La estrategia distractoria de la opinión pública entre la hipercomunicación y la restauración conservadora alejan y soslayan el debate sobre cuestiones claves de la coyuntura. En los últimos, desde el proyecto de reforma de ley laboral, las detenciones a opositores sin juicio, ni condena; la renuncia bajo presión de la Procuradora General de la Nación, hasta la sugerencia de un perdón social a la Gendarmería por el caso de desaparición y muerte de Santiago Maldonado, se han perdido en una nebulosa de banalidad. Es, entonces, la viralización del audio de una cirujana propietaria de un departamento en Nordelta la que hegemoniza el espacio de discusión virtual y no tan virtual. Una verdadera pieza de racismo de clase puro y duro que interpeló masivamente.

 La viralización se alimentó de condenas, declaraciones de la farándula derrochadora, parodias y el efecto relativizador de la posverdad. Cualquiera de estas opciones no invita a reflexionar sino que funciona al instalar la anécdota en la atmósfera mediática.

 Aunque probablemente la vorágine de información fagocite con rapidez la vigencia de esta pieza sonora, su impacto materializa un síntoma social. ¿Qué revelan los enunciados despreciadores sobre los vecinos no deseados, el mate y el perro? En principio, algo sobre la formación de la identidad forjada y anudada en la diferencia con una otredad que, al tiempo que amenaza y horroriza, constituye ineluctablemente la representación.

 Es que con un corte más profundo que el que pudiera trazar un bisturí, la cirujana delimita una polarización fundada en históricas jerarquías que distribuyen inequitativamente recursos materiales, estéticas y proxémicas en el espacio público. Hasta aquí, nada muy novedoso, excepto por el grado exacerbado de desprecio y contradicción que contienen sus palabras llenas de clichés. Es esto mismo lo que la lleva a los medios masivos en los que se sobrepone a otras cuestiones para dar lugar al desarrollo del metadiscurso. Allí brotan las respuestas paródicas para diferenciarse del efecto discriminador de las palabras de la propietaria del mono ambiente en Nordelta en defensa del mate y los bizcochos, pero no mucho más.

 De algún modo, el audio advierte que las grasas de las capitales se filtraron por los muros de los countrys privados. Y los lagos espejados se vuelven más una proyección de la armonía social que una correspondencia. La protagonista del audio se atribuye compartir los parámetros “éticos, morales y estéticos” de “la gente del gobierno” y se opone a las reposeras de la Bristol. En ese punto, el problema de la representación y la representatividad política hacen su aparición estelar.

 Sin embargo, es inevitable –e inquietante– pensar que la cirujana Michelle, los que toman mate en la pileta, los que defienden el mate, hasta los que construyeron esa pileta en la que nunca podrán refrescarse, votaron a Cambiemos. Sin duda, con un discurso versátil dirigido a públicos –segmentados por el marketing– y no al pueblo, ha logrado convocar a una mayoría que asocia al ascenso de los sectores populares como su “límite” y otredad. Es que la irrupción de los “nuevos vecinos” supone una alteración del orden que se experimenta con la extrañeza de un carnaval que puede durar más que un fin de semana y alcanzar doce años. Sobre ese significante Cambiemos ha trazado su campaña y su plan de gobierno: “hay que hacer un esfuerzo para salir del desastre que dejó el gobierno anterior”. Ese parece ser el “chivo expiatorio” para justificar lo que René Girard llama “el sacrificio colectivo” capaz de restaurar el orden después del “caos” en el que las jerarquías se han perdido.

 El audio de “la cheta de Nordelta” demuestra que en las arenas del marketing comunicacional las relaciones entre identidades y representaciones son más que complejas y que se resisten a asociaciones reificadas. Al respecto, Girard, en “Shakespeare y los fuegos de la envidia” argumenta que si el “sacrificio colectivo” no es total, la parte de la sociedad que no participa, movilizará un círculo de venganza. Allí radica la tragedia política que muestra el audio que, como apunta Eduardo Rinesi: “siempre es el resultado de un desajuste, un desfasaje, entre lenguaje y sujeto”.

 Aún en la victoria, la amenaza al “equilibrio inestable de la democracia” es un desafío para el gobierno actual. Existe la política, en efecto, porque ningún orden hegemónico puede imponerse definitivamente, al tiempo que no puede dejar de intentarlo. “Un discurso perverso se queda dormido en un oído tonto”, le hace decir Shakespeare a Hamlet. Pero todo empieza por los oídos, Michelle. Todo empieza por los oídos. Es cuestión de tiempo.

* Maestranda en Ciencia Política (Unsam).

** Doctoranda en Comunicación (UNLP).