de lleno en el teatro. Estudió clown, actuación y dramaturgia”.

“Estuvimos siete años distanciados. Y en 2005, volvimos a encontrarnos. Todas las semanas escuchábamos música, tomábamos unos vinos y repasábamos nuestros pocos logros y nuestros muchos fracasos. Y en 2015, volvimos a tocar juntos hasta dos días antes de su partida, que nos agarró grabando un disco triple, porque él no quería descartar ni un solo tema. Estaba al tanto que el tumor no era benigno, pero no se detuvo ni un segundo, se la pasaba haciendo de todo. Sabía que la parca estaba muy cerca, y quería dejar su testimonio. Al menos, pude acompañarlo en sus últimos días”.

Guillermo fue un producto del 2001, del llamado desfondamiento institucional. De aquella época sin certezas, que ahora parece volver más recargada que nunca. En cada una de sus obras no hacía más que cuestionar lo establecido, lo que se había caído o lo que se mantenía a duras penas. El matrimonio, la familia, el lugar del autor, la hipocresía de la sociedad, la vida y la muerte –mucho más en sus últimos tiempos-, fueron temas abordados una y otra vez.

Benya explica que “en Mar del Plata éramos la periferia de la periferia, porque no éramos verdaderamente exitosos. Aunque con el teatro, sí llegó a trascender, porque era un auténtico genio. Era de buscar, encontrar, lograr, y enseguida ponerse a buscar de nuevo. Iba siempre hacia el riesgo, tratando de no repetirse, ni traicionarse. Y además era muy metódico, combinaba muy bien lo creativo con lo terrenal, porque siempre estaba produciendo lo que ideaba”.

Cuentan que todo el tiempo generaba ideas. Que salía a caminar, observaba a la gente y anotaba en su libreta todo lo que se le ocurría, y enseguida lo volcaba a una propuesta concreta, musical o teatral; a veces, también literaria. Parafraseando al personaje del famoso cuento de Julio Cortázar, era un auténtico “perseguidor” que intentaba emplear rápidamente el tiempo que le habían dispuesto, como si hubiera sabido desde siempre que algún dios se lo había acotado. Fue uno de los fueguitos del que nos habló Eduardo Galeano, esa “gente de fuego loco, que llena el aire de chispas”. Yanícola iba siempre hacia lo inasible, quizás porque de lo posible se sabe demasiado, como nos enseñó Silvio Rodríguez.

Claudia Mosso fue su principal partenaire en las aventuras teatrales. “Él avanzó en el teatro del absurdo, en la línea de Ionesco, de Pinter. Sobrevivía dando clases de música y de teatro, nunca hizo dinero. Y lo que ganaba lo volcaba en las producciones teatrales, algunas no daban ni un peso, pero él las sostenía. Llegó a tener cinco obras en escena al mismo tiempo. El mayor éxito fue 'Disparate', que ganó un lugar en la Fiesta Nacional del Teatro, la llevamos a varios lugares y la representamos durante catorce años. Nunca le interesó la ciudad de Buenos Aires como meta, solo llevamos la obra 'Marde Troya' una vez a Tecnópolis, pero no mucho más. Le interesaba más lo regional, iba muy seguido a Tandil, que tiene una movida teatral muy intensa a partir de la carrera en la universidad. Ahí le permitieron cursar una maestría sin tener un título de grado, ¡si los profesores estudiaban sus obras! Pero no le interesaba mucho recibirse, sino aprender. La creación continua era algo natural en él. Leía mucho, pero siempre con un ojo artístico". 

"La Banda de los ausentes fue otra genialidad, era un espectáculo con músicos imaginarios donde Guillermo mostraba su enorme versatilidad: música, actuación, poesía, y siempre la crítica a través del humor. Esa fue su marca registrada. Y también el intentar romper con todos los esquemas teatrales. Por ejemplo, en su obra Los que están sentados, obligaba a los espectadores a estar todo el tiempo de pie, porque los sentados estaban todos muertos”.

“Cuando supo que estaba enfermo, decidió trabajar hasta no dar más. En los últimos tiempos estaba trabajando en sus Siete experiencias sobre el espacio, de las cuales llegó a estrenar tres. En su obra Actores extranjeros uno de los personajes es un director de una puesta dentro de la obra, se muere y los actores se ven obligados a improvisar sin él, y seguir adelante. Será por eso que los que hemos trabajado con él nos sentimos interpelados y conformamos el Proyecto Yanícola. Nos dejó la tarea de la difusión, de alguna manera somos como el eco de su voz, como dice el tango. Porque, además probablemente 'no habrá ninguno igual'".

"Y su obra empieza a circular. Floresta la están haciendo en España, y en varias provincias se están representando algunas otras. En nuestra ciudad se preparan varias para volver a ser puestas en escena en los próximos meses. Hay que decir que a Guillermo no le importaba el éxito en un sentido comercial, pero sí que nunca nos detuviéramos de proyectar. El legado que nos dejó es “hacer por sobre todas las cosas”.

Pienso en el ejercicio de la prepotencia de trabajo de la que nos habló Roberto Arlt hace bastante tiempo. “Dejó un vacío enorme”, dicen todos los que lo conocieron. Será por eso que la Asociación de Teatristas de Mar del Plata busca llenarlo realizando anualmente un festival de teatro que lleva su nombre. Una de sus sentencias era que “nosotros no hacemos teatro contestatario, sino preguntatario”, cuenta Claudia. Su dramaturgia era política pero nada panfletaria. Será que en verdad, no sabemos casi nada y tenemos mucho por interrogar y demasiados velos por quitar. Y para esa tarea, siempre estará Guillermo Yanícola ayudándonos, el gran preguntador desvelado.