La guitarra de Toninho Horta acompañó a los más grandes músicos de Brasil y del mundo. Elis Regina, Milton Nascimento, Gal Costa, Chico Buarque, Maria Bethania, son algunos de los artistas que contaron con su guitarra, admirada por músicos como Pat Metheny. Ganador del Latin Grammy 2020 con el álbum Belo Horizonte, la revista británica Melody Maker lo calificó como “el mejor guitarrista del mundo”. El próximo jueves a las 20.30, Toninho Horta se presenta en Centro Cultural Contraviento (Rodríguez 721), junto a Sandro Norton (Portugal) y Juampy Juárez (Argentina), en el marco de la ”Guitar Elite Summit”. “Siempre que voy a Argentina me sorprende la pasión y el talento de los músicos. Rosario tiene una escena muy rica y diversa, con una energía especial. He conocido músicos con una sensibilidad increíble, con un gran conocimiento tanto del folklore como del jazz y la música contemporánea. Es un placer volver y compartir música con ustedes”, responde por mail Toninho Horta a Rosario/12.
-Usted formó parte del Clube da Esquina, ¿qué le aportó Milton Nascimento a su música?
-Milton fue una influencia enorme, no solo para mí, sino para toda una generación de músicos. Su manera de componer, su sensibilidad melódica y su capacidad para fusionar distintos estilos me marcaron profundamente. Con él, aprendí la importancia de la emoción en la música, de cómo cada nota puede contar una historia. Clube da Esquina fue un movimiento que rompió barreras entre géneros, y esa libertad es algo que llevo en mi manera de tocar y componer hasta el día de hoy.
-En su trayectoria acompañó a muchos músicos, todos excelentes, ¿fue una manera de incorporar, también, lo que ellos tenían para enseñarle? En tal caso, ¿en quiénes elige pensar como grandes ejemplos?
-Definitivamente, tocar con otros músicos es una de las mejores formas de aprender. Cada artista tiene algo único, una manera distinta de sentir la música. He tenido el honor de compartir escenario con grandes nombres como Wayne Shorter, Herbie Hancock, Pat Metheny, y João Bosco, entre otros. De cada uno aprendí algo: de Shorter, la libertad para explorar armonías; de Hancock, la fluidez rítmica; de Metheny, la búsqueda de nuevos sonidos; y de Bosco, la riqueza del ritmo brasileño. Siempre digo que la música es un proceso continuo de aprendizaje.
-En una entrevista leí que no le gustan la velocidad ni el virtuosismo, sino los timbres, los colores, las melodías; ¿de qué manera piensa las composiciones?, ¿hay un concepto que las guía, le gusta experimentar e improvisar? ¿Qué lugar ocupa el jazz en todo esto?
-Para mí, la música es un universo de colores y emociones. No me interesa tocar muchas notas en poco tiempo, sino elegir cada nota con intención. Mis composiciones suelen nacer de una imagen, de un paisaje sonoro que quiero crear. Me gusta experimentar con armonías poco convencionales, pero siempre dentro de una estructura melódica fuerte. El jazz es fundamental en mi música porque me dio libertad. La improvisación es una parte esencial de mi proceso creativo, pero siempre con un enfoque melódico y expresivo. Me encanta fusionar el jazz con la música brasileña, porque ambos géneros tienen una riqueza armónica y rítmica infinita.
-Es notable cómo su guitarra participa junto a tantos instrumentos, ¿por qué el concepto de música "orquestal" lo atrae tanto?
-Desde el inicio de mi carrera, siempre tuve una visión orquestal de la música. Me gusta pensar en la guitarra como un instrumento que dialoga con todo lo que sucede a su alrededor. No quiero que sea solo el protagonista, sino que forme parte de un paisaje sonoro más grande. La idea de trabajar con arreglos complejos, con diferentes capas de sonido, me fascina. Me gusta jugar con la textura, con el contraste entre timbres, con la idea de que cada instrumento tenga su propio espacio en la música. Para mí, la guitarra es una voz dentro de una conversación más amplia.
-En este sentido, y en relación a sus discos más recientes: Belo Horizonte me parece una celebración musical con la Orquesta Fantasma; y Bons Amigos, un disco íntimo (no menos festivo) con Dorota Miskiewicz. De lo más amplio a lo más cercano. ¿Puede ser? Se nota que son (como todos sus trabajos) discos muy cuidados, atentos al detalle. ¿Es obsesivo con los arreglos y el resultado final?
-Sí, creo que esa es una buena manera de verlo. Belo Horizonte es un disco que celebra la interacción entre diferentes instrumentos y timbres, mientras que Bons Amigos es más íntimo, más cercano. Ambos reflejan diferentes facetas de mi música. No diría que soy obsesivo, pero sí perfeccionista. Me gusta que cada nota tenga sentido, que los arreglos estén bien equilibrados. Me tomo mi tiempo para experimentar, para encontrar la textura exacta que quiero transmitir en cada pieza.
-Entre sus proyectos estaba la creación de una Academia de Música, con la intención de enseñar música sin libros ni reglas; ¿pudo llevar adelante este proyecto?, ¿cómo le resultó?
-Sí, sigo trabajando en esta idea. Creo que la enseñanza de la música debe ser más libre, más conectada con la creatividad de cada estudiante. En mi academia, no seguimos métodos rígidos ni libros, sino que trabajamos a partir de la práctica, de la exploración sonora. Quiero que los músicos aprendan a desarrollar su propio lenguaje, que descubran la música a su manera. Ha sido un proyecto muy enriquecedor, y estoy feliz de ver cómo muchos músicos han encontrado su voz a través de este enfoque.
-¿Qué características tendrá la presentación en Rosario?
-Estoy muy entusiasmado por esta presentación. Será un concierto donde recorreré diferentes momentos de mi carrera, desde las piezas clásicas de Clube da Esquina hasta mis composiciones más recientes. Habrá momentos de improvisación, mucha interacción con el público y, sobre todo, una celebración de la música. Quiero que sea un concierto donde la gente no solo escuche, sino que sienta cada nota, cada acorde. Rosario siempre me recibe con mucho cariño, y estoy seguro de que será una noche especial.
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