A contramano de lo que cualquiera podría pensar, están resurgiendo. Lo mismo que las escuelitas de fútbol en las barriadas populares. Tanto partido televisado y mundial ganado por los muchachos en Qatar tenía que repercutir de algún modo en la realidad. En Mar del Plata, por ejemplo, hay dos ligas barriales con partidos todos los fines de semana. Y lo mismo debe estar ocurriendo en todos los pueblos y ciudades de la provincia. También crecen aceleradamente la cantidad de equipos femeninos. Y lo extraordinario es que no estamos hablando solamente de fútbol. Porque quienes quieran limitar la mirada solo a lo deportivo, no se lo vamos a explicar porque no lo van a entender, como dice la famosa canción. Los clubes son sociales, por sobre todas las cosas.

A Elio García lo conocí recientemente compartiendo una charla sobre experiencias de pedagogía social. Es tesorero del Club Social y Deportivo Nueva Pompeya, y cuenta su renacimiento.

“Arrancamos en 1942, en uno de los barrios más antiguos de Mar del Plata, cerca de la estación del ferrocarril. Y de ahí salió el nombre. Le decían El rojo por los colores que adoptamos. La sede se fue construyendo a puro pulmón de los vecinos, todos laburantes, la mayoría italianos. Cuentan que la primera actividad que se organizó fue una carrera de bicicletas a lo largo de la ruta 226, yendo para Sierra de los Padres. A nuestro salón venían a tocar las orquestas de Mariano Mores, Beba Bidart y otros maestros del tango. Durante años tuvimos una murga, se practicaban boxeo y otros deportes. Pero cuando los fundadores envejecieron, la actividad fue decayendo. Durante los 90, fue como en la película Luna de Avellaneda, no quedó casi nadie. Y en el 2008 fue tomado por gente que nadie sabe bien quiénes eran, montaron un garito, y cuentan que hasta hubo un criadero de perros en la terraza. En el 2015, le tiraron la llave a una vecina que era viuda de uno de los fundadores. Pobre, tenía más de noventa años, no sabía qué hacer y convocó a algunos vecinos. Se había perdido todo, ni personería teníamos. Y fue como el ave Fénix”.

La sede del club está sobre la avenida Libertad, a pocas cuadras de la playa, y cada día recibe a más gente que se arrima a las actividades. Incluso funciona una comisión del Programa FINES de la DGCyE para adultos que quieren terminar la secundaria.

“Yo soy profesor de música y cantor de tangos. Estábamos buscando lugares para hacer milongas con orquestas en vivo. Y nos dijeron: hay un saloncito que podés alquilar. La presidente del club, Leticia Saaby, se recopó al ver que se le llenaba de pibes jóvenes bailando tango, no lo podía creer. De a poco me fui enganchando en algunas actividades, hasta que me invitaron a ser parte de la comisión directiva, y ahora no puedo parar. Debe tener que ver con que yo de chico me la pasé adentro de muchos clubes, jugué al fútbol desde los seis hasta los diecisiete, y ahí siempre tuve un lugar, eran mi casa. Estar ahora construyendo con otros es reparador para mí, porque es devolver lo que me dieron. Yo siento que hacemos un camino de sueños, imaginamos proyectos y los concretamos colectivamente. Y eso es maravilloso, me da vida. Porque acá nadie gana un mango, somos todos trabajadores y algunos son estudiantes de la universidad”.

“En poco tiempo pasamos de ser un salón recuperado a un club con todas las letras. Estamos haciendo muchas actividades de integración, el año pasado organizamos la semana de arte para chicos con discapacidad, articulando con una asociación civil y una escuela especial del barrio. Se llenó de pibitos, quizás era la primera vez en su vida que iban a un club”, cuenta Elio.

¿En qué momento nos hicieron creer que la mejor manera o la única de acceder al mundo era a través de una pantalla? ¿Lograremos recuperar formas de vida más comunitarias? ¿O seguiremos en una especie de pandemia eterna? Los clubes de barrio van a contramano de la tendencia, pero paradójicamente crecen día a día.

“Desde hace algunos años organizamos almuerzos en las fechas patrias. Preparamos locro entre todos, y vienen los vecinos a compartir. El año pasado recuperamos el equipo de fútbol masculino y recientemente se inició el femenino, y eso que entrenamos en las plazas cercanas porque no tenemos predio propio. Y las milongas los fines de semana tampoco se detienen. Todos estamos supermotivados. Nuestro objetivo este año es atraer más a las infancias. Por eso hemos armado un proyecto de extensión universitaria orientado hacia lo artístico-cultural articulado con el grupo de cine itinerante Fellinia, el centro cultural Mar de Fondo y la ONG Enamorarte, que trabaja con personas con discapacidades. Vamos tejiendo redes, porque solos no podemos. También estamos sumando a la iglesia y a las escuelas de la zona”.

Aunque uno viva en la otra punta de Mar del Plata, dan ganas de sumarse. Caigo en la cuenta de que lo que tenemos que hacer es tratar de imitarlo, juntándonos con otros vecinos en nuestros propios barrios.

“El año pasado, con un subsidio del gobierno nacional, acondicionamos los sanitarios. Ahora se cortó todo. Pero no importa, porque en un contexto adverso seguimos creciendo sostenidamente, pasamos de ochenta socios a los actuales 430. Tenemos todo lo administrativo al día, y estamos viendo si desde la provincia nos pueden acompañar para dejar las instalaciones bien acondicionadas. Por ejemplo, desde el Instituto Cultural y el Teatro Auditorium nos han convocado para llevar el tango a los barrios. Porque saben que nosotros colaboramos con los comedores de los barrios más alejados, donde están pasándola peor que nosotros. Nueva Pompeya es un espacio abierto, un lugar de encuentro comunitario donde se teje con el otro, porque los clubes son espacios de militancia social. El enorme desafío que tenemos por delante es resignificarlos para estas épocas que vivimos”.

Los volcanes, como el Vesubio, cada tanto entran en erupción, y a veces la lava arrasa con todo. Pero aunque no sean noticia, Nuevas Pompeyas se reconstruirán, con fútbol, con tango o con lo que sea que esté a mano. La trama no se detendrá aunque vengan degollando, simplemente porque no podemos dejar de hacer lazo social aunque pretendan convencernos de que con los dispositivos electrónicos alcanza, que no es necesario que los cuerpos se afecten.