Entre lo mucho para reseñar sobre el mundo de la historieta, hay dos novedades que son síntesis entre generaciones. Por un lado, la puesta al día de Crazy Jack, la venerable creación de Gustávo Amézaga y Rubén Meriggi, a través del libro que edita Fog of War. Por el otro, la compilación definitiva de Almer, de Manuel Loza, con sello del colectivo Big Sur (Le Noise, La Pinta, y los rosarinos Términus y Szama Ediciones).

Entre los dos libros, dos personajes que permiten dar cuenta del devenir histórico del medio, de sus épocas editoriales distintas, a través de estilos disímiles y centrados en la aventura. Rubén Meriggi (Buenos Aires, 1959) y Manuel Loza (Buenos Aires, 1982) son dos referentes, así que tener sus libros a mano, con participación editora local, da cuenta del panorama federal por el que se ha decidido desde hace un buen tiempo el sector.

 

El guerrero albino

"Hay un renacer de la historieta. Está claro que no tenemos la historieta masiva de Columba, Récord, Humor, pero creo que ahora hay más historietas que antes, porque antes estaban sólo manejadas por esas editoriales. Ahora hay un gran esfuerzo de editoriales como la de Ariel (Grichener) y Yamil (Aboukais) por publicar a autores ya conocidos junto a las nuevas generaciones, algo que está bueno para seguir manteniendo vivo el género", comenta Rubén Meriggi a Rosario/12.

"Creo que tiene que ver con la movida que generó Crack Bang Boom, vas allí y está lleno de gente, de editores independientes, hay una movida intensa. Además editan con buena calidad, hay respeto hacia los artistas. Rosario tiene algo particular, a mí me ha tocado firmarles revistas D'artagnan a pibes. Es más, en el libro hay algo muy especial, le pedí a Ariel que lo agregara: hay una foto de una rosarina que se llama Venecia -‑el nombre de la novia de Crazy Jack-‑ con un tatuaje a partir de un dibujo mío. Yo pensaba que había sido el padre, ¡pero fue la madre quien le eligió el nombre!", narra el dibujante.

 

"Con Columba cayó una editorial pero también una escuela, en donde la mayoría podía trabajar y estudiar".

 

Al respecto, Meriggi se explaya y evoca una época de fulgor editorial. "En su momento, Crazy Jack fue un personaje muy extraño y muy importante en Columba, lo digo sin pudor. Fue todo muy raro, porque tanto el personaje como su historia son anti‑Columba. Con esto tiene mucho que ver el director de arte, Antonio Presas, que era el cerebro de Columba y para muchos de nosotros el que más sabía de historieta. En ese entonces, estaba (la historieta) Mark, de Ricardo Villagrán y Robin Wood, que salía en El Tony. En ese momento, Ricardo había aterrizado en Estados Unidos, dejó de hacer Mark y mandó la orden de que nadie más lo dibujara. Presas me convoca para hacer un Mark 2: Mark entraba en un edificio, explotaba, quedaba desfigurado y se ponía una máscara de hierro. Pero me negué porque se lo perjudicaba a Ricardo. Entonces, Presas intentó conseguir los derechos de El planeta de los simios, para generar una serie para revista Fantasía, pero los derechos eran muy caros. Lo mismo le pasó con Mad Max. ¡Mirá la locura y el poder que tenía Columba para llegar a plantear algo semejante! Por otro lado, el guionista Manuel Morini, que firmaba 'Gustavo Amézaga', había hecho con un colaborador el comienzo de la serie Crazy Jack. Ahí es donde Presas dice '¡No, pará! Esto lo va a hacer Meriggi'. Así arranca Crazy, con una onda cercana a Mad Max, en Los Angeles, con motoqueros, rutas destruidas, donde no había agua. A medida que me voy conociendo con Amézaga, el personaje se va creando y comenzamos a mezclarlo con Blade Runner, Asimov, Mad Max, y pegó en la gente. Esa onda cyber‑punk atrajo lectores jóvenes. Tuvo fans, bandas de rock, chicos que mandaban fotos con el pelo cortado como Crazy, se generó un culto".

Crazy Jack tuvo vida sólo en Argentina, a través de un ritmo de trabajo que Meriggi -‑con trayectoria en Estados Unidos y Europa‑- rememora: "Yo hacía otras series en paralelo, así que había material de Crazy que lo hacía en tres días. Tenías que entregar 90 páginas por mes, de un saque. Pero lo cierto es que con Columba cayó una editorial pero también una escuela, en donde la mayoría podía trabajar y estudiar constantemente. Claro que te formaban hacia la línea editorial de ellos, pero era interesante porque tenías que pelear desde lo que vos creías. De lo que no nos dábamos cuenta era que uno se iba formando como profesional. Muchos no sobrevivieron a eso, se sintieron perjudicados. Yo pensé así durante un tiempo, pero en definitiva me formaron para la batalla".

 

Crazy Jack, personaje de Meriggi.

 

 

El caballero andante

Almer camina los tiempos de Camelot, en búsqueda de aventuras pero también de sí mismo. Aspectos que sobresalen durante la lectura de este libro totalizador, que es escudo gráfico en la trayectoria de su autor, Manuel Loza, también conocido como Capitán Manu. "Es la tercera edición de Almer, la editorial anterior (Atmósfera) hizo dos grandes ediciones que se agotaron. Big Sur hizo ahora una edición hermosa, a la que le hicimos correcciones y le agregamos algunos cuentos. Es como un ladrillito precioso", dice el dibujante.

Al revés de Meriggi y su "preparación para la batalla" en la extinta Columba, la tarea de Loza es expresión de un derrotero distinto, posterior. "Siempre estuve en el sector autogestivo, independiente, y nunca tuve un libro de esta magnitud. Almer es un libro muy personal, porque es el trabajo donde más estoy poniendo de mí. Al ser relatos cortos que fui haciendo a lo largo de cinco o seis años, es un libro que termina cubriendo de manera sincera y honesta un pedazo de mi vida", agrega.

Almer no es Gawain o Lanzarote, ni siquiera Príncipe Valiente, sino quien observa a los demás mientras acompaña proezas ajenas o también propias. "¿Viste cuando vas al secundario y te hacen leer El cantar de mio Cid? A mí me pegó muy duro, terminé enamorándome de los libros escritos en la Edad Media. Tengo una cantidad de libros medievales enorme, amo a los franceses del siglo XI, XII. Soy muy fanático del rey Arturo, del ciclo artúrico y de la literatura artúrica. De manera tal que al estar en el sector independiente, donde podés hacer lo que quieras ya que no hay un editor que te exija nada, hice lo que más amaba, un relato de caballerías a partir de mi amor por los libros medievales", explica.

 

"No existe un relato que no tenga un contenido político, ya que cualquier hecho artístico es político".

 

Afectado por lo que sucede a su alrededor, Almer imbrica una lectura política precisa. Para su autor "no existe un relato que no tenga un contenido político, sería un oxímoron, ya que cualquier mensaje, cualquier hecho artístico, estético, tiene un contenido político. En el caso de Almer quizás está un poco más explicitado. Soy un tipo al que le interesa participar en la vida política de lo que le rodea, como docente y como ciudadano". A propósito de Camelot y sus implicancias heroicas y de justicia, Loza se pregunta "si existe otra justicia que no sea la justicia social; ahí es donde Almer, como héroes y caballero, va descubriendo y encontrando una esencia de lo que es la justicia, de lo que es la justicia social, algo que tal vez no tiene cuando empieza el libro".

Uno de los mejores episodios lo encuentra a Almer como caballero desengañado, manipulado. Los rebotes políticos de coyuntura son inevitables. "Lo que nos pasa hoy es lo que viene pasando siempre. El poder real nunca es el que está a la luz, siempre orquesta desde las sombras, capaz está lindo contarlo desde un cuento y tal vez tener la fantasía de que una vez alguien les ganó", cuenta el dibujante, cuyos proyectos incluyen una biografía dedicada al boxeador Oscar "Ringo" Bonavena, para el sello local Szama Ediciones.