Desde Roma
El papa Francisco no se detiene pese a la enfermedad. Aparece sorpresivamente en algunas ceremonias que no son celebradas por él, pasa en su silla de ruedas entre los fieles, los saluda agitando ligeramente la mano, y hasta se detiene algunos segundos con algunos de ellos que le toman la mano, una actitud que él parece recibir como una importante transmisora de afecto, de fuerza y de la seguridad que nestá cumpliendo un período de convalecencia