En esa voz que describe su propia obra habita el principal gesto de apropiación. De algún modo Marta Minujín se convierte en autora del documental que la tiene de protagonista. Su personalidad es una parte determinante de su obra y acertadamente Guillermo Constanzo, en su rol de director deja que esa impronta invada el film y de ese modo todo lo que sucede parece dominado por la figura de la protagonista en un intento por reproducir la instrumentalidad de sus piezas performáticas.