“La Unión Cívica Radical nació para defender a los más vulnerables y no para arrojar los derechos de los trabajadores por el inodoro más grande que tienen”, dijo ayer en el Congreso Sergio Palazzo, titular del gremio bancario. Lo decía un sindicalista de origen radical, como Palazzo, dirigiéndose a  los legisladores del radicalismo que integran la bancada oficialista y que votarán la reforma laboral. Hugo Yasky, titular de una de las CTA, subrayó que “sacarle cien mil millones de pesos a los jubilados no fue el mandato que recibieron los senadores” en las últimas elecciones.

Unos pocos minutos después de las palabras de Yasky, los senadores votaron por amplia mayoría el tratamiento sobre tablas de los proyectos de ley que envió el gobierno sobre reformas laboral, fiscal y previsional. El oficialismo, con los senadores que encabeza Miguel Angel Pichetto lograron los dos tercios que necesitaban para discutir las reformas que motivaron el rechazo de los gremios y los movimientos sociales que se habían movilizado minutos antes. En el bloque pichetista hay de todo: senadores que están en contra de la reforma previsional, pero a favor de la fiscal, como los que tienen línea con los gobernadores, o a favor de la reforma laboral, como los menos que se referencian con el triunvirato de la CGT. En ese escenario, donde los senadores kirchneristas y otros peronistas, como los de San Luis,  aparecen como la única oposición, será más difícil, aunque no imposible, que se apruebe la primera, y las otras dos tienen muchas probabilidades de pasar.     

Los gremios combativos, tanto de la CGT como de las CTA, han advertido que los tres proyectos de ley están íntimamente relacionados y que discutirlos por separado es entrar en el juego del oficialismo. Las necesidades de los gobernadores los llevaron a firmar un acuerdo fiscal que necesita financiarse con los fondos de la ANSES a través del cambio del índice de actualización de las jubilaciones y del retiro de impuestos que ingresan a los fondos previsionales para dárselos a las provincias y al fondo del conurbano.

El esfuerzo de los gobernadores y de la conducción de la CGT para negociar demostró que esa vía no rinde frutos con  este gobierno que se maneja con amagues y hechos consumados para fortalecer los distritos porteño y bonaerense y reducir la masa salarial. Pichetto consiguió negociar un cambio del índice de actualización de las jubilaciones que igual implica un fuerte sablazo a los jubilados. La CGT exhibió como un logro haber sacado un punto brutal del proyecto, que convertía el derecho laboral en un derecho de iguales. Se trataba de un punto tan regresivo que era evidente que estaba puesto para distraer. En los demás puntos negociados, los gremios combativos consideran que no se logró mucho.  Palazzo enumeró las críticas a la reforma laboral: “baja indemnizaciones para que nos despidan barato”, “busca la precarización y un intento de sometimiento de los trabajadores y las organizaciones sindicales” y advirtió que “nos quieren hacer creer que desfinanciando la seguridad social y el Estado se resuelve el problema del empleo, no hay lugar en el mundo que haya pasado esto”.

La historia tiene lugares señalizados. Hay imágenes que se repiten y que tienen una carga de anuncios. Los gremios combativos otra vez movilizados. Son menos organizaciones que en los actos anteriores desde que empezó el gobierno de Cambiemos. Pero aún así,  con menos gremios que esas dos grandes movilizaciones convocadas antes por la CGT y las CTA, la concentración de ayer tuvo un elemento más concreto de realidad. Los gremios combativos siempre tomaron la punta para enfrentar medidas impopulares ante vacilaciones de otros gremios. La historia demostró finalmente que, cuando eso sucede, más tarde o más temprano se produce un efecto masivo que arrastra a todo el movimiento obrero.

Pablo Micheli y Pablo Moyano hablaron de los procesos de unidad. Moyano en especial, habló de esos momentos que marcaron hitos: “No es casualidad –señaló– que muchos de los que estamos acá, nos opusimos a todas las reformas laborales”. Apuntó a las reformas impulsadas por Carlos Menem y Domingo Cavallo y después por Fernando De la Rúa. Sobre la reforma actual fue contundente: “la hicieron para sacarnos derechos adquiridos”.

El acto fue masivo, a pesar de que es difícil de medir en la Plaza de los Dos Congresos por su ancho y por el monumento. Pero la convocatoria fue un éxito para los organizadores y los consolida como una propuesta que se proyecta hacia el interior del movimiento obrero como un camino alternativo a medida que vayan cayendo las expectativas de negociar sin medidas de fuerza, como si pudiera haber una confluencia de intereses entre los trabajadores y un gobierno neoliberal, integrado por los representantes de las empresas más importantes del país que, por definición, desconoce el valor del trabajo y sólo reivindica el del capital.