"Perón fue el único que hizo viviendas dignas par los laburantes. Todos los que vinieron después quisieron encerrarnos y apilarnos en esas pajareras que llaman monoblocks", dice desde el jardín delantero de su casa la abuela Rosa, como la llaman todos acá. Y no sólo sus nietos.
El barrio obrero de Villa Concepión, en San Martín, celebró el fin de semana sus primeros ochenta años de vida. Buenos Aires/12 recorrió junto a los vecinos las calles y la historia de este barrio emblemático del peronismo.
Los festejos, con epicentro en la plaza del barrio, se prolongaron durante todo el fin de semana. Incluyeron una presentación de la orquesta infanto juvenil del municipio, danzas folklóricas, feria y talleres.
Las obras para la construcción del barrio obrero Villa Concepción, en la localidad de San Andrés, partido de San Martín, comenzaron el 23 de mayo de 1944, por orden del entonces coronel Juan Domingo Perón, secretario de Trabajo y Previsión del gobierno de Edelmiro Farrell. En aquel entonces, la zona era campo.
Tras el golpe de 1943, la secretaría de Trabajo absorbió lo que hasta entonces había sido la Comisión Nacional de Casas Baratas, la convirtió en la Administración Nacional de la Vivienda y le dio un mayor alcance geográfico, ya que hasta entonces sólo había operado en el área metropolitana.
Villa Concepción sería el primer barrio obrero del país, una prueba piloto de cuyo resultado dependería su multiplicación, a la vez que una apuesta del funcionario por intervenir en el mercado de la vivienda a favor de los sectores populares.
Se trató de un complejo de 521 viviendas familiares, de techo bajo y a dos aguas, con tres dormitorios, con acceso a cloacas y conexión de gas envasado, todo un adelanto para la época, en el predio delimitado por las avenidas Fleming, Constituyentes, diagonal Campos y Luis María Drago.
Para acceder al sorteo de las viviendas, las condiciones necesarias eran cobrar un sueldo mínimo y tener a cargo una familia numerosa, es decir, con tres o más hijos. La mayoría venían de hacinarse en piezas de conventillos e inquilinatos, con baños y cocinas compartidos.
Los beneficiarios abonaron 9un tercio de ese sueldo mínimo en concepto de cuota durante 18 años y, al cabo de ese período, las propiedades fueron escrituradas a su nombre. En aquel entonces, los inmuebles se cotizaban en pesos y las operaciones se realizaban en la misma moneda.
Cuesta creer que hoy, con un sueldo mínimo de $221 mil, alguien pudiese afrontar la cuota de un plan de vivienda, tanto como imaginar una cuota de $60 o $70 mil cuando, en la actualidad, ese es el valor estimado del alquiler mensual de una cochera.
Las familias comenzaron a mudarse y a habitarlo en 1946. Para entonces el barrio tenía ya su propia escuela, su iglesia y una importante sala de primeros auxilios, con quirófano incluido, que llamaban “el hospitalito”.
Quienes atravesaron sus infancias en las décadas de 1950 y 1960 lo recuerdan como el barrio perfecto para ser chico, porque al ser todas las familias numerosas, siempre había con quién jugar en la calle a la salida de la escuela.
El récord lo tenía, y lo conserva todavía, un vecino llamado Néstor Valor, apodado "el Chino": tenía 24 hijos. Así, las tardes transcurrían siempre en grupo, entre fútbol, bicicletas, mancha y escondidas.
Hacer casas de calidad para los trabajadores significó, para el primer peronismo, una disputa con la burocracia estatal que existente. Según el mito popular, el proyecto original contemplaba techos de teja y no de chapas de fibrocemento y casas individuales en vez de tiras, como finalmente se construyó. Esas diferencias dispararon la furia de Evita con el arquitecto a cargo.
Barrio peronista
Por su origen, el barrio tiene desde siempre una fuerte identificación con el peronismo, que pagó a lo largo de las distintas etapas históricas. Fue castigado por la dictadura de 1955 y por la de 1976.
El 3 de agosto de ese 1978 fueron secuestrados por grupos de tareas once vecinos del barrio, que continúan detenidos desaparecidos. En total, el barrio tiene diecinueve desaparecidos. Sus nombres aparecen en distintos murales y homenajes que sus vecinos les realizan. Se trata del barrio con la mayor proporción de desaparecidos por cantidad de habitantes.
Por este motivo, a instancias de la Comisión por la Memoria, Verdad y Justicia de San Martín, que conduce Evita Morales, docente jubilada y vecina del barrio, una ordenanza del concejo deliberante declaró el 3 de agosto como el “día del desaparecido de San Martín”.
La Comisión por la Memoria es también la que impulsa el juicio por los fusilamientos de los basurales de José León Suárez, ocurridos el 9 de junio de 1956, para que esos crímenes sean declarados de lesa humanidad y, por lo tanto, imprescriptibles.
La relación de Villa Concepción con esos crímenes es también muy fuerte. El barrio se encuentra a apenas unas doce cuadras de distancia del domicilio de la avenida Hipólito Yrigoyen, en Florida Oeste, de donde fueron levantados los fusilados. La causa tramita en el juzgado Nro. 2 de San Martín, a cargo de la Dra. Alicia Vence y la instrucción está en manos del fiscal Paul Starc.
En una de sus casas (cuál de ellas es uno de los secretos mejor guardados por sus vecinos), fue filmada parte de la película Operación Masacre, la adaptación del libro homónimo de Rodolfo Walsh, estrenada en 1973, dirigida por Jorge Cedrón, en la que actuaron entre otros Víctor Laplace, Carlos Carella, Norma Aleandro, Ana María Picchio y Julio Troxler haciendo se sí mismo.
En este barrio, las paredes hablan. Hay un mural que recuerda a los desaparecidos, salpicado de flores de Nomeolvides, otro de cuando Néstor Kirchner bajó los cuadros en el Colegio Militar de Campo de Mayo, en 2004, uno que homenajea a los héroes de Malvinas y otro que recuerda a los pueblos originarios. Otros tienen figuras vestidas de negro, blanco y rojo, los colores de Chacarita Juniors, club con el que el barrio tiene también una gran identificación.
"Acá a veces se muda gente que no es peronista, pero se hace peronista rápido, por la experiencia de vivir dentro de una comunidad organizada", agrega Rosa, que fue empleada doméstica y crió sola a sus siete hijos. Un ejemplo de esto es lo que ocurrió con la sociedad de fomento.
Historia de lucha
Entre Evita Morales, que fue docente fundadora de la secundaria de adultos, Susana Farías, la actual presidenta de la sociedad de fomento, y Kilo, el vecino de la esquina, reconstruyen esa historia.
En un extremo del barrio había terrenos destinados a hacer un centro comercial que, por alguna razón, nunca prosperó. Desde los inicios del barrio, las familias decidieron armar una sociedad de fomento. Obtuvieron pronto la personería jurídica pero, mientras no tuvieron sede, se reunían en la escuela. "La escuela era como un centro comunitario. Todo pasaba ahí. Hasta se daba misa antes de que tuviéramos capilla", explica Evita.
Al poco tiempo, lograron construir, en esos terrenos, originalmente del banco hipotecario, un pequeño salón. También fueron pioneros en aplicar el concepto de plusvalía urbana, al conseguir que una empresa contratista, que había realizado trabajos en el barrio, convirtiera el resto de la superficie en canchas de fútbol y tenis.
A principios de los noventa, el intendente de aquella época, el duhaldista Antonio Libonatti, tenía un proyecto de construir monoblocks. El barrio se puso a la defensiva frente a la posibilidad de que se alterara su geografía.
Por un lado, iniciaron una campaña de recaudación para comprar los terrenos, que incluyó desde venta de pizzas y empanadas hasta el sorteo de autos 0 kilómetro. Por otro, lograron aprovechar a su favor la interna entre Menem y Duhalde, que era por aquellos días el dato central de la política nacional.
Un muchacho criado en el barrio, cuya identidad también protegen, integraba el entorno del entonces presidente, Carlos Menem. Con distintas artimañas, logró demorar la construcción de Libonatti y Duhalde lo suficiente para que la sociedad de fomento, sin otro financiamiento que el de los vecinos, pudiera ejercer la prioridad de compra sobre los terrenos.
Hoy cuentan con un salón de usos múltiples de unos mil metros cubiertos, en el que se desarrolla un encuentro de patín artístico. Sin dejar de atender el bufet, Natalia, la presidenta, cuenta sus planes. "Quiero que el salón lleve el nombre de Francisco Oscar Simonetti. Él encabezó aquella lucha y nos dejó hace muy poquito".