Esta semana despidió a cinco trabajadores. Les pagó un 150 por ciento de indemnización para que firmaran los telegramas de renuncia. Y dice que le sigue sobrando gente.

Hasta el año pasado, cuenta el dueño de la textil, su fábrica trabajaba en tres turnos, con el triple de empleados de los que hoy quedan y doce telares en producción. Ahora, en esta calurosa tarde, los doce están parados. Al interior de la planta -dos grandes galpones con techos de chapa de medio punto- sólo entra el ruido de la calle. Entre las máquinas inactivas solamente se ve a  un operario, barriendo. Da la impresión de que nunca hizo otra cosa que pasar la escoba. El piso está sin una hilacha, limpísimo, reluciente. Ni la marca de una pisada.

La apertura indiscriminada de las importaciones, la reducción del mercado interno y el alza de las tarifas del agua, luz y electricidad fueron golpes, uno tras otro, que dejaron tambaleante, grogui, a esta fábrica de telas ubicada a pocas cuadras de la General Paz, en el partido de San Martín.

El viaje al distrito responde a una razón. Acá está el polo textil de mayor desarrollo del conurbano bonaerense. San Martín tiene 252 industrias del ramo, más que La Matanza, la segunda en el ranking en cantidad, y que Quilmes, el otro gran centro de producción del gran Buenos Aires.

Lo que está ocurriendo en esta planta –como en muchas otras de las del municipio– da una idea de cómo está siendo afectada la industria textil del país. Las estadísticas de empleo advierten que el sector es uno de los que más puestos de trabajo perdió, superado sólo por la construcción y la industria metalúrgica. De acuerdo al CEPA,  los textiles ya tienen casi quince mil trabajadores afectados por despidos o suspensiones.

Todo un número, y la pregunta es: ¿dónde están las señales? Porque desde afuera, en la calle, todo parece igual que siempre.

Goteo

La primera fábrica textil está en medio de una zona industrial, en unas manzanas de galpones y depósitos entre los que creció, ya hace unos cuantos años, una pequeña villa. El auto llega sin encontrar una calle cortada. Ni  hay pintadas en las paredes.

Tampoco es frecuente, para nada, que un empresario acepte dar una nota en la va a tener que contar que despidió gente. Sin embargo, el dueño de la textil recibe a PáginaI12 y pide solamente que no se identifique su marca. Una vez que empieza a hablar, no para. Se lo ve acelerado y a la vez impotente.

Tiene una fábrica de telas (hace toallas y tapizados). Con producción plena, como hasta el verano pasado, daba trabajo a treinta personas de manera directa y a más del doble de manera indirecta, en el resto del proceso, porque la producción textil está segmentada. Poniendo el caso de una toalla: la fábrica recibe el hilo de Corrientes y en sus instalaciones lo convierten en tela, luego encarga a una tintorería industrial el lavado y teñido o estampado. Para tener el producto terminado falta todavía el taller de confección. En este camino, se suman unos 60 o 70 puestos de trabajo indirectos.

¿Por qué hoy no producen? El consultado apunta contra la importación. Fabricar un metro de tela, sostiene, le cuesta un dólar. Mandarla a terminar –el proceso de lavado y teñido– suma otro dólar más. “Pero están importado tela de China a un dólar el metro, como costo final. Por supuesto con dumping. Y no digamos cuánto pueden cobrar los que trabajan en esas fábricas”. Con este esquema no hay modo de que su actividad sea rentable.

A lo largo del año, mientras pensaba cómo rediseñar la producción –aunque hoy dice que no ve una salida– fue achicando el personal.

–Esta semana despedí a cinco y me sigue sobrando gente. Les ofrezco el doble de indemnización y me dicen que no… Es gente que ya vio lo de Menem. Esto no es como en el noventa, no queda nadie con el sueño de comprarse un auto y hacerse remisero.

Agrega que en los primeros meses de esta crisis siguió produciendo para estoquearse. Fue una medida que esperaba transitoria, durante la que empezó por sacar a los empleados que habían cumplido la edad jubilatoria. Le siguieron los otros.

–Tristísimo. Me da mucha tristeza y me da vergüenza, también.

Respuestas

La sede de la Asociación Obrera Textil (AOT) está ubicada en el centro de San Martín, a pocas cuadras de la municipalidad. Esta seccional tiene un padrón de 3500 trabajadores. No son sólo de este partido, muchos de los trabajadores en la industria textil local llegan desde otros municipios del conurbano, por regla más pobres, como Moreno, José C. Paz y San Miguel.

Los datos del gremio indican que en el distrito hay cincuenta empresas que dieron vacaciones anticipadas, que se suman a cuatrocientas suspensiones y trescientos despidos. Tres fábricas cerraron definitivamente: Edolán, Broderie Suizo y Jardena S.A. Otras están en una situación de incertidumbre.

María Victoria Olalla, titular de la AOT San Martín, cuestiona al sector patronal. “La caída de la industria textil viene de la mano de los grandes empresarios. Los trabajadores no somos los importadores”, advierte.  “Los empresarios de la FITA (la cámara) se sacaron la foto para el pacto antidespidos y al día siguiente estaban echando gente. Nosotros tenemos el mayor padrón del país de la AOT, y en menos de seis meses se nos cayeron quinientos compañeros”.

¿Y el gremio qué hace? Olalla responde que ante el riesgo de cierre,  están limitados para tomar medidas. “No voy a llamar a un paro cuando están amenazando con bajar la cortina”. Sólo lograrían habilitar nuevas suspensiones sin pago.

El sindicato viene haciendo denuncias públicas y planteando el tema ante el gobierno. En octubre, ante las presiones que incluyen también a un sector del empresariado, por ejemplo el PyME, el  ministro de Producción Francisco Cabrera convocó a un encuentro en el que se suponía iba a anunciar medidas para el sector. Pero el evento se centró finalmente en una explicación detallada de las nuevas normas técnicas para poder importar.

Números

De la mano de las suspensiones y despidos viene el disciplinamiento. Los que quedan (vale la pena remarcar que en términos nacionales, apelando nuevamente a los datos del CEPA, hay once mil suspensiones contra tres mil despidos), aceptan condiciones de trabajo o de pago que los precarizan. Y ¿hay que recordar que la textil, en la Argentina, es una actividad sumamente precarizada, con sectores –como el de los costureros– ampliamente denunciados por el trabajo esclavo?

Entre los que entran al sindicato a hacer consultas o trámites está Alberto Salazar. Trabajador de una tintorería industrial, cuenta que le deben la mitad de la quincena y que ya despidieron a quince de sus compañeros, ocho de ellos en noviembre. Le echa la culpa al patrón. “Con el padre esto no pasaba”.

También en la primera de las fábricas visitadas, Juan Carlos –un tejedor– se queja con amargura. “Los números de los despidos no dicen la verdad”, indicó. “Mis compañeros agarraron retiros. Es cierto que les hacen una oferta generosa y les pagan casi el doble de un despido. Pero en la estadística, ellos no aparecen”.  

Es una crisis que avanza sin estallidos. Y en gran parte, esto se explica  porque todo el mundo está aguantando en estos términos. No hay cierres en cadena –al menos no todavía– sino la multiplicación de suspensiones, vacaciones anticipadas, despidos por goteo. Recursos con los que tratan de pasar el verano con la esperanza de un cambio de políticas. Porque a fin de cuentas, estamos en la Argentina: Martínez de Hoz, la hiperinflación de Raúl Alfonsín, el menemismo, el 2001 son hitos a los que todos los entrevistados mencionan en algún momento.

Partido al medio

La segunda fábrica, más metida al interior del distrito. Allí el dueño apunta contra la caída del consumo. Es fabricante de telas para camisas y otros tejidos planos. En su caso, los confeccionistas le mandan el hilo y retiran la tela terminada.

Su producción bajó un cincuenta por ciento con respecto a 2015, por lo que tiene a la mitad del personal suspendido. Está rotándolos: en noviembre y diciembre, la mitad se quedó en casa cobrando medio sueldo. A fines de esta quincena van a reincorporarse y le tocará a la otra mitad no ir a trabajar. Después va a darles vacaciones.

“Las ventas están paradas porque lo primero que recorta una persona cuando no hay plata es la compra de ropa. No hay a quién venderle si no hay consumo”, remarca el empresario PyME. Y pregunta: “¿hace cuánto que usted no compra ropa?”

Medio sueldo es menos de lo que marca la ley por una suspensión. En la fecha de cobro, se presentan y firman como si estuvieran recibiendo el total. Es posible que tampoco entren a la estadística como suspendidos. Lo acordaron porque lo prefieren a un despido.

–¿Y en su caso? ¿Por qué no los despide?

–¿Y dónde encuentro otros, si los echo? Una persona no puede entrar a trabajar así nomás… necesita 6 o 7 meses hasta que aprende. No existe ningún trabajador textil sin especialización, porque el trabajo en las urdimbres requiere sacar cuentas, hacer números… no es que puede venir cualquiera. Y a los que tengo, los conozco. Son cumplidores. Cuando tienen que meterse acá doce horas seguidas, trabajan.

Entonces, tiene la expectativa de seguir. Rotando y dando vacaciones aguanto hasta marzo… y ahí veremos. Estoy poniendo ahorros, pero no voy a rifar el patrimonio de toda mi vida.

Acompaña a PáginaI12 hasta la puerta. En la planta, otra vez las señales de inactividad: hay solo dos operarios que acomodan cilindros de telas del depósito. Afuera, el contraste: el día de tránsito caótico y calor agobiante.

La última parada del viaje es uno de los hipermercados del distrito. La hoja de publicidad trae ofertas navideñas. Entre las textiles hay productos argentinos, en general de prendas con mayor confección, como trajes de baño, ropa interior y remeras. Pero es un sector recortado sobre el que avanza otro mucho más amplio toallas (origen Brasil, cuarenta por ciento de descuento), medias (origen China, 35 por ciento de descuento), juegos de sábanas (Pakistán), delantales (chinos), almohadones (India). Otras páginas tienen al pie una aclaración general: “todos los productos son de origen chino salvo los específicamente indicados”.

Cuando esos productos pasen por caja, el trabajo de 80 a 100 personas que tejían, estampaban y terminaban habrá sido reemplazado por el de tres administrativos que gestionan importaciones. Como se sabe, habrá también menos gente que las compre.

Los comercios minoristas acumulan once meses consecutivos de retracción de las ventas. El rubro textil es el de los más afectados. Los datos son de CAME, la Confederación Argentina de la Mediana Empresa. La entidad precisó que “ni los descuentos, ni las posibilidades de financiamiento en cuotas sin interés, ni las ofertas atractivas del mercado, lograron despertar el consumo de las familias, que siguió planchado y muy medido”.