Un libro no puede reemplazar una presencia. Sin embargo, Delfo Locatelli. Buscando a Buda y la realidad de los pájaros, el libro que publicó este año Iván Rosado con el apoyo de Espacio Santafesino sobre el artista rosarino Delfo Locatelli y con su firma, traduce al menos el aura de los cuadernos que el autor conservaba. La edición respeta el encanto azaroso de aquellos tesoros de memoria material. Al correr de las páginas van surgiendo dibujos reproducidos a color, dibujos en blanco y negro, facsímiles de brevísimos ensayos estéticos escritos a máquina y fotocopiados para repartir como volantes, y poemas fechados, en letra de molde cuya tipografía remeda la mecanografía, como si siguieran de algún modo siendo inéditos tesoros personales.

Uno de aquellos volantes dice: "Delfo L. Locatelli. Nació en Rosario en 1949. Autodidacta. Dibuja y pinta desde 1970". Siguen una foto fotocopiada de Delfo y una lista de doce exposiciones fechadas en ámbitos de Rosario entre 1976 y 1980. Las muestras colectivas en el Centro Cultural Bernardino Rivadavia (actual CC Roberto Fontanarrosa) a las que hace referencia son las que bajo el lema "Jóvenes artistas se manifiestan" curaba su colega y amigo el pintor Daniel Scheimberg. Los otros diez espacios son el indestructible Amigos del Arte, cuatro sedes de asociaciones profesionales, dos galerías que ya no existen y un enigmático "Centro de Estudios" que redondea el mapa de catacumbas donde la cultura resistía en los primeros años de la última dictadura.

La decisión editorial de reproducir esa pieza arqueológica de una prehistoria demasiado cercana nos pone frente a la imagen fiel de la materialidad de una época, materialidad y época que constituyeron la urdimbre donde Locatelli tejía el tapiz de su línea interminable.

"Eligió el dibujo para formar al filósofo interno, el que viene de tantas lecturas y conversaciones con sus amigos psicólogos, psicoanalistas, pintores, músicos, el señor del bar de la esquina, la señora de la fotocopiadora, las enfermeras, la moza", escribe en uno de los epílogos la artista y poeta rosarina Claudia Del Río. Ella conservó (y prestó a los editores) parte de aquella obra casi secreta, junto con una amistad con el autor hasta el fin de sus días en 2015.

El hombre que repartió cientos de sus dibujos en forma de fotocopias, que él llamaba "impresiones" y trataba como si tuvieran el mismo valor que los originales; el hombre que había dado a leer su pensamiento en pequeños volantes de bolsillo, como un ácrata obrero de comienzos de su siglo; el hombre que ponía "artista plástico" al pie de su nombre en una tarjeta de opalina, nunca perdió la sonrisa pero tampoco encontró más lugar como artista y poeta en su ciudad que el abrigo temporario de un bar en lo que dura un café o la red resistente arriba mencionada. Pero también estaban los cuadernos para albergarlo. "Sepultaré mi alma en un libro de recortes", dice Leonard Cohen que escribió García Lorca en Nueva York. Delfo en Rosario hizo algo así.

"Delfo duplicaba, sí, duplicador serial al infinito", escribe Del Río, a quien Locatelli le contó en una entrevista que "Buscando a Buda y la realidad de los pájaros fue un dibujo de 1975 que como Hugo Padeletti no soportaba tener una copia le regalé el original". Luego sugirió a Claudia que en la primera página del libro debía decir: "Los chinos decían que un dibujo vale más que mil palabras". Y así fue.