“Dice la voz de la lluvia: ‘Soy la misma de hace mil años y de aquí a otros mil seré la misma’”, es lo primero que se escucha en Tres poemas, el corto de 17 minutos que grabó María Pien en co-producción con Agustín Bucich; un viaje por sonoridades emocionantes, enraizadas en la profundidad de las voces de las mujeres. Discrepancias, de la uruguaya Circe Maia, The Lesson of the Falling Leaves, de la afroestadounidense Lucille Clifton, y Les Souffles, del senegalés Birago Diop, son los tres momentos que se hermanan en el afán de compartir una mirada.

Compositora, cantora, guitarrista y agitadora cultural, María Pien conjuga tres poemas escritos en idiomas, lugares y épocas diferentes pero que se expresan a partir de las mismas voces. “Las grandes, las del fuego, el viento, la lluvia, los huesos, las raíces y las piedras; y otras más pequeñas, como una gota o una hoja”, detalla. “Los tres poemas invitan a la escucha y la devoción a ese conjunto de voces que son refugio de la memoria, que son nuestras aliadas, y que son una sola”, retrata quien, desde su living estudio en Núñez, se adentró en la exploración de otros mundos sonoros y de músicas impensadas para ser tocadas en vivo.

En ese refugio podría caber la unión de todas las mujeres representadas en las que aquí cantan: amigas, colegas, hermanas de la vida. “De cada una recibí mucho entusiasmo, apoyo y arengue, y la sesión en la que cantamos casi todas juntas fue épica, muy intensa”, cuenta Pien y apunta al gesto que tuvieron las mendocinas Mariana Päraway y Paula Neder, de juntarse especialmente en un estudio a grabar su parte. “La música de cada poema vino por separado, el abordaje en ese sentido fue parecido al de una canción a la manera ‘tradicional’, sólo que partiendo de un texto”, dice.

¿Cómo fue trabajar esta obra musical-poética-visual? ¿De dónde surgieron las imágenes?

–Cuando entendí que quería trabajar los tres poemas como unidad y los empezamos a grabar, veía todo el tiempo imágenes e historias de mujeres, como retazos, como recuerdos que podrían ser de todas, de cualquiera. Empecé a tomar apuntes, a bocetar lo que me imaginaba, y decidí invitar a mi amiga Josefina Chevalier, fotógrafa y poeta, a jugar también. Su entusiasmo fue clave. A partir de esas ideas, de los poemas y las músicas, fuimos armando el todo. Buscamos muchas referencias, tuvimos largas charlas y escribimos una especie de guía para después filmar en base a eso.

¿Y qué pasó durante la realización?

–Dejamos bastante margen para la espontaneidad de lo que surgiera en el rodaje y para que María Aparicio, otra amiga muy capa, directora del video, pudiera plasmar su mirada y búsqueda estética, que es muy afín a la nuestra y nos encanta. También trabajamos con Luli Adano, de cuyas manos y corazón nació el tremendo arte de tapa; con Flor Dacal, encargada del diseño y confección del vestuario; y con las bordadoras Amparo Villareal y Melina Farriol. Así, entre todas, fuimos construyendo.