Si nos tomásemos el trabajo de delimitar lo que para muches conforma una de las escenas porteñas más interesantes, en la que borbotean situaciones de incesante novedad como ventanas de un navegador web con el cursor tildado; una escena, entonces, o un conjunto nunca delimitado de seres y situaciones entretejidas en su latir enkilombado que funcionan como sostén de pertenencia de sus integrantes y que es a su vez un conjunto que necesita ser sostenido y (des)dibujado por elles, tal como decía el músico experimental Drew Daniel en uno de sus discos bajo el seudónimo The Soft Pink Truth; una escena que es los eventos y los posteos, las performances y los debates en veredas, las carcajadas y las chismosas. En esa escena nutridísima y nutritivísima, que desde mediados de 2015 viene creciendo con atrevimiento exponencial, anticipándose sin dudas en forma de respuesta escandalosa al sobrevenir de estos tiempos que no son tan duros como nos prometen que serán; de esas pistas de baile y de esos antros parece haber nacido La Leandra, quizás una de las más prometedoras apariciones de los últimos tiempos. 

Leandra es dueña de una sagacidad desmayante, además de un don físico tan universal e hipnótico que en cada performance de la que ha formado parte se viene destacando con una naturalidad que sólo puede atribuirse al buen obrar de los astros sobre su existir. Es esta Leandra, juvenilia primal, la primera egresada trans de la escuela Carlos Pellegrini, escuela a la que en adelante preferiremos referirnos en el femenino en desafío al pronombre con el que se nos ha machacado desde siempre y asignado hasta hoy con una arbitrariedad a la que no pensamos seguir acostumbrades. En la Pellegrini, o la Pelle -dirán quienes así lo prefieran-, Leandra transitó los cambios en la identidad de género con la que hoy deja la institución.

¿Cómo es egresar de una institución educativa siendo dueña de una identidad que se fue desarrollando a lo largo de los años?

-En el Pellegrini esto se dio de una manera muy libre por el tipo de gente que hay, sean alumnes, docentes o no docentes. Siempre me sentí muy cómoda expresando mi identidad. A lo largo de los años fui experimentando con el maquillaje, y nunca tuve problemas por esto. Hasta le prestaba mis pelucas a mis compañeres y profes. Por suerte la mayoría de les profesores que tuve ya estaban concientizades sobre el tema, pero nunca venía mal mostrarme para que terminaran de naturalizar estas identidades.

¿Te viste en la necesidad de tejer alianzas con otres miembres de tu comunidad educativa? 

-No, nunca, porque no sentí necesidad, nunca me sentí desamparada. En ese entonces con una identidad más tirando a la de chico gay, encontré a un chico de otra división y a un profe en una red de yire popular. Pero no tejimos alianzas.

¿Hubo alguna instancia en que tu escuela te haya bancado frente a otras instituciones o en alguna situación específica en que precisaste mayor apoyo?

-Un profesor que trabaja en el INADI me ayudó a realizar una denuncia contra McDonald's que hice por cuestiones de género.

¿Qué conductas tuyas podrías analizar retrospectivamente como "educadoras", pensando en que hayan servido para construir una idea de diversidad en la escuela que estás dejando?

-Nunca me mostré temerosa o insegura al respecto de mi identidad, aunque haya ido mutando. Estar con los labios pintados con una identidad más de chico, en ese momento, sin reírme sino sintiéndome regia, dejó un mensaje en más de une.

Una pregunta muy Drag Race: ¿qué le dirías a la Leandra que entró al Pellegrini hace unos años?

-Que no tenga miedo de dejarse ser auténtica porque va a estar todo más que bien, y que se cambie ese peinado horrible. Quiero decir, además, que me parece un precedente importantísimo ser la primera egresada trans porque ya estoy habilitando una posibilidad para las nuevas generaciones, una seguridad de dejarse ser para cualquier persona que entre al colegio.