Por Alfred Hitchcock

Ni Hollywood ni la televisión han mostrado interés alguno en mi personaje favorito, a pesar de que ha aparecido en todas mis películas. Es probable que lo conozcan: un hombre quisquilloso, aturdido y desconcertado; de baja estatura y obeso. Solía ser aún más gordo. Siempre lo interpreto yo y se ha convertido, por decirlo de algún modo, en mi firma cinematográfica. Su presencia es tan fugaz que es casi subliminal, lo cual significa que no siempre se tiene la certeza de haberlo visto. No tiene absolutamente nada que ver con el argumento. A lo sumo, es un rostro más del montón, un espectador, un transeúnte en medio de la acción, ajeno a todo lo que lo rodea. Ni siquiera es consciente de que, en el momento de su intromisión, alguien está planeando un vil asesinato; no sabe que el caballero que pasa en la calle va directo a estrangular a su esposa, que la casa que mira esconde un cadáver.

    A menudo me dan ganas de escribir un guión sobre él, de hacerlo protagonista. Naturalmente, nunca lo haré. Sin embargo, en la historia que imagino, es un músico, un intérprete de segunda en una orquesta de tercera. Ha interpretado el papel de músico en otras ocasiones. En Pacto siniestro, se lo puede ver cargando un contrabajo muy parecido a él. En Vértigo lleva un estuche que contiene algún tipo de instrumento de metal; en realidad (es un secreto del departamento de utilería), el estuche estaba hecho de madera maciza. En Intriga internacional, se está subiendo a un autobús, sin nada de instrumentos. Verán, es un timbalero, por lo que se le dificulta la tarea de transportar los instrumentos de un lado a otro. De acuerdo con el papel que le he dado en el film que jamás se producirá, toca el oboe. Tiene una esposa que es una arpía, amargada por tantos años de tratar de vivir una vida miserable y digna a la vez También tiene un hijo pequeño, que odia la música y que, cuando sea grande, quiere ser jugador de béisbol. 

   Es un hombre completamente frustrado. Está resentido: observen el petulante labio inferior, el entrecejo fruncido. ¿Quién lo puede culpar? Pensemos en la formación de un músico de orquesta promedio: los años que se invierten y el esfuerzo que implica. ¿Y cuál ha sido la recompensa por dedicarle la vida a la práctica, el trabajo duro y la disciplina cruel? Vivir en la oscuridad entre cientos de músicos anónimos. Antes, cuando era mas joven, en los tiempos del cine mudo, rozó el glamour. Tocaba el clarinete en una pequeña orquesta, donde acompañaba el sube y baja emocional del pecho de una famosa estrella de cine. Creo que fue ahí cuando lo conocí por primera vez (en esa época, yo trabajaba como director de arte en un estudio británico). Me impresionó su interpretación: estaba en la escena, pero no formaba parte de ella. 

   ¿Saben qué? En la vida real no soporto el suspenso y, como dije anteriormente, este personaje es real para mí. Llegados a este punto quisiera hacer un alto. Pienso con alivio en el guión de Intriga internacional, en el que Cary Grant y Eva Marie Saint trepan por los rostros del Monumento Nacional Monte Rushmore con el villano, James Mason, pisándoles los talones. Cary Grant se resbala y se aferra con las puntas de los dedos a la piedra. Aparece una mano en la pantalla. ¿Lo va a rescatar? No. Una bota cruel se alza y pisotea la mano desesperada. 

   ¡Qué divertido! 

   Y mientras tanto, ¿cómo le va a nuestro personaje real?u

Del libro Nuevamente Hitchcock: escritos y entrevistas 2 

(El Cuenco de Plata), que compila relatos y columnas escritas por el propio Hitchcock, así como reportajes y artículos sobre él.