Antifascista y antirracista. La consigna de la marcha del 1° de febrero, que se armó a partir de la asamblea de Parque Lezama, en Buenos Aires, y se replicó con autoconvocatorias en todo el país, aglutinó a millones en ciudades y pueblos después del despliegue odiante de Javier Milei en la cumbre de Davos. El término fascismo ganó las calles pero se discute en las academias. “Hago una diferenciación entre el fascismo usado como una consigna política y como una categoría analítica. Como consigna puede tener fuerza para movilizar afectos, hacernos tomar posición, generar una opinión, o responder a un debate instalado por el gobierno y por las derechas radicales que se expresan internacionalmente”, dice Cecilia Lesgart, politóloga y profesora de la Universidad Nacional de Rosario, doctora en Ciencia Política por FLACSO-México e investigadora del CONICET y continúa: "Analíticamente considero que Milei desprecia la democracia y es autoritario, una calificación que es más que una descripción de su personalidad”.

-¿Y cuáles son las críticas de la academia al uso del término fascismo?

-Términos como fascismo o posfascismo se han revitalizado en el mundo académico para caracterizar el advenimiento de las derechas radicales que ponen en crisis a la democracia representativa, desprecian las libertades y derechos conquistados, y libran una “batalla cultural” -como dice esta nueva derecha- contra la perspectiva de género, el feminismo, el multiculturalismo y la justicia social. Sin embargo, es un debate el cómo caracterizar a los liderazgos de esas derechas y a esas derechas: populismo, autoritarismo, fascismo, autocracias. El historiador Enzo Traverso usa posfascismo para describir a un conjunto heterogéneo de corrientes de extrema derecha surgidas en Europa, y señala que como término se ha emancipado de la historia que lo vio nacer en entreguerras.

-¿Cuáles son las diferencias con las experiencias del siglo pasado?

-En nuestro país ahora la derecha se organiza políticamente y disputa elecciones. Claramente no se parece a aquello que conocíamos en el pasado con las Fuerzas Armadas como un actor estatal que en alianza con civiles daban golpes de Estado y quebraban el Estado de derecho. En Argentina lo hicieron desde los años ’30 instalando sucesivas dictaduras hasta llegar al terrorismo de estado a partir de 1976.

-¿La elección de un enemigo para descargar el odio de la sociedad, no configuran el fascismo?

-Hay discusión sobre qué categorías analíticas utilizar. Pero me gustaría subrayar que todo esto sucede en un momento en el que se superponen distintas crisis, lo que también se expresa en la dificultad que tenemos para encontrar palabras que describan y caractericen al mundo político actual. Una crisis fundamental es la de la democracia representativa, a la que se suma la crisis del orden internacional liberal, y la del estado de bienestar, que fueron los compromisos que surgieron en la posguerra y que, a pesar de la caída del Muro de Berlín, siguieron organizando el mundo de los acuerdos políticos internacionales, y también la manera en que aspirábamos a organizarnos

-Por el contrario, el poder económico concentradísimo a nivel mundial está interesado en socavar las democracias.

-Hay una aspiración del capitalismo a soltarle la mano a la democracia, y de autonomizarse de los compromisos surgidos en aquel clima de posguerra.

-¿Para este poder económico concentrado el Estado es un estorbo y sólo debe servir para facilitar sus negocios?

-Estamos hablando de un capitalismo financiero en donde las empresas no están totalmente territorializadas ni tampoco el flujo del dinero. Eso también pone en tensión la soberanía nacional, y en dificultades a la misma democracia que, a diferencia del liberalismo, está territorializada y se afinca en un estado nación. Entonces a los gobiernos del sur global se les ha vuelto complejo, aun cuando lo decidan políticamente, instalar regulaciones estatales frente a la deslocalización del capital y las transformaciones que esto supone en la precarización del trabajo, de los trabajadores.

-¿Es una singularidad que esta posición se exprese en la máxima figura del Estado?

-En Argentina tenemos un problema grave, especialmente con un presidente que dice que es un topo que viene a destruir el Estado desde adentro. Entonces hay una voluntad explícita de desguazar al Estado y destruir las políticas de protección hacia poblaciones vulnerables que este gobierno considera culpables de la crisis. Para todos los liberales el estado es “un mal necesario” que produce interferencia, pero acá hay una voluntad explícita y explicitada de destruirlo con la motosierra.

-Mientras tanto, el presidente que considera héroes a los millonarios…

-Milei considera que la sociedad es un contrato entre individuos privados que no tiene que estar regulada por el Estado. Él alude permanentemente al mercado y a la inexistencia de fallas del mercado, en el discurso de Davos lo vuelve a decir. En su proyecto político no hay una pregunta sobre qué nos vincula como sociedad, no le importa. Solo la estabilidad monetaria, contener la inflación, y hacer negocios a partir de su posición en el Estado, como parece expresar la estafa con la cripto moneda Libra.

Imagen: Leandro Teysseire.


-No es casual que uno de sus íconos sea Elon Musk.

-Hay quienes hablan, por ejemplo, el analista internacional Juan Gabriel Tokatlián, de la existencia de una internacional de derecha. Es decir, las derechas se han organizado globalmente, tienen sus think tanks, sus fundaciones, sus encuentros y sus tecnologías digitales, como Silicon Valley.

-Algunes confiaban en el poder democratizador de las tecnologías digitales y las redes sociales…

-Se discutía si la facilitación de la comunicación iba a tener un correlato en la ampliación de un espacio público virtual, si íbamos a poder ejercitar más democráticamente el poder, pero había quienes pronosticaban un mundo bastante menos optimista. Bueno, finalmente las redes sociales y el encierro de la pandemia han provocado un activismo en algunas redes sociales que es violento, insultante y no proclive al consenso. Las plataformas son empresas privadas que buscan ganancias y no gestar un espacio público horizontal y global, a pesar de que los individuos crean que a partir de las redes tienen la capacidad de ser sus propios voceros, de expresarse, ser leídos y escuchados.

-Y también aportan a la crisis de representación…

-También se anudan la crisis de la democracia liberal y representativa, del orden internacional liberal, y del Estado que conocimos, que era compensador de las desigualdades, y regulaba, por ejemplo, el mundo del trabajo. Ahí se hace visible cierta disolución del horizonte de expectativas que permite organizar los proyectos políticos. La democracia contribuyó decisivamente a proyectar un futuro en común en estos 40 años ininterrumpidos, lamentablemente muy despreciada por el gobierno actual.

-¿El Estado democrático sigue vigente en la Argentina?

-El presidente anuda odio al Estado con el desprecio por la democracia. Ha dicho que los problemas de la Argentina empezaron en 1918. Es decir, con el primer gobierno democrático de la Argentina moderna en la que se expresó el sufragio universal con base masculina. Nunca menciona a 1983 como momento fundacional de estos 40 años de democracia. Y junto a la vicepresidenta cuestionan los derechos humanos como núcleo constitutivo de nuestra democracia y la justicia de los crímenes de lesa humanidad. Como si todo esto fuera poco, hacen apología de la última dictadura cívico militar, y buscan destruir las políticas de memoria, verdad y justicia de todos estos años. Lo que fue respondido en la masiva marcha conmemorativa del último 24 de marzo. Además, el presidente tiene problemas con las instituciones clave de la representación democrática. Ha llamado al Parlamento “nido de ratas”, le ha dado la espalda el día de su asunción, pero frente a él tampoco había un pueblo reunido para escucharlo. Por seguir, Milei tiene problemas con los partidos políticos, marca distintiva por cómo llegó él mismo al gobierno. En todos estos sentidos Milei socava la democracia en una dirección autoritaria.

Imagen: AFP. 

-Entonces, más allá de su legitimidad de origen, el ejercicio no es democrático…

--Hay que tener audacia y preguntarse si en Argentina hay una forma plena de democracia o si, por el contrario, hay un régimen político que empieza a combinar la forma democrática en descomposición con el autoritarismo, una hibridación. Hay en Milei un ejercicio omnipotente del poder político que se resiste a los límites, institucionales como el del Parlamento, los de la sociedad civil movilizada, los señalamientos que le hacen periodistas y expertos. Tiene una marcada tendencia hacia la concentración y la personalización del ejercicio del poder. Es lo que la ciencia política actual llama autócrata. Pero me gustaría subrayar que esto no es, solamente, un estilo de liderazgo o un problema de personalidad que en Milei irradia violencia.

-Una violencia que irradia desde la máxima autoridad del estado y tiene efectos…

-La violencia no es solamente retórica, ya vimos la represión física, el “policiamiento” del espacio público y todas las vallas que impiden la posibilidad de que la gente se junte y manifieste libremente Además, la violencia es performativa, produce sociedad. Un presidente que insulta o que hace gestos burlescos no busca comenzar una conversación, y además de herir moral o estéticamente a su pueblo, habilita los comportamientos violentos. ¿Se puede formar algo que nos vincule a partir del insulto, el trato despectivo y la violencia? No, lo creo.

-Pero eso también nace de una gran crisis de representación…

-La marcha que se hizo el miércoles 12 de marzo (donde quedó gravemente herido Pablo Grillo y se hirió a la jubilada Beatriz Blanco) muestra la profunda crisis de representación que tenemos en Argentina. La movilización de apoyo a jubiladas y jubilados por la represión del miércoles que había antecedido la hacen las hinchadas de fútbol, o sea, la camiseta que iba a representar no era ni partidaria ni sindical, era el amor por la camiseta de fútbol. La consigna estaba tomada de un ídolo popular proveniente del mundo del fútbol, que es Maradona, que está muerto.

-Que el gobierno, recordemos a Diana Mondino, ubica como descartables.

-Nuevamente el trato insultante hacia los y las jubiladas como viejos meados y sobre por qué aumentar las jubilaciones si se están por morir, ciertamente un trato animal hacia personas humanas, despectivo y violento. Justamente, salen a luchar los jubilados, que saben que su perspectiva temporal hacia el futuro es acotada y, sin embargo, son los que han demostrado, junto con estudiantes universitarios, con aquellos que persisten en el ejercicio de memoria, una capacidad de lucha y de respuesta de la sociedad civil inusitada frente al quietismo de otras organizaciones, los partidos políticos, la CGT, los mismos políticos desde el Parlamento que tienen como oposición voces fragmentadas para oponerse al gobierno de Milei.

-Para Milei, a los enemigos hay que aplastarlos, van a correr.

-Para Milei la construcción del enemigo no pareciera ser política, sino de índole moral o estética, lo que dificulta la respuesta política. Los jubilados son viejos meados, la oposición socialistas o zurdos kirchneristas, los y las investigadoras somos mandriles, el Parlamento es un nido de ratas, los periodistas son ensobrados. Entonces una pregunta que quiero dejar planteada es qué cosa común quiere construir este gobierno a través del insulto y la violencia retórica y física. Además, ese trato insultante se ha convertido en muchos casos en políticas de Estado, con la reducción de las partidas a la educación, a la investigación, el congelamiento de los salarios, las pensiones y las jubilaciones, la reestructuración del sistema del PAMI, la destrucción de programas de memoria, los despidos por mail.

-Además de una persecución política palpable.

-El QR que hay en las universidades y escuelas para que los y las estudiantes denuncien adoctrinamiento ¿cómo opera en la subjetividad? Uno comienza a cuidar lo que dice para protegerse y para proteger los lugares que habita. Es la internalización de un miedo constante.

-¿Lo ocurrido la semana pasada en el Senado plantea un límite?

-Tal vez el rechazo por abrumadora mayoría que ayer hizo el Senado en torno al pliego de Manuel García Mansilla sea un paso importante al desafío del ejercicio omnipotente del poder político de Milei. Veremos si eso empieza a arrastrar otras decisiones que necesitan ser discutidas y enfrentadas institucionalmente.

-¿Hasta dónde crees que pueden tensionar la democracia?

-Milei ha roto consensos básicos de la democracia surgida en 1983. Subsisten las elecciones y por eso hay quienes hablan de estos gobiernos como autocracias electorales. Pero hay socavamiento de la democracia desde adentro de las instituciones democráticas. Esto que Steven Levitsky y Daniel Ziblatt pensaron como problema para Estados Unidos, cómo mueren las democracias por dentro, en América Latina tenemos ejemplos de cómo pueden morir las democracias sin necesariamente morir por un golpe de estado. Lo hemos visto en Brasil con el impeachment a Dilma Rousseff y el encarcelamiento de Lula.

-Todo eso está centrado en la “popularidad” de Milei ¿eso no es un rasgo fascista?

- Lo definiría como régimen político que se está hibridando y que combina democracia y autoritarismo. Junto con el odio hacia el estado, el desprecio por la democracia y las políticas antiigualitarias, hay un ejercicio omnipotente del poder político, fuertemente personalista que se resiste a los límites. Lo que la ciencia política llama autócratas. Por esto, me gustaría traer una pregunta que me surge de la lectura de un libro de Ian Kershaw sobre el poder y la personalidad en el siglo XX. La pregunta es acerca del peso de la personalidad de los grandes hombres, algunos con una grandeza ciertamente negativa, en la configuración de la época ¿Es la época la que hizo a esos líderes y permitió su emergencia?, ¿fueron esos hombres quienes crearon esa época?, ¿Qué tenían estos líderes y la época en la que ellos surgieron que les permitió ese tipo de ejercicio del poder? Un poder ilimitado, que socavó las instituciones de democracias debilitadas, y una fuerza negativa que fue catastrófica para sus propias sociedades.