La hegemonía de La Dolfina no parece tener techo. El conjunto de Cañuelas volvió a consagrarse en el Abierto Argentino de Palermo por cuarta vez consecutiva, y continúa marcando un ciclo de éxitos que ya lo insertaron en la historia grande. Con el triunfo de ayer 16-12 sobre Ellerstina, el campeón del certamen más importante del mundo logró llegar a los diez títulos, y se ubica tercero entre los más ganadores, por detrás de Coronel Suárez (25) y Hurlingham (15). Con este nuevo logro, además, La Dolfina es la primera formación que vuelve a ganar cuatro veces seguidas en Palermo luego de 26 años, tras la seguidilla de La Espadaña en 1990.

La Dolfina tiene la particularidad que, para alcanzar esa cifra de diez campeonatos, el equipo ganó nueve en los últimos 12 años, llegando al segundo escalón del podio en los tres restantes.  Su líder, Adolfo Cambiaso, se consagró por 13° vez en Palermo e igualó a Alfredo Harriott, el que menos ganó entre las figuras del legendario Coronel Suárez. Lo del mejor jugador del planeta es asombroso, debido a que alcanzó aquel número en 24 participaciones. El creador de La Dolfina debutó en Palermo en 1992, jugando para Ellerstina, su máximo enemigo actual. El equipo de General Rodríguez consiguió el título por última vez en 2012. Precisamente, ese fue el úl último encuentro que perdieron los de Cañuelas en La Catedral.

La figura de la final fue David Stirling, también con seis tantos. Con este triunfo, el uruguayo se convirtió en el extranjero con más títulos en el Abierto, con cinco, junto con el mexicano Carlos Gracida, el que se destacó en La Espadaña y Ellerstina entre 1987 y 1994.

El partido de ayer tuvo un momento clave en el séptimo chukker, cuando La Dolfina marcó tres goles contra ninguno de Ellerstina. En ese instante sacó una ventaja (14-11) que terminó siendo decisiva. El resto del encuentro mostró mucha paridad. Inclusive, Ellerstina fue el que dominó las acciones hasta el final del cuarto chukker. Por ese motivo tuvieron al máximo goleador en Facundo Pieres, con ocho.

Ese dato positivo no fue consuelo para el perdedor, que vio de cerca cómo su rival se va convirtiendo en una leyenda.