Cuando hace no tanto comenzaron a decorarse algunas calles con los afiches promocionales del show que el cuarteto británico Culture Club dará en nuestro país esta noche, lo que ya ha ocurrido otras veces se repitió de modo imparable: uno y otro, y otro más, arrancados de cuajo, en el mejor de los casos, o por porciones, en la mayoría. Es que es la primera vez que el grupo pisa el país fuera de las apariciones de su lideresa absoluta, la Boy George, figura clave para comprender los fenómenos de la música pop actuales. Como muchos fenómenos musicales nacidos en décadas pasadas, el fanatismo por Culture Club y Boy necesitaba de redes tendidas a fuerza de birome, ahorros, permisos y rebeldías adolescentes. Aquí, tres fans recuerdan algunos de esos momentos:

Querido Boy

“Tuve mi primer disco de Culture Club en el ‘83, fue Coloured by numbers, y los conocí por el programa ‘Michael Jackson y sus amigos’. Tenía 14 años y era hija de padres grandes, entonces la música nueva me llegaba a través de la tele. A mí papá le había gustado así que un día lo compró… y escucharlo fue un flash, el disco y él, Boy George, era algo mágico. Una cosa de identidad: yo era la fan de Boy, otra era la fan de Virus, mi marca de identidad era eso. En el año ‘84 todos los días llegaban a casa veinte cartas de penpals: yo después del colegio me ponía a responderlas, al día siguiente las dejaba en el correo, y me llegaban otras. A veces hasta había correspondencia de gente que te mandaba una revista extranjera, o una de alguien de Finlandia que te mandaba una foto que se había sacado con Boy. Era una época en que a tu ídolo no le escuchabas la voz más que en los discos. La primera vez que nos encontramos lxs fans fue el 14 de junio de 1985, que es el día del cumpleaños de Boy, en la Galería Jardín del centro porteño, nos encontramos todos los fan clubs esa vez y fue el inicio. Después de eso, todos los sábados a las dos de la tarde era algo religioso salir para el centro en tren y subte para encontrarnos. Elegimos llamarnos “The Poof”, que en inglés quiere decir “El puto”, algo que no te enseñaban en la Cultural Inglesa, obviamente. Elena Galindez, del fan club The Poof

Cultura culture

“Yo vivía en Comodoro Rivadavia y coleccionaba la revista Pelo, y por ahí me enteré de que había fans que se juntaban en una galería de Buenos Aires. Cuando vine, me mandé un sábado a ver qué pasaba. Pregunté en la puerta de la galería y me dijeron que había dos clubes de fans, y que uno, The Poof, era de gente un poco sacada, que no me juntara con ese grupo. Yo apenas estaba por cumplir trece. Lógicamente fui donde estaban, al fondo de la galería, y apareció una chica alta que se fijó en mi campera. Me preguntó si me gustaba Boy y le respondí: ‘Soy fan’. Ahí me asumí y me adoptaron. Me fui haciendo gente amiga, me regalaban cassettes, aunque no solamente de Culture Club, porque nos pasábamos música de los Pet Shop Boys y Dead or Alive. Yo para quedar bien me aprendía toda esa música, y también me interesaban otras cosas, como la ropa y la moda, o las posturas políticas, aunque en ese momento no me diera cuenta. Funcionaba como una información que se infiltraba en mí. Sin darme cuenta, estaba formando parte de algo que iba a cambiar la cabeza de la gente. Y la putez. A mí Culture Club me llenó de una putez absoluta. Aprendí esas cosas de manera natural, siendo alguien de la Patagonia profunda”. Luciana Paglia 

El camaleón

“En marzo del ‘85 yo estaba en búsqueda de mi identidad. Tenía la costumbre de ver un programa en el que daban videos de Culture, y quedé enloquecido con el de Karma Chameleon, con ese maquillaje femenino. En la radio se empezaba a hablar de este cantante que era furor en Gran Bretaña, que en un recital en Canadá había sido recibido por miles de fans vestidos iguales a él. Además se decía que no podía distinguirse si era hombre o mujer, y que sus letras le encantaban a las amas de casa. Todo eso me encantaba, la androginia, crear incertidumbre en el resto. No podía creer esos rasgos y esa mirada. Empecé por comprarme el disco donde aparecía ese tema, y seguí con otros, además de libros y todo el material que consiguiera. Recibía un montón de cartas de otros lugares pero cuando por radio supe que se juntarían un sábado, fui a la reunión y desde esa vez no nos separamos nunca más”. Jorge Donadio