El periodista y conductor de La Mañana hizo un duro editorial este lunes 18 de noviembre, feriado por el Día de la Soberanía, donde se recuerda la batalla de la Vuelta de Obligado contra Reino Unido y Francia, y aseguró que es muy difícil poder establecer un punto de comparación entre aquella época de nacionalismo y valentía y este momento en que Javier Milei se arroja a los brazos del presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, como un koala para tomar más deuda.
El editorial de Víctor Hugo Morales
Mala época para hablar de soberanía. Uno piensa en aquellos gauchos, de chiripa y alpargatas, frente al profesional ejército de Inglaterra y Francia, unidos, y se pregunta cómo fue posible esa aventura. Se lo pregunta cuando Milei se cuelga del cuello de Trump como un koala. Uno cuestiona la patriada. Se le fue la mano.
Tenían cañones que eran como tirar un córner corto, no llegaban al primer palo. Los barcos invasores se ponían un poco más lejos y las balas picaban en el agua, se reían los gringos. Sus cañones llegaban al banderín del otro córner, ponían las balas donde querían.
Pero igual no se la llevaron de arriba y al final ganaron el primer tiempo, pero el partido fue de Argentina. Antes del gol de Grillo, ya se pudo festejar porque no es fácil ganar batallas desnudos o con ollitas de aceite, y, sin embargo, se pudo.
La curiosidad, la demanda, es de dónde sale un Milei. Porque de aquellos hombres es difícil pensar que pudiera salir un Milei. Es otro el ADN de Milei, de los Milei.
Coraje tendría Milei desde el barco inglés, le encantaría estar allí, pero del lado de las cuchillas, de la gran pelea, no lo vemos, la verdad. No lo podemos imaginar, parado en el cañón como Martín Rodríguez, puteándolos cuando ya no tenía balas.
Aquellos gauchos pusieron una cadena en la parte angosta del río para que los barcos no pasaran, mire hasta dónde llegaba la desventaja. Ahora llevan la cadena en el alma y festejan en las mansiones de los capangas del mundo, con una copa de frutilla con helado que se llama la Copa Cipaya.
Ya la Argentina debía plata, hacía 20 años, desde Rivadavia, una plata que pagaría cien años después de Rivadavia. Y los ingleses, por esa deuda, ordenaron el tablero de América del Sur de la forma que les quedó más cómoda.
Ahora sigue la deuda, menos con el peronismo, siempre deuda, siempre como los arqueros de antes, atajando con las rodilleras puestas. Un general inglés mandó de vuelta la bandera argentina que se llevaron como 40 años después. El gringo lo hizo en homenaje al que se paró en el cañón, haciéndose bocina con las manos para gritarles que ni muertos le iban a entregar el Paraná.
Ahora lo ofrecen a las risas y Milei se hace bocina con las manos en Miami para gritar su dependencia, para rogar por una platita que le dé más fuga a Caputo y los socios corporativos.
No es el mejor día para celebrar el Día de la Soberanía. Pero hagámoslo grande en nuestro corazón. La cadena en el río, los chiripas y los cañones son pinturas de época, emociones de otro tiempo, sueños que se disiparon con la niebla de aquella mañana del 20 de noviembre de 1845.
El 45, mire usted. 20 de noviembre y 17 de octubre. Cada 100 años un grito de pueblo, cayendo ensangrentado en el río o con las patas en la fuente. Pero siempre pueblo, siempre primavera.