En un tiempo donde la palabra parece desgastada, donde los discursos dominantes son cada vez más veloces y planos, un grupo de jóvenes poetas se propone hacer lo contrario: detenerse, escuchar, escribir, hacerlo colectivamente y no preocuparse tanto por “mostrarse en las redes”. Sin brújula, pero con una convicción profunda, organizaron este fin de semana que pasó un festival de poesía en La Plata que recorre el país en busca de eso que aún resiste: la poesía como cuerpo vivo, como pregunta, como gesto político.

“Sin Brújula” no es un título azaroso. Es una declaración de principios. Un modo de habitar la incertidumbre sin perder la dirección: la de una poética que emerge desde los márgenes, lejos de los centros de poder, lejos también de las urgencias del algoritmo. Organizado por un equipo de ocho poetas de distintas provincias del país de entre 18 y 30 años: Felipe Hourcade, Micaela Kessler, Camila Corradi, Eva Peña, Vera Jereb, Pedro Zelarayán, Matías Vázquez y Valentín Prioretti.

El festival tuvo su segunda edición en el Museo Almafuerte (Av. 66 Nº 530), en la ciudad de La Plata. La primera edición la realizaron en General Roca, Río Negro. Siempre con la premisa de hacer una convocatoria abierta para dar a conocer poetas de la zona.

“La palabra está viva y en la juventud es un organismo a la orden del día”, dice Prioretti, poeta y uno de los gestores del festival. En su voz se mezcla la emoción con la conciencia crítica. Habla desde un lugar incómodo, en tensión con la mirada adultocéntrica que exige a la juventud eficacia, madurez precoz, productividad estética. Pero “Sin Brújula” no busca cumplir expectativas ajenas. Quiere ser, en todo caso, una plataforma de preguntas abiertas, una zona de experimentación antes que de consolidación. “Últimamente desde los discursos sociales se responsabiliza mucho a la juventud de que Milei haya ganado, por ejemplo, y a nosotros nos interesa demostrar que hay muchas juventudes y que para nosotros el uso de la palabra es vital y en la juventud es un organismo que tiene que estar a la orden del día”, dice y agrega que el Festival cobra mayor importancia en un contexto tan duro como el actual.


El germen de “Sin Brújula” está en el festival Poesía Ya! de 2023, realizado en el Centro Cultural Kirchner y coordinado por Gabriela Borrelli. Allí se conocieron los integrantes del actual equipo, tras haber sido seleccionados en la convocatoria “Novísimes” a cargo de Javier Roldán y Gabriela Pignataro, que visibilizaba voces poéticas emergentes de todo el país. “Desde esa experiencia nos quedó el deseo de continuar, pero también el compromiso. Decidimos descentralizar la idea de que todo ocurre en la ciudad de Buenos Aires y armar algo propio, autogestivo, independiente”, cuentan.

Esa descentralización no es solo geográfica, también es estética y política. No se trata de reproducir los circuitos poéticos ya establecidos, sino de abrir nuevas zonas de circulación, de conversación, de pregunta. “Es muy difícil, viviendo en las afueras de la capital, entrar en contacto con otras formas de poesía. Este festival busca generar esos puentes”, explica Prioretti.

En ese sentido, el concepto de “joven promesa” se vuelve problemático. “Es determinante, supone un punto de llegada. Y la poesía no necesita eso, necesita experimentación. La juventud en la poesía no es solo una cuestión de edad, sino de actitud frente al lenguaje, de una búsqueda que todavía no se cierra”, afirma. Por eso prefieren hablar de “emergente”, de lo que está saliendo, brotando, abriéndose paso.

La edición platense del festival incluyó talleres, lecturas, presentaciones de libros y charlas con poetas de distintos puntos del país. Entre los invitados especiales estuvieron: Daniel Durand, Melina Varnavoglou, Carlos Ríos y Mariposa Trash. Los poetas platenses ganadores de la convocatoria fueron: Camila Guerrero, Malena Romairone, Ana Villanueva, Solange Rodríguez, Eva Costello, Ignacio Zacarías, Guadalupe Orgeira y Sofía Santibañez.

Uno de los criterios de selección para esta edición fue haber vivido al menos un año en La Plata. Un gesto sutil pero significativo, que reconoce la complejidad del territorio como algo más que lo geográfico. “La ciudad es un crisol de otras por ser universitaria. Nos encontramos con una multiplicidad de estéticas que demuestran que un territorio no se circunscribe solo a lo paisajístico, sino que también es una narrativa, una lírica, una voz que se transforma”, reflexiona Prioretti.

Malena Romairone, una de las ganadoras, relata que para ella que es oriunda de La Plata, pero durante muchos años vivió en Capital Federal ganar fue una forma de reencontrarse con la ciudad que ahora volvió a habitar. “Es increíble toda la movida cultural que hay en La Plata, con una impronta muy marcada y distinta a la de CABA. Mandé al concurso para probar suerte sin mucha esperanza y quedar me puso muy contenta. Es una forma de volver a tejer redes dentro de la escena de poesía local. En La Plata hay un paraguas que protege a la cultura frente al caos y el horror que llueve sobre el país”, concluye Romairone.

También se presentó el trabajo de poetas como Milagro Fuentes y Manuel Bozzo. Hubo una gran feria editorial y se realizó una mesa donde se presentaron los libros de varios de los organizadores coordinada por Javier Roldán. El cierre musical estuvo a cargo de La Fruti, en un gesto que reafirma la mixtura de lenguajes que propone el evento.

El festival, entonces, más que un evento, es un proceso. Una deriva. Una forma de hacerse preguntas en colectivo. Para financiarlo realizaron una antología “Antología de poetas de 1995 en adelante” que se puede adquirir a través de las redes sociales del proyecto: @sin.brujulafestival. También contó con el apoyo fundamental de la Secretaría de Cultura de La Plata, el apoyo de la Comuna Ediciones, la editorial municipal y del ciclo “Ciudad de poetas”.

En tiempos de discursos de odio, de apagón cultural, de precarización emocional, un grupo de jóvenes se junta a leer poemas. A compartir lo que escriben. A buscar nuevas formas de decir lo que no tiene nombre. Lo hacen sin brújula, sí, pero con algo mucho más potente: la certeza de que la poesía, todavía, puede ser un modo de habitar el mundo y la responsabilidad de que son ellos ahora los encargados de tomar la posta, juntarse, hacer y construir una literatura federal que le devuelva a la juventud la palabra como herramienta.